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Sobre este blog

Ni dos años estudiando con las monjas Carmelitas, ni tres con los Hermanos Maristas, ni siete más con los Salesianos, ni los sucesivos ataques a mi integridad física e intelectual por parte de las bestias falangistas que impartían las asignaturas de Formación del Espíritu Nacional franquista en los años oscuros de mi juventud, ni siquiera tanta barbarie junta consiguió asustarme con sus dioses vengativos ni sus patrias imaginarias. Porque los dioses y las patrias son creaciones de la imaginación de los hombres que viven y se aprovechan de su exclusiva administración, porque ambos inventos sustentan lo peor de la historia criminal de la humanidad, porque ambos son la mecha de tanta injusticia en la Tierra. Por todo ello, a este blog le cobija el título de “Ni dios, ni patria, ni rey”.

El rey, que no lo había dicho, tampoco existe. Pero él todavía no lo sabe.

La broma está durando ya demasiado

Manuel Saco

A falta de un buen fin del mundo, tenemos una mierda de fin de año. Como todos los años. Pero este ha sido un año mariano, el año primero de la victoria popular, como gustaban decir sus fachas antepasados, en el que se iba a bajar el iva y se iva a bajar el iba, dicho por activa y por pasiva (“No más IVA, no más IVA” gritaban alegremente por plazas y calles los fieles del PP, exhibiendo en sus manos las chuches de la maltratada niña de Rajoy, como fetos ensangrentados por la acción criminal de Zapatero);

el kilómetro cero de nuestra felicidad (“no me escudaré en la herencia recibida”);

en el que se dinamizaría la economía con la fórmula mágica de una bajada generalizada de impuestos (“nunca se ha salido de una crisis subiendo los impuestos”);

el año en que se prometía a los parados 3,5 millones de empleos, pero que terminó con un millón de desempleados más en las colas del INEM (“cuando yo gobierne bajará el paro”);

en el que el ministro de Economía descartaba taxativamente la creación de un “banco malo”;

tras recriminar a Zapatero el maltrato a los trabajadores públicos (“no os dejéis engañar, recortes son bajar el sueldo a los funcionarios”);

donde cierto modelo de la eficiencia y la honestidad serían ejemplo y guía para el nuevo gobierno (“el modelo Camps es el que yo quiero para España”);

donde el estado de bienestar no lo IVA a tocar ni Bruselas (“le voy a meter la tijera a todo salvo a las pensiones, sanidad y educación”);

donde los más débiles tendrían tratos preferentes -¿he dicho preferentes?- frente a los poderosos (“no pienso dar un solo euro de dinero público a la banca”);

en definitiva, el año de la salud (“estoy en contra del copago en Sanidad”)...

¡Señor, qué fatiga de año!

Mis tres bestias negras existenciales que adornan el frontispicio de este blog, dios, patria y rey, habían padecido un annus tan horribilis que difícilmente podrá superarlo el 2013 que estamos a punto de estrenar... a no ser que me quede embarazado.

El rey despedía su annus con el tradicional discurso navideño, en el que nos hablaba con la boca llena o sujetando penosamente la dentadura, aún no lo sé bien, en una postura realmente novedosa, como si le doliese la almorrana del annus, medio sentado, medio recostado contra la mesa de su despacho, quizá consciente de que hay que ir pensando en dejar libre el sillón de cuero que se entreveía a sus espaldas, y que la broma de que es rey de todos los españoles está durando ya demasiado.

La Iglesia Católica, intérprete de dios en la Tierra, el mayor club de solteros que haya conocido jamás la Historia, sacaba a sus fieles casados (cada vez más escasos, bien es cierto) a la plaza de Colón de Madrid el penúltimo día del año, para reafirmar el valor de la familia tradicional como elemento central de la estructura del poder eclesiástico. Sin la familia, la fábrica de fieles que adoctrina, aterroriza y secuestra las conciencias de los hijos, su industria se vendría abajo en un par de generaciones. Esa familia que ellos, sin embargo, aborrecen para sí muy ladinamente, mediante un contumaz celibato que evita la dispersión de su patrimonio colosal, para impedir así que las herencias pasen tontamente de padres a hijos como obligan las leyes de los laicos, sino de obispos a obispos, para mayor gloria del Vaticano.

Despedían ayer el año en plaza pública, como quien se toma los doce padrenuestros sin atragantarse con cada campanada, Rouco Varela y 30 obispos y cardenales, con sus vestiditos de colores, maldiciendo a coro contra el aborto y el matrimonio gay, mientras por una pantalla gigante se oía la vocecita amadamada del farsante de Roma, desde el más allá, desde la lejanía del Vaticano, velando por su negocio, orando con su varonil porte y entonación por la salvación de todos los solteros. O algo así me pareció oír. Allí se dieron cita las subsectas cristianas del Opus Dei y los neocatecumenales de Kiko Argüello, que son los que subvencionan a Rouco estos saraos místicos. Y también las monjitas, las esposas de dios, que no me extraña que tengan tan buen concepto del matrimonio: casadas, ricamente mantenidas, pero sin tener que soportar los daños colaterales de la manutención de la familia y las broncas conyugales.

Un día antes, el jefe del gobierno de la patria nuestra (¡Vivachpaña!) había reunido a los periodistas para hacer balance de su annus horribilis por culpa de Zapatero, y para traer la buena nueva de que ya se ven brotes verdes al otro lado del túnel. Definitivamente, los presidentes de gobierno son los únicos animales que tropiezan dos veces en el mismo ejemplo.

Dioses, patrias, reyes, dispuestos a quedarse un año más entre nosotros, como si ellos fuesen la solución en vez del problema. Y todos sintiendo la obligación de transmitirnos sus insensateces, con parecida autosuficiencia a la de Einstein explicando su ecuación E=mc: España=Mariano elevando el precio de la luz al cuadrado. Creo recordar.

Porque lo más taimado es que te violen y que te lo expliquen al mismo tiempo. Con tanta explicación acabas teniendo el sentimiento de culpa de que eres un quejica, y dejas de chillar automáticamente, y te abandonas para que el violador goce.

Soy incapaz de creerme una sola palabra de un rey presuntamente democrático, entronizado por un dictador sanguinario, que se fotografía cazando elefantes en Bostwuana mientras mantiene la presidencia de honor de la sección española del World Wildlife Fund (WWF), la más prestigiosa organización de defensa de la naturaleza. Por más esfuerzos que hago, me recuerda al Ratzinger, con su vestidito de seda blanca, rodeado de la riqueza más insultante, intentando convencernos de que los pobres son unos bienaventurados, porque de ellos será el reino de los cielos. Solo han de tener paciencia. La misma paciencia que nos solicita Mariano, mientras nos explica por qué retiene ilegítimamente el poder a pesar de haber mentido masivamente a sus propios votantes.

Si te crees la primera gran mentira ya no le haces ascos a ninguna de las que vengan después. Dicen que en la guerra lo peor es el primer muerto, que sabe a asesinato; pero que a partir de ahí, los demás muertos son puro oficio. Mi desgracia es que, como si España fuese una mala novela, soy incapaz de meterme en situación: hacerme fiel, hacerme súbdito, hacerme votante. Como dios no existe, como su iglesia tiene un historial de inmoralidad y crímenes sin cuento, como el concepto de rey es incompatible con el de democracia, como Mariano Rajoy se niega a salir del armario de sus mentiras, soy incapaz de creer que estemos llegando en verdad a un próspero año nuevo.

Solo puedo brindar, pues, con vosotros por un nuevo y horrible año. Uno que es así de chulo. Empecemos 2013 con alegría.

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Ni dos años estudiando con las monjas Carmelitas, ni tres con los Hermanos Maristas, ni siete más con los Salesianos, ni los sucesivos ataques a mi integridad física e intelectual por parte de las bestias falangistas que impartían las asignaturas de Formación del Espíritu Nacional franquista en los años oscuros de mi juventud, ni siquiera tanta barbarie junta consiguió asustarme con sus dioses vengativos ni sus patrias imaginarias. Porque los dioses y las patrias son creaciones de la imaginación de los hombres que viven y se aprovechan de su exclusiva administración, porque ambos inventos sustentan lo peor de la historia criminal de la humanidad, porque ambos son la mecha de tanta injusticia en la Tierra. Por todo ello, a este blog le cobija el título de “Ni dios, ni patria, ni rey”.

El rey, que no lo había dicho, tampoco existe. Pero él todavía no lo sabe.

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