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Opinión - ¿Respeto a Milei y al resto de la ultraderecha? Por Rosa María Artal

El encaje de Catalunya, ¿última oportunidad?

La palabra "referéndum" sobre el escenario en el cierre de la campaña del 'sí'

Neus Tomàs

Llegó el día D. En la calle como en el Parlament los hay que anhelaban este momento, otros lo temían y muchos otros sabían que pasaría pese a no desearlo. ¿Por qué se ha llegado hasta aquí? ¿Empezó con la sentencia del Estatut o ese fue el detonante de un malestar larvado? ¿Podría haberse evitado la tensión que se está viviendo estos días en Catalunya?

El conseller portavoz, Jordi Turull, defiende que el germen hay que buscarlo en la actitud de los sucesivos gobiernos, tanto del PP como del PSOE, con Catalunya: “Lo hemos intentado todo para conseguir el encaje de Catalunya en el Estado español. Siempre hemos actuado y cumplido para avanzar pero el Estado siempre ha roto los acuerdos y ha incumplido sus promesas. Desde el espíritu de la Constitución, con la LOAPA, al pacto del Estatut, con la sentencia del Tribunal Constitucional”.

Ese encaje de Catalunya en España que cita Turull tuvo durante años forma de pactismo y es a partir de ese principio que se resolvió la compleja relación entre el nacionalismo catalán y los diferentes presidentes del Gobierno. Felipe González perdió la mayoría absoluta en 1993, pero ahí estuvo Jordi Pujol para darle un sí a la investidura.

Tres años después fue José María Aznar quien, con foto incluida en el hotel Majestic, consiguió ser presidente gracias a los votos de CiU. Eran los tiempos del 'peix al cove', aunque los nacionalistas siempre rechazaron la posibilidad de tener algún ministerio.

“Lo que esta pasando en Catalunya es el fruto de 30 años de gobiernos de la Generalitat nacionalistas y 30 años de gobiernos de España que han mirado para otro lado respecto a lo que pasaba en Catalunya y han renunciado a hacer un proyecto de España reformista, ilusionante y de futuro. Han renunciado a reformar España y también a rebatir argumentos de los partidos nacionalistas”, opina la líder de Ciudadanos en Catalunya, Inés Arrimadas.

El intento frustrado

En 2006 los catalanes refrendaron en un referéndum un nuevo Estatut. Pasqual Maragall logró su objetivo y proclamó que era el instrumento que permitiría acabar con el “victimismo”, mientras que José Luis Rodríguez Zapatero se felicitó de que la España autonómica avanzase. El Estatut pretendía dar respuesta al eterno debate del encaje catalán, pero era fácil intuir que no sería así. Esquerra, que a diferencia de Convergència, sí era independentista, se desmarcó del texto final. En el otro extremo, el PP atizó la catalanofobia con una recogida de firmas y recurrió el Estatut ante el Tribunal Constitucional. Cuatro años después se dictó la famosa sentencia. La semilla brotó y hasta hoy.

“Desde el 2010, año de la sentencia del Constitucional, no se ha dado una respuesta política a la única Comunidad Autónoma que ha visto alterado su Estatuto después de haberlo votado en referéndum. Desde el 2011 el Gobierno del PP ha sido incapaz de impulsar un diálogo político y no ha hecho una sola propuesta concreta para solucionar el problema. Y a partir de 2014 la mayoría independentista ha optado por propuestas unilaterales que desbordan la legalidad”, describe el primer secretario del PSC, Miquel Iceta.

También el portavoz de Catalunya Sí que Es Pot, Joan Coscubiela, apunta a la falta de una propuesta para Catalunya como uno de los principales motivos del actual bloqueo político: “Hemos llegado hasta aquí por la irresponsabilidad durante 12 años del PP, primero alimentando el conflicto para ganar votos, después negando su intensidad, pensando que se disolvería con el paso del tiempo. Sin ni una propuesta política durante estos años y sustituyendo la política por la acción judicial y policial”.

El diputado de En Comú Podem Xavier Domènech añade que, además, es por culpa del PP que este domingo las calles se llenarán y no solo de independentistas. “Estamos así por la incapacidad del Partido Popular de ofrecer una respuesta política al 80% de la ciudadanía de Catalunya, que ha convertido el 1-O en una gran movilización transversal contra su gobierno”, concluye.

Pero el presidente del PP catalán, Xavier García Albiol, niega cualquier responsabilidad y atribuye el auge del independentismo a una estrategia pensada y diseñada desde hace mucho tiempo: “Lleva años preparando este momento, manipulando en las escuelas y los medios de comunicación públicos. Esto no tiene nada que ver con si el Gobierno central ha hecho o no una propuesta. El independentismo buscó la tormenta perfecta al aprovechar el momento de la crisis económica y sus casos de corrupción para taparlas con la bandera”.

La presión de la calle

La Diada del 2012 marcó un antes y un después en las movilizaciones en Catalunya. Más de un millón de catalanes salieron a la calle y se comprobó que las senyeras habían sido ya sustituidas por las estelades. El clamor independentista se hizo escuchar como nunca hasta ese momento.

El Parlament aprobó días después una resolución en la que se reclamaba la celebración de un referéndum de autodeterminación. Solo PP y Ciudadanos votaron en contra. El PSC se abstuvo. Ese mismo año, y tras la negativa de Mariano Rajoy de atender la petición de un pacto fiscal para Catalunya, Artur Mas convocó elecciones. No obtuvo el resultado que esperaba pero logró seguir como presidente gracias a un pacto con ERC. Un acuerdo que incluía la celebración de una consulta. A partir de ahí se sucedieron las declaraciones y mociones parlamentarias. Y, cada Diada, una multitudiaria manifestación.

Al final, y pese a la negativa del Congreso de los Diputados a autorizarla, al rechazo del Gobierno central y a la prohibición del Tribunal Constitucional, hubo consulta. El 9 de noviembre del 2014 , 2,4 millones de catalanes fueron a votar y de estos, 1,8 millones votaron a favor de que Catalunya sea un Estado independiente.

Los catalanes fueron llamados de nuevo a las urnas, esta vez en unas elecciones, el 27 de septiembre del 2015. El independentismo las planteó como unas plebiscitarias. Logró obtener la mayoría parlamentaria pero perdió un plebiscito que se llevó por delante a Artur Mas y que obligó al soberanismo a reescribir su hoja de ruta. La proclamación de la independencia fue sustituida por el referéndum.

Coscubiela, como Iceta, considera que la inacción del Ejecutivo del PP no justifica la respuesta, en su opinión, errónea, que ha dado el Govern de Carles Puigdemont. “A la irresponsabilidad del PP le ha respondido el Gobierno catalán con propuestas unilaterales, referéndum y declaración unilateral de independencia, que tienen gran capacidad de movilización, pero que no pueden derrotar la cerrazón del Estado español”.

Arrimadas va más lejos y define la convocatoria de este 1-O de golpe a la democracia. “Es la consecuencia de un gobierno de la Generalitat, de Puigdemont, Junqueras y la CUP que han dejado de lado el sentido común, que ha dejado de lado a la mayoría social de Catalunya y que se ha embarcado en un barco que no va a ninguna parte y que, sobretodo y ante todo, divide a los catalanes por la mitad y nos separa del resto de españoles”.

Pero el Govern rebate todas las críticas apelando al sentimiento y subrayando que no ha quedado más alternativa que optar por la unilateralidad. “Las palabras resignación, rendición y renuncia no existen en el diccionario político catalán. Por lo tanto, reafirmación y solución”. Reafirmación, seguro. Solución, nadie lo sabe.

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