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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal
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¿Qué eres? ¿Republicano o borbónico?

Antonio Baños

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I

Estoy cachondo. Ya sé que no soy el único, pero la Diada me hizo ver, por primera vez en los últimos cinco años, un pueblo optimista, firme y rebelde. Así que, aunque ya se ha escrito más sobre la Diada que sobre el 2-6 del Barça en el Bernabéu, permítanme incidir en unos aspectos creo que poco destacados.

Las explicaciones comunes de la insurrección catalana se han centrado en dos argumentos recurrentes: el sentimiento y el bolsillo. Según convenía, se decía que el proceso era fruto de una alucinación afectiva. Si se quería acudir a los clásicos: los catalanes quieren pasta. Desde el independentismo se han remachado ambos argumentos combinándolos y olvidando un tercero, para mí mucho más importante: el de la soberanía política.

Afirmar que el levantamiento del 11-S es independentista es cierto pero no dice casi nada. Para mí, lo auténticamente potenete es su carácter político como movimiento destituyente. Masivo, transversal y, lo que es más insólito, con posibilidades de ser hegemónico y, quizás, exitoso.

Su importancia radica en la impugnación total e innegociable a las instituciones de gobierno y su soberanía.

En la calle se oía “independencia”, pero lo que se gritaba era “república”. Se pedía una constitución propia del siglo. Se quería poder ciudadano, separación de poderes, lucha contra la corrupción. O sea, es tanto un movimiento secesionista como (y esto sí que me parece decisivo) un proceso constituyente.

Vamos a construir una República Catalana. De acuerdo. Pero para mí, lo que hoy es sustantivo (la catalanidad) tendrá pronto un carácter adjetivo. Que el nuevo Estado será catalán es tan obvio que no merece discusión. Lo importante es que será (tiene que ser) estricta y virtuosamente una república y no un Puerto Rico. No se trata pues de una pugna entre “nacionalistas” y “españolistas” porque el nacionalismo murió el pasado día 11. Incluso veo anticuada la palabra “independentista”. Somos, debemos pensar que somos, ciudadanos de la nueva república. Esto es, como decía muy bien Manuel Castells, una auténtica revolución catalana (“con tranquila determinación”, añade). Y lo es no por los gestos airados ni por la precipitación performática. Lo es porque la gente que participó se ha autoproclamado soberana. Y esto no se daba en la península desde 1931.

Por eso la República Catalana debe ser mucho más que “el desempeño de viejas y justas aspiraciones de autogobierno”. El proceso constituyente debe liberarse del Dumbo-killer de Botswana y romper la Constitución de 1978 para elaborar otra sin los generales franquistas mirando por encima del hombro. Pero sobre todo debe servir para repensar el derecho, la geografía, la diplomacia, la solidaridad y el medio desde el siglo XXI. Debe encararnos con los recién llegados, su regularización e integración. Debe ser un proceso completo de reflexión sobre lo que es un Estado y un pueblo en nuestro mundo. La República Catalana, como sugería Manuel Delgado en su blog, nos liberará, además, del pesado “doble eje” social/nacional que da tanta pereza. Así, CiU ya no será nunca más el partido que defiende Cataluña en España y se convertirá lo que realmente es: el partido que defiende las oligarquías en todas partes.

II

Joan Subirats lo explicaba muy bien en este mismo URL cuando destacó el profundo parentesco, formal y ético, entre el 11-S y el 15-M. La Diada fue sin duda el mayor éxito indignado, aunque parece que el propio 15-M se haya hecho el loco sobre el asunto. Y es extraño porque, en mi época, un movimiento insurreccional siempre tenía que hacer lo que pusiera más nervioso al enemigo.

¿Qué puede asustar más a La Caixa? ¿La posible pérdida de “la unidad del mercado español” o una cacerolada en su sede? ¿Qué hace tambalear más la monarquía? ¿Un tuit cachondo sobre elefantes o una mani que le ha obligado a escribir cartas ridículas al estilo siglo XVII? ¿Cómo se ha acojonado más Rosell? ¿Con la mani sindical del 15-S o con la Diada? ¿Qué hace tambalear más la agenda 'neolib' de la troika basada en la obediencia triste de los pueblos? ¿Un 'lipdub' en una sucursal de Bankia o iniciar un proceso constituyente y popular en la barriga de Europa con el peligro de contagio que supone? ¿Qué ha asustado más a los convergentes? No hace falta contestar ...

Por eso me sorprende e incluso me irrita que muy militante de aquí y del Estado que todavía son fieles a la lánguida y enternecedora 'spanishrevolution' vuelvan la espalda a la 'Catalan insurrection'. Ya sé que es más fácil mantenerse puro en la radicalidad que contaminarse con burgueses, cristianos, conservadores o socialdemócratas que, en lugar de gafapasta llevan barretina. Siempre es mucho mejor soñar revoluciones que participar en ellas.

Ahora, si me decís que la Tercera República en España es más cercana y factible que la catalana, quizá cambie de opinión. Pero lo dudo.

Muy militante concienciado, con la excusa infantil de que la estelada en la mano te inhabilita para pensar en los recortes, prefiere permanecer fiel al Borbón y su reino que iniciar una República nuevecita.

III

Es obvio que esta desconfianza viene del tópico extendido de que en una Cataluña independiente mandarían sin oposición los convergentes. Como si quedándonos en España no tuviéramos que sufrir sólo a CiU, además de las castizas oligarquías del reino con el PPSOE de regalo. El caso es que no hay que ser muy perspicaz para darse cuenta de que CiU no pilota la insurrección: la frena. Y aquí hago mía la preocupación de Carlos Castellanos, vicepresidente de la ANC, cuando se quejaba del espacio libre que estamos dejando a las derechas para que dirija el proceso. Sufrimos el riesgo de que CiU pueda convertirse en una especie de partido-estado al estilo del Fianna Fáil irlandés (siempre en el improbable caso de que los convergentes apostaran de verdad por la independencia)

Artur Mas quiere ser Atatürk, pero puede acabar como Kerensky. Todo depende de cuándo y cómo las masas que iban por delante de los políticos en la mani tomen el pulso de la situación y se pongan a dirigirlo. Por eso las próximas elecciones deberían ser, a la vez, las de la incorporación fuerte de la protesta popular y los valores republicanos al proceso constituyente. Lo veo justito de tiempo, eso sí. Si desfallecemos, continuará triunfando la oligarquía ... en catalán, eso sí.

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