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Las flores, esas musas discretas

Las flores, esas musas discretas

EFE

Madrid —

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De las delicadas rosas al agresivo Kudzu que estrangula casas y coches, el número R de la revista Matador se consagra a la botánica para honrar a una naturaleza que es fuente de oxígeno, de cobijo, de calor y de medicinas; y cuya estética es fuente indiscutible de inspiración del arte y la moda.

Las flores, las plantas y los árboles están presentes en la vida, a veces de forma invisible, en el aire que se cuela en los pulmones, o de la manera más visual, en obras cuyo objetivo es, precisamente, rendir tributo a sus formas y a su delicada belleza.

El número R de Matador homenajea a la botánica en todas su vertientes -científica, literaria y artística- desde unas páginas donde la vegetación lo es todo, como las pinturas de Giussepe Arcimboldo del siglo XVI, con flores que forman figuras humanas, a las fotografías contemporáneas de Paul Strand, pasando por las propias páginas de la revista, construidas a partir de la celulosa de un árbol anónimo.

Artistas, literatos y científicos -como Santiago Ramón y Cajal, del que se recoge el discurso de entrada en la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales- trazan un recorrido multidisciplinar por la botánica, que abarca desde que las cianobacterias y algas crearon una atmósfera, millones de años atrás, hasta la época de los transgénicos.

También recoge, simplemente, las evocaciones literarias que provoca el jardín de la casa de al lado, o un saúco cualquiera.

La amplia gama de colores de la que presumen los pétalos fue el origen del primer “Pantone”, elaborado en el siglo XVIII por el naturalista bohemio Tadeo Haenke, con el objetivo de estandarizar las variaciones de colores, algo imprescindible para las descripciones botánicas.

La revista cultural reproduce la imagen del “Pantone” del Siglo de las Luces, con más de 2.500 tonos pintados en cuatro láminas plegadas, sin encuadernar y algo estropeadas por el agua, que se guardan en el Real Jardín botánico de Madrid.

Matador también reúne algunas de las páginas amarillentas del Systema Naturae de Carlos Linneo, el primero en crear un método para clasificar las plantas, estableciendo el sistema de nombre científico de dos palabras, en 1785.

Del mismo siglo son las expediciones a América de Ruíz y Pavón, quienes, según cuenta -e ilustra- la revista, trajeron del Virreinato de Perú más de 500 especies antes desconocidas, algunas de ellas de gran valor para la industria y la ciencia.

Más allá de la faceta científica, las sinuosas curvas de los pétalos y las afiladas hojas despiertan la sensualidad en las fotografías en blanco y negro de Imogen Cunningham, cuya personalidad retrata, en palabras, su nieta Elizabeth Partridge.

La estética de las flores también es el objeto de las fotografías de Guiuco Gutiérrez, quién plasma flores actuales con mucha historia detrás, como la rosa Harry Maasz, obtenida en el inicio de la Segunda Guerra Mundial por Wilhelm J.h. Kordes II, a través de las rosas nativas europas, o la aterciopelada rosa Baroness Rothschild, nacida gracias a los populares concursos de rosas de la época victoriana, y dedicada a la aristócrata del mismo nombre.

Pero en la naturaleza, no todo es delicada belleza. Helene Schmitz retrata el Kudzu en Estados Unidos, una de las especies más agresivas del mundo, que crece 30 centímetros al día, colándose en las casas o engullendo lo que encuentra a su paso dentro de selvas sin forma.

La serie “abrazo asesino de la naturaleza” está inspirada en la peculiar planta, que fue introducida en Georgia y Alabama en 1876, paradójicamente, como un obsequio de Japón.

Paul Strand, icono de la fotografía universal, plasma el huerto que rodeaba su casa en sus últimos años de vida, explorando la naturaleza al detalle, sin podas ni arreglos, para apreciar lo cotidiano.

Rodney Graham fotografía “árboles invertidos” que, aislados, señalan más allá de lo que se ve a simple vista; y Stephen Gill retrata flores a su manera, estampadas en la ropa, como un factor de moda.

La botánica también se come, así que la revista recoge recetas de la gastronomía tailandesa, en la que las plantas y las especias son tradicionalmente los ingredientes protagonistas, alrededor de los cuales la familia se reúne en la mesa.

El número R de la revista sirve de doble homenaje, a la botánica y a sí misma, ya que con ella se celebra el veinte aniversario de un proyecto nacido en 1995 y que tiene el compromiso de editar 28 volúmenes, a uno por año -y cada uno dedicado a una de las letras del abecedario-, que culminará con la publicación del volumen Z, en el año 2020.

Por Lara Barreiro

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