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Seis meses de tira y afloja con Correa

Francisco Correa, principal imputado en la Gürtel, durante el primer juicio del caso en Valencia.

Ignacio Escolar

Francisco Correa no quería que su confesión viese la luz. No quería que publicásemos ese documento de nueve folios que me entregó en mano, en su casa en Sotogrande, el 12 de abril de 2015. Las cosas han cambiado mucho desde entonces. En aquel momento, quería tirar de la manta a cambio de una rebaja en su condena. Hoy estas conversaciones con la Fiscalía y las acusaciones están rotas. Correa ha cambiado de abogado –lleva ya cinco desde que empezó su proceso penal–, y esos nueve folios que en aquel momento me entregó, cuando negociaba su colaboración con la Justicia, eran un material muy incómodo para él.

Fue Correa quien me contactó, quien quiso hablar conmigo. Cuando las acusaciones con las que negoció le pidieron que su confesión incluyese una entrevista en un medio de comunicación, le propusieron varios nombres. Fue el propio Francisco Correa quien, entre otras alternativas, me escogió. Ya me conocía. Dos años antes había comido con él junto con el jefe de política de eldiario.es, Gonzalo Cortizo, y el número dos de la Gürtel, Pablo Crespo.

Aquella primera reunión, el 16 de abril de 2013, empezó mal. Cortizo, cuando aún no habíamos comenzado a comer, pronunció unas palabras que Correa no tolera en su presencia: caso Gürtel. “Delante de mí no digas nunca Gürtel”, le interrumpió Correa. “Dicen que es mi apellido en alemán, pero a mí esa palabra me ha hecho mucho daño. Llámalo si quieres caso Correa”. Cortizo fue rápido: “¿Prefieres que lo llamemos caso PP?”. “Eso me parece bien, caso PP”, siguió Correa. “Pero es que además no sé por qué queréis hablar conmigo. A ti no te conozco” –dijo Correa a Cortizo–. “Pero tú” –dijo Correa señalándome–, “tú me has llamado ladrón por televisión”.

La comida empezó tensa y no acabó mucho mejor. Les ofrecimos hablar a través de eldiario.es, contarnos lo que sabían. Quedaron en pensárselo y Pablo Crespo nos dio una entrevista que publicamos poco después. Correa nos dejó su número de móvil. Volví a hablar con él por teléfono en un par de ocasiones más después de aquella primera reunión, hasta que aquel número (626 8xx xxx) dejó de funcionar; Correa cambia mucho de teléfono móvil, en mi agenda guardo tres números distintos a su nombre. No supe más de él hasta que las negociaciones con la Fiscalía y las acusaciones le volvieron a cruzar en mi camino, cuando fue él quien me escogió para darme una entrevista.

La siguiente vez que vi a Correa fue el 8 de abril de 2015, por la tarde, junto con su abogado de entonces, Francisco Miranda, en el despacho del abogado de una de las acusaciones. Me contó su intención de colaborar con la justicia a cambio de una reducción de condena, y accedió a darme una entrevista en vídeo que yo mismo haría para eldiario.es. Me dijo que quería que la hiciese yo personalmente.

“Si tengo que entrevistarte y vas a tirar de la manta, Paco, necesito antes reunirme contigo varias horas para que me cuentes todo en detalle y así afinar más las preguntas que te tendré que hacer. ¿Cuándo nos podemos sentar?”, le pregunté. Correa me dijo que lo tenía difícil porque no vive en Madrid. “¿Por qué no vienes a mi casa y hablamos allí?”, me planteó. Le contesté que sí y esa misma tarde compré un billete de tren para irme hasta Málaga, en el AVE que salió de Madrid el domingo 12 de abril a las 15:35. Correa me dio su nuevo número de teléfono (631 3xx xxx) y también instrucciones para recogerme en Málaga. “Cuando llegues, ve por la salida de la derecha. Después otra vez a la derecha yo te esperaré fuera en mi coche cien metros más allá. Tú mándame solo la hora a la que vas a llegar”.

Llegué a la estación María Zambrano de Málaga a las 18:06. Correa me esperaba donde me dijo con un coche alquilado, un Volkswagen Golf que le había pagado un amigo porque él no puede manejar tarjetas de crédito; todas sus cuentas están embargadas. “Mi coche está roto porque de tanto ir y volver a Madrid para firmar en la Audiencia he quemado el motor”.

Desde Málaga, fuimos en su coche hasta su casa, en Sotogrande, una exclusiva urbanización en la provincia de Cádiz, poco después de Marbella y Estepona. Es una casa de dos plantas frente a un puerto deportivo lleno de yates de lujo; desde la casa se puede salir directamente al amarre donde antes tuvo su barco, que ya perdió tras el embargo judicial. Está decorada con cuidado, con un estilo lujoso y muy recargado: lleno de cuero, muebles de madera a medida, vajillas de cristal… Era la casa pequeña de las dos que tenía en esta zona de la costa, la primera que compró. La otra, la grande, se la quedó su exmujer tras el divorcio.

Su vivienda está embargada por el juzgado, como todos sus bienes. Correa en aquel momento tenía problemas serios para pagar los recibos. Le cortaron el gas mientras yo estuve allí por falta de pago y, por lo que me explicó, era algo habitual.

Nada más llegar a su casa, me entregó en mano, en un sobre, el documento de nueve folios que eldiario.es publicó hace unos días. “Aquí tienes la verdad de la Gürtel”, me dijo. “Ningún periodista lo tiene más que tú y solo he mentido en una cosa, he sacado a Jesús Merino de lo de Castilla y León porque no le quiero perjudicar”. Me dejó leer el documento sentado en un sillón de su salón mientras él se sentaba en otro, a unos tres metros frente a mí. Era un papel redactado por él, con la ayuda de un abogado, para las negociaciones con la Fiscalía; después supe que Anticorrupción leyó ese mismo documento en una de sus reuniones con el abogado de Correa, pero no se lo quedó.

Correa puso un CD de canción italiana de fondo –supongo que para evitar que nadie pudiese grabar o escuchar la conversación– y empezó a contestarme en voz muy baja a algunas de mis primeras preguntas sobre lo que acababa de leer. Era muy vago en algunas respuestas. ¿Qué constructoras pagaban el 3%? “Todas”. ¿Por qué obras o adjudicaciones en concreto? “Ya no me acuerdo, he hecho tantísimas”. ¿Quiénes eran esos políticos con los que Luis Bárcenas repartía el dinero? “Ni lo sé ni lo quise saber”. Supongo que esta información la reservaba para su confesión judicial ante Anticorrupción, si la Fiscalía accedía a su pacto de colaboración.

Correa se guardaba algunos nombres cruciales, pero era tremendamente preciso en muchas otras contestaciones, ampliando con muchos detalles los nueve folios de su confesión. Estas son algunas de las cosas que el cabecilla de la Gürtel no puso por escrito en el documento que me entregó en su casa, pero que me contó en su salón.

La comisión. Cobraba el 2% o el 3% de cada contrato, siempre repartiendo con Luis Bárcenas. En algunos casos –“como algunas obras que llevan mucha tecnología”– era el 4%. El dinero llegaba en cajas de zapatos, en bolsas de plástico, en maletines… Siempre en efectivo y en billetes grandes.

La negociación. Correa, como intermediario, era quien contactaba a las empresas. Nunca hablaba con los primeros espadas de las compañías, siempre a través de cargos medios de las constructoras. Era él mismo quien pactaba la cantidad. “Soy muy buen negociador. A veces me salía de las reuniones dando un portazo, montaba unos pollos… Aprendí a regatear acompañando a mi madre a comprar a los puestos del zoco cuando vivía en Casablanca”. Correa nació en Marruecos y vivió allí gran parte de su infancia. Su padre, según me explicó, era un exmilitar represaliado por Franco que se exilió tras la guerra, y que no pudo volver a España hasta los años 60.

En ocasiones, para que la empresa supiese que estaba pagando al hombre adecuado, Correa organizaba una comida a tres junto con Luis Bárcenas –entonces número dos de la tesorería del PP– y el que pagaba la comisión. “En esa comida no se hablaba nunca del 3%, hablábamos de fútbol o de tías, pero así los empresarios sabían que yo era el enviado de Bárcenas”.

Los intermediarios. Había varios como él y la mayoría de ellos aún no han sido ni denunciados. “Así funciona esto, lo hacen todos los partidos”.

El reparto. Correa se quedaba entre el 10% y el 30% del dinero que recogía de los empresarios y entregaba el resto a Luis Bárcenas, que era quien repartía después con los políticos que adjudicaban los contratos, según su confesión. “Yo he visto a Luis preparar los sobres del PP durante años”. Sin embargo, el dinero en efectivo que Bárcenas y Correa manejaron del 3% no es el mismo que después aparecía en la contabilidad B del partido, en los papeles de Bárcenas. Son vías distintas y las cantidades también lo son, según me explicó.

En total, la caja B del partido que aparece en esos papeles registró 7,5 millones de euros en ingresos durante 15 años, de 1990 a 1992 y de 1997 a 2008. El 3% que recaudaba Correa, según su confesión, eran cifras mucho mayores, y es lo que explica gran parte de los 47 millones de euros que encontraron en las cuentas de Luis Bárcenas en paraísos fiscales, y también de los 25 millones que acumuló Correa.

Alejandro Agag. Correa aseguraba que no ha vuelto a saber nada del yerno de José María Aznar desde que estalló el caso Gürtel y él entró en prisión. Eran grandes amigos, por eso fue testigo de su boda en El Escorial. “Comí con Alejandro y con Bill Clinton en Casa Lucio” (un restaurante de Madrid). “También me presentó a Flavio Briatore y a Silvio Berlusconi”. Agag fue quien le recomendó a Álvaro Pérez, el ‘Bigotes’. “Alvarito” era amigo suyo y compañero en la universidad.

La ruptura con el PP. Fue en 2004, cuando el PP pierde las elecciones, Mariano Rajoy llega a la presidencia del partido y Luis Bárcenas asciende de gerente a tesorero. Pablo Crespo no se llevaba bien con Rajoy de sus años en Galicia y el partido empieza a contratar sus viajes y campañas con la entonces mujer del exministro del PP Juan Costa. Luis Bárcenas no le dice nada y deja de ponerse al teléfono. Poco después se encuentra con él en el Master de Tenis y Correa le increpa: “Eres un amoral, tanto que rezas a Dios, Dios te va a castigar por tus pecados”. Fue la última vez que habló con Luis Bárcenas hasta que salió de prisión.

Julio Ariza. El dueño de Intereconomía y exdiputado del PP catalán montó la única reunión en la que Luis Bárcenas y Francisco Correa se volvieron a ver tras su salida de prisión. Fue un domingo, en una cena en casa de Ariza. También asistieron Pablo Crespo y el abogado Miguel Durán. Dejaron a Correa con Bárcenas media hora a solas y, según Correa, el extesorero del PP se echó a llorar. Bárcenas le preguntó: “¿Cómo es de dura la cárcel?”. “Tú no lo soportarías”, le respondió.

En casa de Julio Ariza, Correa también se vio con dos personas más en otras cenas organizadas por el dueño de Intereconomía: con Javier de la Rosa y con Mario Conde. “De la Rosa es el tío más inteligente que he conocido”.

Luis Bárcenas. “Si yo hablo, Luis va a la cárcel”. Está muy decepcionado con él porque no ayudó a su familia cuando estaba en prisión. “A pesar de tener un montón de millones en Suiza, se desentendió de mí”. “Es una mala persona”.

Sí ayudaron a su familia dos importantes constructores durante el tiempo en que Correa estuvo en prisión.

La cárcel. Estaba en un módulo de la prisión de Soto del Real preparado para 75 personas, pero donde se alojan justo el doble, dos por celda, a pesar de que los cubículos fueron diseñados para ser individuales. “Puedes pedir que se cumplan tus derechos humanos y que te pasen a una celda individual, pero si lo haces te meten en un módulo lleno de yonkis donde sí tiene una celda para ti, pero con lo peor de la prisión en la galería”.

Tuvo varios compañeros de celda: primero, el propio Pablo Crespo, después un bancario detenido en Italia, un economista rumano… No tuvo problemas con ninguno de ellos salvo con uno con el que estuvo una semana y que tenía un móvil en la celda, que temía que podrían achacarle a él y complicarle la vida. Este tipo después se chivó de que un amigo suyo, que estaba en la cocina, le daba algunos platos fuera del menú vegetariano que tomaba Correa –“alguna salchicha o alguna hamburguesa, que sí me gustaban”– y le obligó a cambiar de módulo.

Pablo Crespo se pasó al módulo de respeto; dice que le vino bien, porque dejó de hablar todo el día de la Gürtel. En la cárcel se refugió en el deporte: correr, pesas… “Hay un polideportivo muy bueno en Soto que se ve la sierra”. Cuando salió de la cárcel, invitó a comer al funcionario de prisiones que llevaba el gimnasio. En las pesas, con lo del deporte, se hizo amigo de alguno de los presos más duros de Soto del Real, que le protegieron.

Su justificación. “Yo no he robado un duro a nadie. No he dejado a deber nada a nadie, nunca. El dinero era de empresas privadas que me pagaban por mi labor de lobby, exactamente igual que hacen un montón de personas en todo el mundo de forma perfectamente legal”. Cuenta también que una de sus empresas, muy al principio, quebró y dejó un pufo de algunos millones de pesetas a varios bancos. Años después, cuando se había repuesto con otra empresa distinta, Correa dice que les llamó para pagar lo que se debía. “Negociamos una quita y pagamos. Allí flipaban porque no habían visto nunca algo así.”

Correa decide no hablar

Tras la visita a su casa, fijamos una fecha para la entrevista a la semana siguiente. El día antes, Correa la canceló. La entrevista se fue postergando un día y otro día. Hubo hasta cinco fechas distintas y Correa retrasó todas ellas hasta que al final la anuló. La última vez que me vi en persona con él fue en el Hospital Clínico de Madrid, en la habitación 40 del piso 8, donde estaba ingresada su madre, que murió poco después. Hablé con él varias veces más por teléfono. Pero en mayo Correa canceló definitivamente la entrevista, cambió de abogado y también de número de teléfono.

La confesión de Correa está en mi poder desde el 12 de abril. No la publiqué nada más romperse las negociaciones con la Fiscalía y las acusaciones porque aún mantenía la esperanza de convencer a Francisco Correa de que accediese a esa entrevista con eldiario.es a la que se comprometió. Sin embargo, hace pocos días, decidí publicar lo que tenía y olvidarme de la entrevista por una razón: porque descubrí, según publicó Interviú, que Correa habría cobrado por su silencio “un coche lleno de dinero”. La entrevista nunca iba a llegar.

El martes de la semana pasada, 20 de octubre, un día antes de publicar, me puse en contacto con Luis Bárcenas para recabar su versión de la confesión de Correa. Hablé con él a las 22:33 de la noche. Barcenas me negó todo lo que aparecía sobre él en la confesión del primer imputado en la Gürtel –“Es rigurosamente falso”–, pero sí confirmó su cena con Correa en casa de Julio Ariza. “Eso es cierto pero no es la última vez que nos hemos visto, nos volvimos a ver después en la Audiencia Nacional”.

Solo una hora y cuarto después de hablar con Luis Bárcenas, sonó mi teléfono móvil. Era un número que no tenía registrado en mi agenda: 616 2xx xxx. Eran casi las doce de la noche y yo ya estaba en la cama, dormido y algo enfermo, con gripe; al día siguiente tenía que madrugar para ir a la cadena SER. Era Francisco Correa, desde su nuevo móvil. Se había enterado por mi llamada a Bárcenas de que iba a publicar el documento y quería pedirme que no publicase su confesión. “Yo te pido por favor no publicar nada, nos sentamos y hablamos de lo que tenemos que hacer”.

Le dije a Correa que sabía que el documento lo había leído la Fiscalía. “Sí, pero la Fiscalía se lo devolvió a Paco Miranda (su abogado). La Fiscalía no puede decir absolutamente nada porque tiene que mantener su secreto profesional”. “No puedes hacer esta barbaridad porque me jodes la vida a mí y a mucha gente”.

La conversación duró más de 20 minutos y quedé con Correa en que le volvería a llamar por la mañana, al día siguiente. Le telefoneé a las 10:44 del miércoles. No lo cogió, así que le mandé un SMS: “Vamos a publicar el documento”. Unos minutos después, a las 10:50, me contestó la llamada. No lo cogí y al poco me llegó un SMS. “Nacho soy Paco Correa. Oye acabo de ver tu mensaje. Es que ayer me acosté muy tarde y estaba dormido. Llámame por favor”. Y otro SMS más a las 10:51. “Nacho llámame haz el favor. Que tengo algo importante contigo. Llámame antes de publicar que-ya-oido(?) que he visto que quieres publicar”.

Por la extraña redacción y puntuación de estos mensajes, es probable que fuesen enviados con el servicio de dictado de mensajes SMS.

Correa volvió a llamar y le cogí. Le dije que íbamos a publicar el documento ese mismo día e intentó convencerme de que no lo hiciese a cambio de otra información. Me pidió que hablásemos desde una línea fija para evitar que la llamada fuese grabada y le mandé por SMS el número de eldiario.es con mi extensión. Hablamos otra vez y me ofreció darme otra información a cambio de no publicar el documento de su confesión. “En lo que tú vas a publicar mío, el tema Gürtel, está ya de vuelta. ¿Si te paso una información más importante que ésta te compensa?”

Correa me aseguró que tenía papeles, y que esa información afectaba a alguien muy relevante. “Si te doy la información tú yo tenemos que ir a un notario y ahí me aseguras que no publicas lo otro”.

Tras unos minutos de conversación, le dije a Correa que no aceptaba el trato que ofrecía. “Te vas a arrepentir porque es muy bueno”, me contestó. Le insistí en que no me interesaba y le colgué. Volvió a llamar. No le cogí; no teníamos nada más que hablar después de tantos cambios de criterio. Me envío dos mensajes más, supongo que con el sistema de dictados de SMS cuando salta el buzón de voz. “Nacho mira no sé si me has cortado. Pero te cuento para tu tranquilidad y la mía estoy dispuesto a agarrar el coche irme a Madrid ahora y te lo cuento. Y creo que debes de escucharme. Es muy importante. Yo estoy dispuesto a agarrar el coche”. Le respondí con otro SMS. “Lo voy a publicar ya”.

No he vuelto a hablar con Correa desde entonces. Solo he visto el comunicado que mandó horas después, donde niega que me entregase el documento. No esperaba otra cosa. Reconocer que me dio esos nueve folios hoy le perjudica en los juicios que tiene pendientes. Tampoco me sorprende que su nuevo abogado –Javier Saavedra, que no estaba con Correa cuando todo esto pasó– nos desmienta; proteger a su cliente es su obligación profesional. O que Luis Bárcenas también lo niegue y amenace con querellarse contra nosotros. O que todo el PP, y gran parte de la prensa, le quite importancia a esta noticia. O que los mismos 'periodistas' que despreciaron los papeles de Bárcenas porque eran “solo fotocopias” ahora desprecien la confesión de Correa porque “no está firmada”. Era lo esperado. Y, aunque nunca pase nada, no nos vamos a callar.

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