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Interferencia (Wikipedia): “fenómeno en el que dos o más ondas se superponen para formar una onda resultante de mayor o menor amplitud”.

Interferencias es un blog de Amador Fernández-Savater y Stéphane M. Grueso (@fanetin), donde también participan Felipe G. Gil, Silvia Nanclares, Guillermo Zapata y Mayo Fuster. Palabras e imágenes para contarnos de otra manera, porque somos lo que nos contamos que somos.

La voz de Felipe

Stéphane M. Grueso

Hace ya unos días de esta polémica. Ha pasado todo el ‘hype felipista’ pero no se me va de la cabeza. Tengo 42 años y he nacido en Sevilla. Eso significa que Felipe González Márquez y Alfonso Guerra González son más próximos a mí que muchos primos hermanos. Toda la vida escuchando su voz. Toda la vida atendiendo. Y gran parte de mi vida pensando que “si hizo lo que hizo” fue por razones de Estado, no lo hizo por ser otro corrupto y (casi)demócrata más de los que pueblan nuestra clase política.

Si eres como yo, ese Felipe, (sí, para nosotros no tiene apellidos y Felipe sólo hay uno) ha sido una presencia habitual y continuada en nuestras vidas. No tengo edad para haberlo votado en el 82 cuando mis padres y muchos otros creían que #SíSePodía. Felipe te lo aseguraba. Sí, ese familiar lejano del que conocías su voz, su pelo, su gesto… Prácticamente podías olerlo en tu casa. Alfonso también, pero nunca llegó al carisma de Felipe. Siempre hizo de malo. Y además le pillaron con lo de su hermano. No como a Felipe, que nunca le han pillad…

Bueno. Sigo. De verdad que escuchas su voz y piensas que es de tu familia. Que le has oído  en bautizos y cenas de Navidad. Que te crees lo que dice. Años y años de su voz en la tele en blanco y negro, en la AM (su voz filtrada sin graves ni agudos), después en la FM y en los nuevos canales de televisión, ya en color…  Su voz entrando en Europa, construyéndonos (como si él estuviera con la pala en la obra) las mejores y más modernas infraestructuras de Europa. Su voz explicando la Expo’92, aquello que cambió mi ciudad natal para siempre, pasando de ser una capital de provincias a una moderna metrópoli europea con puente de Calatrava y todo… Esa voz, su voz, toda la vida.

Cruzo Europa de oeste a este en avión mientras escribo estas líneas. Atravieso en el aire las fronteras imaginarias que en el suelo ya cayeron. Todo ese espacio Shengen de libertad y fraternidad que Felipe construyó. Pienso ahora que ya empezamos a desenmascarar a Felipe hace tiempo, pero nos ha costado, me ha costado ver el fraude. La mentira. Ver al hombre.

Felipe ha sido esa Esperanza Aguirre que no sabía nada mientras a su alrededor campaba a sus anchas la corrupción. Con ‘C’ mayúscula. Múltiple y continuada. El Felipe que no sabía nada de FILESA o de los GAL, el Felipe con (dicen) curiosos intereses comerciales en Marruecos o Latinoamérica, el Felipe que se aburre en los consejos de administración de grandes empresas que hicieron su agosto bajo su reinado…

Y ahora la guinda. El no va más. El Felipe de “yo era el de la chaqueta de pana y vosotros simples mortales no sabéis una puta mierda de lo que es la ética.” O la ley. Un especie de chulo de discoteca con altavoz y algo de prestigio. Ese Felipe al que, incluso hasta ahora, gente como yo no podíamos poner al nivel de otros conocidos expresidentes. De los que nos meten en guerras ilegales, manipulan la memoria de 192 muertos por intereses electorales o ‘maniobran’ de forma espuria en foros internacionales con países del norte de África por su interés personal… En mi caso, Felipe ahora ha colmado el vaso. Le he visto el truco. Se acabó.

Y es que en las ultimas fechas hemos vuelto a oír la voz del ‘tío Felipe’ en sesudas comparecencias de estadista. Pero en esta ocasión no nos convencía con proyectos ilusionantes o le daba caña a la derecha (cuando todavía pensábamos que él era de izquierdas, claro. Ay, qué imbéciles fuimos. O somos.) Esta vez la familiar, firme y cálida voz que escuchamos en nuestra casa al final del pasillo, nos ha dicho cosas como que “Pinochet respetaba mucho más los derechos humanos que Maduro” o “Stalin autodeterminó a millones de soviéticos a Siberia” refiriéndose al proceso en Catalunya… No te lo puedes creer. ¿Serán sus intereses de nuevo? ¿Hay algo que no sepamos? ¿Está senil? Alucino.

Por cierto, que también alucino con el hecho de que en pleno año 2015 y en esta (precaria) Democracia, NADIE en el PSOE alce la voz ante las carajotadas, para usar ese andaluz y tono cercano y jovial que el oriundo de Dos Hermanas y yo compartimos, que está diciendo Felipe. Una tras otra. Cada cual mayor. Sí, carajotadas. He pensado mucho que sustantivo usar, y creo que ese es el más acertado. En el PSOE están a otras. Supongo que decidiendo dónde van a a poner la gran bandera de España en su próximo acto.

Felipe ha sido la decepción de toda una generación. No la mía, la mía es la de la puñalada del artículo 135 de la CE. Por cierto, que esa decepción se nos va a quedar para largo (Tomen nota ‘Pedros Sanchezes’). Felipe representa lo peor del neoliberalismo, el: “yo para mí y sólo por mí”. El neoliberalismo de “la ley está bien y hay que cumplirla siempre, pero claro… A veces debemos cortar esquinas…” El Felipe que cambia la chaqueta de pana por la de Armani, que le regala alguien, claro. El Felipe que se caga en la Constitución, los Derechos Humanos, la ley, la razón, la ética y en la inteligencia de sus conciudadanos, muchos como yo cautivados por su canto de sirena del Guadalquivir.

Felipe, sin acritud, eres una vergüenza para toda la gente que ha luchado para que mis hijos puedan vivir en una sociedad más democrática, justa e igualitaria (o lo que tengamos de eso). Esa gente que se ha dejado hasta la vida, y posiblemente más.

Felipe, ojalá no vuelva a escuchar tu voz.

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Interferencia (Wikipedia): “fenómeno en el que dos o más ondas se superponen para formar una onda resultante de mayor o menor amplitud”.

Interferencias es un blog de Amador Fernández-Savater y Stéphane M. Grueso (@fanetin), donde también participan Felipe G. Gil, Silvia Nanclares, Guillermo Zapata y Mayo Fuster. Palabras e imágenes para contarnos de otra manera, porque somos lo que nos contamos que somos.

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