El tiempo que viene: homenaje a la legión y el neofascismo
Días atrás, el Ayuntamiento de Almendralejo rindió homenaje a la Legión española y procedió a la inauguración de un monolito en su honor, situado en la rotonda del presidente Adolfo Suárez. Huelga decir que el evento contó con una exhibición militar que congregó a numerosos asistentes.
La pregunta que la ciudadanía debiera hacerse es si este acto institucional celebraba algún mérito presente de las Fuerzas Armadas Españolas o si, por el contrario, existía otra intencionalidad. ¿Por qué ahora?
El acto fue organizado con tal ambigüedad que podría discutirse si vulnera el artículo 15 de la Ley de Memoria Histórica, que insta a las administraciones públicas a que eliminen cualquier escudo, insignia o mención conmemorativa que exalten la sublevación militar, la Guerra Civil o la represión de la Dictadura. No fue eso lo que se hizo. Pero el acto contó con la hija del fundador de la Legión, Peregrina Millán Astray, que fue agasajada con regalos en un ágape celebrado en el Palacio del Vino.
Desde allí, animó a los legionarios presentes a seguir trabajando por los ideales que propugnó su padre, responsable del Departamento de Prensa y Propaganda del Régimen y uno de principales promotores y baluartes de Francisco Franco como Caudillo. La pregunta crucial es: ¿Cuáles son esos ideales? La presencia de Peregrina Millán-Astray en Almendralejo nos remite a un momento fundacional que lleva implícito una vocación muy clara: la reivindicación de una figura y de unos valores que adquieren, al insertarse en nuestro presente, un significado siniestro.
A nadie se le escapa que nuestra época va a estar marcada por un presidente electo que ha llegado al poder haciendo gala de la fuerza bruta y de su capacidad para aniquilar al débil, que siempre es el inmigrante o el extranjero, convertido en chivo expiatorio de todos los males patrios. ¿Qué papel juega hoy la figura de Millán Astray en una Europa que corre peligro de ser devastada por el nacionalismo xenófobo encarnado por Marine Le Pen?
En el imaginario de los defensores de la humanidad como portadora de derechos universales e inalienables, el célebre grito de “Viva la muerte, muera la inteligencia”, pronunciado por Millán Astray en el paraninfo de la Universidad de Salamanca frente a Unamuno el 12 de octubre de 1936, representa la superioridad del fuerte sobre el débil y legitima el ideal de que la violencia y la guerra son estados superiores de la realización humana.
¿Qué puede significar si no un personaje histórico al que se le recuerda por lucir con orgullo las mutilaciones producidas por los horrores de la guerra? La apología de la muerte simboliza hoy y siempre la amenaza de un poder que ama y que necesita la violencia, un poder que considera irrisorios e inútiles todos los ideales pacifistas que han cimentado la única patria posible para cualquier persona que sepa de la barbarie del fascismo: Europa, cuna y partenón de nuestra civilización occidental. Partenón significa, literalmente, “residencia de los jóvenes”.
¿Qué ideales enseñamos a los jóvenes desencantados de España cuando Peregrina Millán Astray promueve que se ensalce la figura del fundador de la Legión? No olvidemos que este poder latente al que nos referimos no sólo es enemigo de la razón crítica o de la conciencia universal expresada en el imperativo categórico kantiano, sino también de todas las tradiciones de pensamiento que sustentan nuestro actual sistema político: el liberalismo, la socialdemocracia y el republicanismo. De todo ello debiera ser consciente la derecha democrática, de la línea fina que le une a la extrema derecha y al neofascismo que viene.
