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El PP centra su ira en Ciudadanos por apoyar al PSOE

Reunión de los representantes de PP y Ciudadanos en el Congreso.

Luz Sanchis

La principal consecuencia del acuerdo suscrito entre el PSOE y Ciudadanos es que el PP se ha visto obligado a cambiar de táctica respecto a Albert Rivera. Los ataques de los conservadores se han recrudecido después de una etapa en la que el trato al partido naranja se había suavizado ante la esperanza de contar con ellos. Génova considera ahora que sus temores se han demostrado ciertos ante el aviso a los votantes del PP de que optar por Ciudadanos en las urnas suponía un riesgo. “Avisamos de que ese voto podía ir a parar a otro partido”, recuerdan en la dirección del PP.

Mientras Mariano Rajoy confía en poder cobrarse su venganza e intentar formar Gobierno si Sánchez sale fracasado de su intento de investidura, la estrategia respecto de Ciudadanos ha vuelto a cambiar. Nada más afirmar a primera hora en una entrevista que el pacto “no sirve para nada” porque no es “ni de investidura ni de Gobierno”, el principal foco de los ataques a los firmantes ha vuelto a apuntar a Rivera.

Cuando el ascenso de Ciudadanos empezó a traducirse en números en las encuestas, el PP endureció sus críticas contra un partido al que pronto calificó de “centroizquierda”. Esa adscripción ideológica sirvió para justificar que no les quitaría escaños porque no competían por convencer al mismo votante. Los ataques se centraron en pintar a Rivera y a los suyos como un “producto del marketing” o un mero fruto “de las tertulias” frente a un partido con historia, estructura y un gran número de militantes como el PP. La conclusión era entonces “es de centroizquierda y no nos quita votos”.

Lo fragmentado del resultado electoral obligó a disimular ante la posible necesidad de tener que contar con ellos para un acuerdo de investidura. Durante el tiempo en que Rajoy inició los primeros contactos y hasta citó a los representantes de los partidos en Moncloa ante la situación política en Cataluña, los ataques casi se cortaron de raíz. El hecho de que el presidente en funciones declinara ante el rey el ofrecimiento de tratar de formar Gobierno, dejó el campo libre a los socialistas.

Fructificado el acuerdo, la retahíla de descalificaciones por parte del PP ha sido larga. El más gráfico de sus dirigentes, Fernando Martínez-Maillo, reduce el papel de los 40 diputados de Ciudadanos al de “costaleros para aupar a Sánchez”. También adelanta que serán “engañados” por el secretario general del PSOE a la primera de cambio. Especialmente, en lo que respecta a la pregunta genérica con la que Ferraz pretende pedir la opinión a sus militantes. El vicesecretario del PP avanza que con esa pregunta, Sánchez “puede dejar tirado a Rivera en cualquier momento”.

Uno de los puntos en los que el PP insistió más en la campaña electoral fue la importancia de los municipios pequeños y de las Diputaciones Provinciales. De hecho, gran parte de los actos de Rajoy se centraron en pueblos y provincias en las que Génova consideró que Ciudadanos no tenía nada que hacer. El acuerdo para transformar las Diputaciones en consejos de alcaldes provinciales ha escandalizado al PP, que ya ha anunciado que se opondrá.

Nada más conocerse, Javier Arenas anunciaba que su partido impulsaría mociones en todos los ayuntamientos de España para mostrar su oposición. El vicesecretario de política local y autonómica acusa a Sánchez de estar “dispuesto a entregar la vertebración territorial de España para satisfacer su ego político”. En este punto es donde los populares pretenden incidir ya que entienden que cualquier modificación en las Diputaciones “podría ser inconstitucional”.

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