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Espigando el despilfarro alimentario

Algunos de los alimentos que recoge Espigoladors y que no se comercializan por criterios estéticos.

María Muñoz

Luchar contra el despilfarro alimentario, combatir el hambre de forma sana, saludable y nutritiva y generar oportunidades. Son l0s tres ejes sobre los que actúa Espigoladors -Espigadores en castellano-, una entidad catalana sin ánimo de lucro que recupera a productores y empresas fruta y verdura, que luego se entregan a otras entidades sociales o emplean para elaborar otros productos, como pueden ser mermeladas, salsas o mermeladas. En todo el proceso participan colectivos en riesgo de exclusión social.

“En España 7,7 millones de toneladas de alimentos, es decir 163 kilos de media por persona, que podrían haberse consumido o que se podría haber dado otro uso, acaban en la basura cada año”, afirma Mireia Barba, impulsora de Espigoladors. Y añade: “Son productos que se desechan a causa de los malos hábitos de consumo, los altos estándares de calidad de las empresas (rechazan los que no cumplen unos cánones estéticos de tamaño, forma y color) o por la mala planificación de comercios y ciudadanos.”

Barba, que procede de movimientos sociales y plataformas contra el despilfarro alimentario, explica que hace un año conoció a Silvia en un comedor social. “Ella tenía dos hijos, se había quedado sin trabajo y durante el día acudía a los comedores sociales y por la noche espigaba comida en un contenedor de basura que había junto a una tienda que cada día tiraba allí comida que los consumidores ya no querían por lo que fuera pero que estaba en perfectas condiciones”, explica la impulsora de la empresa. Empezaron a darle vueltas a la cabeza y comenzaron a pergeñar la futura empresa social que debía recuperar una buena parte de los alimentos que se desperdician y al mismo tiempo generar oportunidades para personas en riesgo de exclusión social para que no tuvieran que rebuscar en la basura en busca de comida.

Recuperar en el campo y empresas

Así nació Espigaladors. Como los espigadores que recogen las espigas que quedan en el suelo tras la siega, ellos “espigan” los campos y las empresas para recuperar esos alimentos que se descartan, ya sea porque no cumplen los criterios estéticos para venderse, porque hay un exceso o porque se han reducido las ventas por la razón que fuere. “Hay varios productores que ya nos avisan justo antes de volver a cultivar y podemos acercarnos a recoger todo lo que han descartado, que no son alimentos en mal estado, sino que en muchas ocasiones son frutas y verduras más grandes de lo normal o que no tienen los criterios estéticos que exigen las empresas para comercilizarlos”, señala Barba.

Las cantidades recogidas en el campo varían en función de los productos y del tamaño de las explotaciones y en una mañana pueden “espigar” entre 300 y 2.000 kilos ya sea de patatas, calabazas, limones mandarinas, berenjenas o cebollas. Las entidades a las que donan parte de lo recogido tienen que cumplir unos criterios de distribución y almacenamiento que no haga que esos alimentos donados se pierdan después en el reparto. “Tienen que ser entidades que tengan instalaciones de almacenamiento que permitan conservar estos alimentos y que tengan una capacidad de distribución rápida, como es el caso de una tienda solidaria con la que colaboramos en Sant Boi que reparte alimentos a unos 820 usuarios cada 15 días”, subraya la responsable de Espigaladors.

Con la parte de lo recogido, ya sea en el campo, empresas de distribución o supermercados, elaboran otros productos como pueden ser mermeladas, cremas frutos y salsas que comercializan bajo la marca es im-perfect -es imperfecto- y con una etiqueta que dice: “Comprando este producto serás de esa gente bonita que no tira frutos feos”. De momento comercializan estos productos en pequeñas charcuterías de Barcelona y Vic y ferias de productos alimentarios que se realizan en Cataluña. En los próximos meses, su intención es poner en marcha una página web donde todo el mundo pueda adquirir estos productos.

El perfil de los colectivos en riesgo de exclusión social que participan en el proyecto son personas jóvenes y mayores de 45 años. De momento, hay cuatro contratadas y otras tantas más en proceso de formación en la “red de espigamiento”, señala Barba. La empresa funciona como asociación sin ánimo de lucro y su intención es ir abriendo nuevas líneas de productos según vayan creciendo. De momento, solo operan en Cataluña pero confían con el tiempo empezar a trabajar también en el resto de España.

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