Estrés, depresión o aislamiento social: las otras secuelas de la pérdida auditiva
La salud auditiva tiene un papel clave en nuestro día a día: gracias a ella es posible la comunicación, las relaciones sociales y una buena calidad de vida. El oído nos permite conectar con el mundo que nos rodea, percibir nuestro entorno e interactuar con otras personas. Sin embargo, se estima que en España hay aproximadamente 1.230.000 personas con pérdida auditiva severa.
Unas cifras que, según Sandra Salinas, audióloga del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz, podrían ser aún mayores porque deberían incluirse las personas con “una pérdida unilateral, los que tienen una pérdida leve o moderada y pérdidas ocultas que no llegan a ser una discapacidad, y los que aún se niegan a aceptar su pérdida auditiva”.
Se trata de un problema de salud pública que va en aumento. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), se estima que en 2050 una de cada cuatro personas en todo el mundo sufrirá algún grado de discapacidad auditiva.
A menudo se considera una afección única y aislada, aunque se entrelaza con una serie de problemas de salud que amplifican los riesgos y las complicaciones. Comprender el impacto más amplio de la pérdida auditiva no tratada es esencial para tomar medidas hacia una vida más saludable. Cómo la pérdida auditiva está relacionada con otras afecciones y el abordarla pronto puede marcar una diferencia significativa para la salud en general.
Pérdida auditiva: más allá de los oídos
La pérdida auditiva es más que una simple condición física: es un problema de comunicación que afecta a todos los aspectos de la vida. Puede afectar al trabajo, en las relaciones, en la confianza e, incluso, en la salud mental. El viaje de la pérdida auditiva va más allá de los oídos: se trata de cómo se siente la persona, cómo se conecta y cómo prospera.
Uno de los vínculos más preocupantes asociados con la pérdida auditiva es su conexión con el deterioro cognitivo. Como comenta Salinas, estudios recientes demuestran que “la gran mayoría de las personas con esta dificultad auditiva también presentan trastornos depresivos”.
Y esto podría explicarse por el hecho de que, “al tener que hacer un esfuerzo mayor en cuanto a presuponer toda la información que les llega, necesita un proceso mayor a nivel cerebral, mayor cansancio y más deterioro y aislamiento”, afirma Salinas. Las personas dejan de participar en actividades de grupo porque no reciben bien la información.
Tener que mantener el ritmo de las conversaciones en una reunión familiar, malinterpretar palabras o tener que pedir que lo repitan constantemente es todo un reto. A menudo se producen malentendidos que pueden ser frustrantes y agotadores y hacen que muchas personas se retiren de situaciones sociales en lugar de afrontar el esfuerzo de escuchar.
En consecuencia, entraría una parte de deterioro mental ya que, a medida que el cerebro lucha por llenar los vacíos auditivos, desvía energía de otras funciones cognitivas esenciales, cosa que provoca que haya “un mayor deterioro mental y cognitivo”, afirma la radióloga.
¿Cómo proteger los oídos del ruido?
Cuidar de nuestros oídos es para toda la vida, poder comunicarnos bien y no tener dificultades auditivas es clave. Sin embargo, a menudo esto supone todo un desafío, sobre todo porque el ruido nos invade en nuestro día a día. La OMS lo define como un sonido desagradable y molesto que es potencialmente nocivo para la audición. Se mide en unidades denominadas decibelios, que indican la intensidad del sonido. Uno superior a los 85 decibelios puede dañar las células responsables de la audición. Con el tiempo, la exposición repetida a ruidos fuertes hace que estas células no se recuperen y la pérdida auditiva sea permanente.
Para Rubén González Rodríguez, audiólogo del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz, es importante “evitar en la mayor medida de lo posible el ruido y proteger nuestros oídos ya que es el único sentido que funciona las 24 horas del día, los 7 días de la semana”. La pérdida auditiva inducida por el ruido a menudo se produce de forma gradual, por lo que puede ser fácil pasar por alto los signos de alarma.
Si bien no todas las pérdidas auditivas se pueden evitar, sí se pueden adoptar medidas para evitar la inducida por el ruido. Como indica González Rodríguez, es importante “evitar sitios ruidosos, con ruido continuo o muy molesto, intentar evitar la música alta, especialmente evitar los auriculares de inserción, como mucho una hora al día y como máximo a 70 decibelios”. Es crucial, por tanto, bajar el volumen de todo lo que estemos escuchando. Si nos alejamos de la fuente del ruido, se reduce también la exposición y esto puede ayudar a prevenir la pérdida de audición.
Si no es posible alejarse del ruido, se pueden proteger los oídos con “tapones para ruidos, especialmente en el ámbito laboral. Se puede usar tapones de silicona, que pueden ir con filtro son los más específicos porque evitan determinadas de frecuencias y picos del ruido”, recomienda González Rodríguez.