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Arte diminuto para desmontar el 'copyright': ¿la piratería más pequeña de la historia?

Robert Hovden ha utilizado un haz de iones para grabar las copias de las obras sobre obleas de silicio

Cristina Sánchez

Entras a una exposición y ves cuatro cuadros en blanco. En cada uno, en el centro, hay una oblea de silicio. Aparentemente son todos iguales. El título de la exposición es 'When art exceeds perception' ('Cuando el arte excede la percepción'). Vuelves a mirar fijamente, prestando atención a los detalles, pero no logras distinguir nada más. Comienzas a dudar si tienes un mal día o el artista está gastándote una broma tan innovadora que solo él es capaz de entenderla.

Nada de eso. En realidad, algunas de las obras de arte más famosas de las últimas décadas - o mejor dicho, sus reproducciones - están ahí, aunque que tu ojo es incapaz de percibirlas. Han sido grabadas con un haz de iones a una escala 500 veces más pequeña de lo que tu ojo humano es capaz de percibir, y cinco veces más pequeña que la longitud de onda de la luz. El autor de estas obras maestras de la nanolitografía es el científico Robert Hovden, doctorando en física por la Universidad de Cornwell, lugar donde se expone esta muestra.

Cuando una obra de arte es copiada, enmarcada y exhibida públicamente, pero no se puede ver ni interpretar, ¿qué queda del artista? Esta es la reflexión que nos plantea Hovden, que ha realizado las reproducciones sin pedir permiso a los artistas. Así pretender cuestionar los límites del plagio: ¿se infringen los derechos de autor cuando la copia es invisible? Según este fotógrafo de los átomos, la exposición también podría haberse titulado 'Reductio ad Absurdum'.

LOS LÍMITES DEL 'COPYRIGHT' SOMETIDOS A UNA ESCALA NANOSCÓPICA

En la exposición se incita a la ética de la copia, del plagio, y se critica la propiedad intelectual. Sin embargo, quiero dejar la interpretación jurídica a los demás. Esta exposición es un experimento mental”, defiende Hovden.

Este investigador estadounidense no eligió las obras al azar. Creía que con ellas podía generar debate sobre los límites de los derechos de autor. Tres de ellas (un cuadro de René Magritte, una serigrafía de Matisse entre las más vendidas del MOMA y un mosaico de M.C. Escher) están protegidas con 'copyright'. Por eso decidió reproducirlas.

Hovden argumenta que el arte tiene que pertenecer a los que quieran disfrutar de él. “Una vez que el arte ha sido compartido, inevitablemente pertenece al público: impregna nuestro consciente, da forma a nuestra cultura y nos informa del trabajo futuro. Siempre necesitaremos incentivos para la creación artística, pero esto no implica un monopolio intelectual de más de 70 años”, defiende.

En EE.UU., los autores tienen derechos exclusivos sobre sus obras. El juez tendría que decidir si Hovden está infrigiendo los derechos de autor con sus reproducciones o si esta muestra es una excepción y puede acogerse al 'fair use', el uso legítimo o razonable, y ser considerada legal. La propia Oficina de Copyright estadounidense advierte que no siempre es fácil diferenciar la reproducción ilegal de la legal: “la distinción entre lo que es un uso justo y lo que es una infracción en un caso particular no siempre es clara o fácil de definir”.

Si la exposición se hubiera celebrado en España, Andy Ramos, abogado especialista en propiedad intelectual, nos explica que “no hay ningún límite o ninguna excepción en la Ley de Propiedad Intelectual en la que Hovden se pudiera amparar para reproducir estas obras”. El tamaño poco importaría: al fin y al cabo, tampoco podemos ver el el contenido grabado en un DVD, sino que necesitamos también de un instrumento mecánico para disfrutarlo.

Precisamente este investigador quiere abrir un debate sobre las leyes de 'copyright', que califica de muy restrictivas. “Me gustaría ver políticas justas bien definidas y más relajadas de uso legítimo”, asegura. De momento, nadie lo ha demandado. Eso sí, los herederos de Escher han advertido que Hovden está infringiendo la ley con sus reproducciones, según publica The Verge.

La cuarta obra de la exposición, y la única del siglo XXI, es Laylah K., una obra en óleo de Joy Garnett basada a su vez en la famosa fotografía de dominio público de la guerrillera palestina Laylah Kaled. La obra de Garnett tiene licencia Creative Commons. Esta artista es la única que sí ha contestado directamente a Hovden sobre su obra.

Garnett mandó a Hovden una irónica carta pública en la que utilizaba un formato similar al de una queja formal por infracción de derechos de autor para burlarse precisamente de las incongruencias de la sobreprotección de estos derechos, según el texto de la misiva. “Cuando sea razonable considerar el ojo de la mente (o la imaginación) como un medio y la memoria como un dispositivo de grabación, la memoria puede ser susceptible de infracción, incluso donde los objetos de su atención vuelan muy por debajo de la percepción humana.”

“Deberíamos empezar a educar a los artistas en los beneficios de la licencia Creative Commons. Hay una discrepancia entre el arte y el mundo tecnológico en la educación de una cultura abierta que, en parte, es la razón por la que estas dos industrias están colisionando”, defiende el nanocientífico.

Precisamente otra de las metáforas de la exposición es la vinculación entre el arte y la microelectrónica. Hovden ha utilizado silicio para grabar estas obras, un elemento químico que, sin que tampoco nuestro ojo se dé cuenta, está presente en todos los dispositivos electrónicos que gobiernan nuestras vidas. “En una era digital en la que la información está cifrada y almacenada en bits en los dispositivos a escala nanoscópica, las respuestas a las preguntas filosóficas, morales y legales que rodean el 'copyright' se han convertido en confusas”, defiende Hovden.

Con esta exposición, el investigador nos recuerda que el arte y los 'selfies', la poesía y los mensajes de texto, existen físicamente en el teléfono que está nuestro bolsillo, en forma de millones de bits nanoscópicos. “Estoy realmente fascinado por la naturaleza tecnológica que la humanidad ha construido a una escala nanoscópica”. Y si la nanotecnología gobierna el mundo, ¿debería evolucionar nuestra sociedad hacia una cultura más libre y accesible? Aunque aparentemente no veamos nada en la exposición, hay mucha filosofía encerrada en estas diminutas obras.

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Las imágenes de este artículo son propiedad de Robert Hovden

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