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Pablo Iglesias e Íñigo Errejón dirimen sus diferencias en la carrera por Vistalegre 2

Pablo Iglesias e Íñigo Errejón en el Congreso de los Diputados.

Aitor Riveiro

La dirección estatal de Podemos se reúne este sábado para lanzar el maratón en la que se ha convertido el proceso asambleario que en febrero fijará sus bases políticas y organizativas para los próximos tres años. El Consejo Ciudadano deberá validar la fecha del acto presencial, que Pablo Iglesias quiere que coincida con la Convención Nacional del PP, entre el 17 y el 19 de ese mes, y repartir las tareas técnicas de preparación. Poco más. El órgano, el máximo entre asambleas, estará vacío de contenido. La convocatoria de un referéndum entre la militancia para fijar las principales reglas de la II Asamblea Ciudadana ha trasladado la decisión a las bases, que por primera vez tendrán que elegir entre su secretario general y su número dos, Íñigo Errejón.

Los principales rostros del partido llegan a la consulta con dos propuestas diametralmente opuestas. Hasta el punto de que los planteamientos de Errejón son más coincidentes con los de Anticapitalistas, con quienes poco congenia en lo político.

Aunque la tensión de los primeros días se ha rebajado hacia el exterior, salvo la denuncia de una supuesta amenaza de Juan Carlos Monedero al diputado Juan Pedro Yllanes, en la última semana se han traspasado líneas internas que hasta ahora eran intocables. 

Desde la presentación de Podemos en enero de 2014, Iglesias y Errejón han aparecido juntos en las fotos. Al principio no estaban solos. El llamado equipo promotor que formaban ambos también acogía a Juan Carlos Monedero, Carolina Bescansa y Luis Alegre.

El paso del tiempo, la complicidad entre ambos, la fijación de las posiciones dentro del partido, el trabajo diario como portavoces en medios y en las instituciones han terminado por elevar la figura de Errejón casi a la altura de la del secretario general del partido durante buena parte de 2016. En el imaginario, el número dos es el cerebro del partido. Una apreciación que hacia dentro no todos comparten y que comienza a trasladarse hacia afuera.

Ambos han defendido en público las mismas posiciones desde aquel día de enero de 2014 en el Teatro del Barrio en Lavapiés. En privado mantenían sus disputas y diferencias, que solventaban con debates que muchas veces saltaban las tapias de la sede estatal del partido, en la calle Princesa de Madrid. Hasta ahora.

Las diferencias evidencian la distancia entre ambos: no comparten cómo debe ser el tono del discurso de Podemos; cual es la función del partido en la institución; ni sus concepciones de qué es y cómo se construye el movimiento popular que ambos sí desean poner en marcha. Las desavenencias no son irreconciliables, según personas próximas a ellos. Pero en un momento preasambleario como el actual las posiciones están fijas ante un referéndum que medirá las fuerzas de ambos.

Hasta ahora, el líder del partido nunca ha perdido una votación en la que se haya implicado directamente.

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