Cuatro consejos para que los alimentos nos duren más

Foto: Wikimedia Commons

Mercè Palau

Cada alimento es un mundo, como lo es también la forma en la que deben conservarse. Por mucho que vigilemos, que compremos los alimentos que pensamos que vamos a consumir a corto plazo, siempre hay alguno que no tenemos tiempo de cocinar y que, inevitablemente y muy a pesar nuestro, tenemos que desechar porque se ha estropeado.

Antes de enumerar algunos trucos para conseguir que esto no suceda y, por tanto, que los alimentos duren un poco más, es importante saber porqué se estropean. La razón es, básicamente, por la existencia de microorganismos patógenos, que provoca que los alimentos se alteren y se pudran. Los principales microorganismos responsables de este deterioro son los hongos y las bacterias.

¿Qué alimentos aguantan más?

Los hongos crecen sobre los alimentos produciendo la aparición del típico moho en la fruta o el pan. Las bacterias degradan las proteínas del alimento y lo hacen no apto para el consumo. Por otro lado, si bien todos los alimentos se deterioran en algún momento, no todos lo hacen a la misma velocidad y de la misma manera. Así, los alimentos frescos como el pescado, la fruta y verdura, la carne picada o los huevos son mucho más perecederos y, por tanto, duran menos.

Por el contrario, en el otro lado de la balanza están las especies, la miel, la sal o el azúcar, cuya composición evita que los patógenos sean sus pobladores habituales y puedan formarse con facilidad. Por lo tanto, que un alimento tenga una vida útil más o menos larga depende sobre todo de su capacidad de sobrevivir a la amenaza de los microorganismos patógenos. Y también de los factores externos como la temperatura, la luz, el oxígeno o la humedad. 

Una lucha constante contra el tiempo

La conservación de los alimentos en buen estado es, siempre, una lucha constante contra el tiempo. A temperaturas de entre 5ºC y 65ºC, las bacterias pueden llegar a duplicar su número cada 20 o 30 minutos. En consecuencia, cuanto más tiempo se mantiene un alimento a temperaturas no adecuadas, mayor es el riesgo de contaminación por patógenos.

Pero, si bien la temperatura es fundamental, no es el único factor. El tiempo, en minutos, juega un papel decisivo sobre todo en bacterias como Salmonella, Shigella, Escherichia coli y otras del género Vibrio, que son responsables de una buena parte de las intoxicaciones alimentarias.

Despensa ordenada, alimentos seguros más tiempo. Es fundamental tener la despensa bien ordenada, con capacidad suficiente, fresca, seca y con una ventilación adecuada, donde se puedan guardar a temperatura ambiente alimentos como harina, pastas, galletas, café, aceite, conservas, azúcar o sal. Si bien mucha de la fruta también puede conservarse a temperatura ambiente, en algunas se puede alargar su vida útil si las ponemos en la nevera. 

Cuatro consejos útiles para alargar la vida de un alimento

1. Organizar bien los alimentos en la nevera (y no meterlos todos).

Cuando se trata de utilizar este electrodoméstico, no todo vale. Dentro de la nevera, la temperatura oscila entre los 0ºC y los 5ºC; por tanto, hay zonas más frías que otras. La organización de los alimentos se hará según sus necesidades:

  • la carne y el pescado en el primer estante
  • en el medio, huevos, embutidos y alimentos preparados
  • debajo, las frutas y verduras
  • finalmente, en la puerta, salsas, leche, mantequilla o mermelada

Otra cosa fundamental es intentar no aprovechar al máximo la nevera. Si no se permite la libre circulación del aire entre los distintos alimentos, aumenta el riesgo de que se deterioren antes. Es recomendable dejar espacio para que estos “respiren” y evitar el bloqueo del aire. También debemos recordar que no todos los alimentos se conservan mejor en la nevera.

En la mayoría de los casos, solemos colocar los productos, sean frescos o no, en la nevera, sin dudarlo, porque asociamos frío a unas mejores condiciones de conservación. Pero no siempre esto es efectivo, porque el frío puede llegar a alterar el gusto y favorecer la descomposición de alimentos como los tomates, las cebollas, las patatas, los ajos o el aceite de oliva. En estos casos, más que favorecer su conservación, lo que se consigue es que aumente el riesgo de formación de moho.

2. Dar a las frutas y verduras el cuidado que necesitan.

No todas maduran a la misma vez y, además, no todas es necesario que se conserven en la nevera. La mayoría de frutas pueden envolverse para impedir la entrada de oxígeno. Un consejo: no colocar las manzanas y los plátanos cerca de otras frutas porque estas emiten gas etileno, un compuesto que favorece el proceso de maduración y acelera el de otras frutas que estén cerca. 

Por tanto, y para evitar que esto suceda, la fruta debe guardarse en lugares distintos. Tanto manzanas como peras se conservan bien en la nevera; pero los plátanos no, porque se vuelven negros; una opción es pelarlos y ponerlos en un envase en la nevera. Las verduras pueden envolverse y sólo lavar antes de prepararlas para cocinar; si lo hacemos antes, aceleramos el proceso de deterioro.

3. Congelar.

La congelación es más efectiva que la refrigeración en cuanto al control de patógenos o, al menos, permite conservar un alimento en buen estado durante más tiempo. La acción microbiana a temperaturas de congelación es casi nula y cuanto más baja es la temperatura, más lejos están las condiciones idóneas de multiplicación de microorganismos.

Esto es posible porque, cuando el alimento se solidifica, se deseca y, por tanto, mejora su conservación. Ahora bien, debe tenerse en cuenta que este proceso detiene la actividad de las bacterias, las paraliza, pero cuando cesa el frío y los alimentos se descongelan, los microorganismos que había pueden volver a multiplicarse de nuevo.

Una buena congelación pasa por envasar bien los alimentos, en envases herméticos o envoltorios que los protejan de posibles contaminaciones. Es recomendable congelar por porciones, anotar la fecha de congelación, y que este proceso sea lo más rápido posible.

4. Tan importante es congelar bien como descongelar.

Este proceso debe hacerse en la nevera i no a temperatura ambiente, porque aumenta el riesgo de contaminaciones. Si usamos el microondas, debemos tener en cuenta que la descongelación será más efectiva con piezas pequeñas y se evitarán que se formen zonas cocidas con otras aún congeladas. 

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