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“Los caballos de Dios”, la espeluznante realidad de la ficción

Los caballos de Dios", la espeluznante realidad de la ficción

EFE

Madrid —

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“Es ficción total y realidad total”. Esa es la rotunda definición que el escritor marroquí Mahi Binebine hace de su novela “Los caballos de Dios”, un texto tan poético como terrorífico basado en la historia real de los autores de los atentados de Casablanca de 2003.

Binebine no busca con su libro justificar, sino mostrar que los jóvenes terroristas suicidas que cometieron los atentados, de poco más de 20 años, “no eran monstruos, sino víctimas” de un durísimo contexto social, del olvido del Estado y presas fáciles “de las mafias religiosas”.

Introducir la cultura y “educación, educación y educación” es la única receta, en opinión del escritor, para evitar que esos niños de la calle se conviertan con los años en terroristas, como ocurrió hace 12 años y como relata en “Los caballos de Dios” (Alfaguara), que se publica ahora en español.

El 17 de mayo de 2003, catorce kamikazes hicieron explotar las bombas que llevaban adosadas a sus cuerpos en cinco puntos distintos de Casablanca y de forma casi simultánea. El resultado: 45 muertos y casi un centenar de heridos.

Los terroristas eran jóvenes procedentes de la barriada de Sidi Moumen, donde cientos de miles de personas vivían alrededor de un enorme vertedero, del que sacaban su sustento, con pocas o ninguna oportunidad para salir de una situación de extrema pobreza.

Es en esa barriada donde se desarrolla un libro escrito con una ligereza buscada por el autor, que cree que es necesario el humor para hacer pasar los mensajes más duros.

“Yo pongo poesía” para hacer que los mensajes lleguen, asegura Binebine, para quien ha sido, incluso más importante que su libro, la adaptación que de la historia hizo el realizador francomarroquí Nabil Ayouch.

“En Marruecos se lee muy poco y en lugares como Sidi Moumen aún menos. La película es mucho más eficaz”, dice honestamente el escritor, que lo único que le reprocha al filme es ser “demasiado serio”, asegura entre carcajadas.

Porque, pese al tema de su libro y a los de otras de sus obras, como “La patera”, “Le seigneur vous le rendra” o “Tierra de la sombra quemada”, Binebine destila buen humor y esperanza, porque está convencido de que, aun así, las cosas pueden cambiar en Marruecos y ya lo están haciendo, aunque poco a poco.

“Podemos salvar ese país. La sociedad civil es extraordinaria”, asegura este artista multidisciplinar, tan conocido por sus novelas como por sus pinturas y esculturas.

Son los políticos, opina, los que deberían leerse el libro para darse cuenta de la situación en la que están muchas personas como las reflejadas en su obra.

Yashin, Nabil, Fuad, Jalil, Hamid y Azzi son un grupo de niños que sobreviven en ese barrio, juegan al fútbol y sueñan con un futuro mejor que probablemente nunca llegará.

Y junto a la narración lineal de su vida, Binebine introduce la voz de Yashin desde ese paraíso prometido por los islamistas que no existe, mostrando un tardío e inútil arrepentimiento.

Una mezcla de voces que aligera un relato que incluso por momentos es divertido e invita a olvidar el destino conocido de los protagonistas de la novela.

Una vida terrible que el escritor trata ahora de paliar con las nuevas generaciones a través de esa cultura que cree tan necesaria. Ha abierto un centro cultural llamado “Les etoiles de Sidi Moumen” (título original del libro), que lleva casi dos años funcionando y que programa proyecciones de películas, exposiciones o talleres de música.

Pretende abrir centros similares en Tánger, Fez y Uarzazat, todos ellos con el dinero conseguido con el libro y la película.

“Hay que ayudar en el lugar de origen, para que se desarrolle, e impedir la emigración desesperada”, que tanto preocupa ahora a Europa, resalta.

Existe “una gran hipocresía en Europa, incluso en España. Europa envejece y necesitan a los inmigrantes para pagar las pensiones. Alemania lo ha entendido”, pero no así el resto.

Y de esa situación se aprovechan los islamistas, que no son los hijos de las revoluciones, sino de las dictaduras de los países árabes que han durado 30 o 40 años. “Fueron los únicos que resistieron” y se aprovecharon de la desesperación y la pobreza de la gente.

Eso es lo que cuenta en “Los caballos de Dios”, nombre con el que se conoce a los terroristas suicidas. “Se necesitan apenas dos años para crear una bomba humana”, se lamenta.

Alicia García de Francisco.

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