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La directora de “Migas de pan” prefiere que haya “justicia” a ganar el Óscar

EFE

Madrid —

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La cineasta uruguaya Manane Rodríguez, que estrena el 7 de diciembre en España su película “Migas de pan”, en la que reivindica a las mujeres de su país que lucharon contra la dictadura y fueron vejadas y torturadas por ello, se conformaría si la cinta, aspirante al Óscar, sólo “sirviera para hacer justicia”.

Explica Rodríguez en una entrevista con Efe que, tras estrenarse la película en Uruguay, el expediente en el que las presas que salvaron la vida denunciaron a militares y médicos de la dictadura uruguaya (1973-1985) por continuas torturas y violaciones quedó olvidado, pero ahora parecía estar “moviéndose otra vez”.

“Ojalá, si la película sirviera para que salga del cajón y se haga justicia, ojalá -reitera Rodríguez-, no podría pedir nada mejor, ni Óscar ni nada. Y no es seguro que la cosa prospere, pero ¿y si sirve? Ojalá”, suspira.

“Migas de pan” es la séptima película de esta realizadora que reside en España desde que escapó de la dictadura y que se inspiró en la vida de varias amigas suyas para contar esta historia; mujeres que colaboraron como asesoras para contar esos años de los que “nadie habla en Uruguay”.

Es el caso de Ivonne Trías, que estuvo 13 años presa y aportó los detalles de la rutina en el penal de Punta Rieles, la cárcel donde encerraban a las mujeres.

“Se hablaba más del penal de Libertad que de Punta de Rieles. Allí -cuenta Rodríguez- las presas vivían hacinadas y si querían sobrevivir tenía que tener claro qué era lo más importante: eligieron la resistencia”.

Mujeres, como la propia directora, que no eran “heroínas, sino luchadoras”, dice.

Al estilo “Almodóvar”, se ríe Manane Rodríguez, puesto que su personaje protagonista es, como en “Julieta” -con la que podría competir por el Óscar- una mujer contada por dos actrices, “Migas de pan” es una coproducción española que cuenta con Cecilia Roth, para la versión madura, y Justina Bustos, para la joven Liliana Pereira, una “niña bien” que acabó en la cárcel por defender la libertad.

“Era un reto hacer creer, sin artificio, que era la misma mujer; ahí ganamos a Almodóvar”, presume Rodríguez del hallazgo, gracias a Roth, de la joven Bustos, que se le parece extraordinariamente“.

Se da la “dolorosa” circunstancia de que ésta es la primera ficción sobre este tema “en treinta y tantos años de democracia; me chocó -dice Rodríguez- que nadie del cine nacional hubiera tocado un tema tan doloroso y que marca tanto en un país donde la impunidad todavía existe”.

“Hay algunos detenidos, aunque cuesta Dios y ayuda detenerlos, y los juicios van para adelante y para atrás, se quedan en los cajones; hay mucho civil implicado en la dictadura y se va trabando”, se lamenta la directora de “Los pasos perdidos” (2001).

Asegura que hizo la película “como homenaje a estas chicas de 18 a 24 años, que consiguieron salir con bien de la dictadura uruguaya; lo digo en el sentido de que no las borraron del mapa -ironiza Rodríguez-, porque nadie nunca les preguntó ni contó con ellas”.

“Era una deuda que teníamos con ellas, contar su historia, pero no pude hacerlo hasta que encontré el motor y fue esa resistencia como línea de acción y, en el caso de la protagonista, su lucha por recuperar la relación perdida con su familia”. Porque también habla la película de cómo algunas familias abandonaron y hasta castigaron aún más a estas mujeres.

El detonante, agrega seria la directora, “fue pensar que podía haber sido yo. Yo me vine para España, tuve la fortuna de no caer presa, pero muchas de estas mujeres eran compañeras, amigas mías”.

España, explica, está presente en la cinta a través de Venerando, “el gallego”, como homenaje a gente como él, “decidida, que se involucró en nuestra lucha. Y también reconocimiento a España que nos abrió la puerta y nos recogió cuando nos fuimos de allí”.

Por cierto que la película acaba con la preciosa canción “Palabras para Julia”, que el propio Paco Ibáñez regaló a la cineasta, “emocionado” tras conocer el tema y a sus protagonistas.

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