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Qué hacemos es un espacio de reflexión y elaboración colectiva, desde donde intentaremos abrir debates y difundir alternativas. Quiere ser un punto de encuentro para colectivos y activistas, para elaborar una agenda propia que se oponga a la agenda oficial de la crisis. Es además una colección de libros de autoría colectiva.

Qué hacemos es una iniciativa de un colectivo editorial formado por Olga Abasolo, Ramón Akal, Ignacio Escolar, Ariel Jerez, José Manuel López, Bibiana Medialdea, Agustín Moreno, Olga Rodríguez, Isaac Rosa y Emilio Silva.

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El dilema de la izquierda ante el euro: ¿reforma, ruptura o desobediencia?

Qué Hacemos

Pedro Montes: “La salida del euro es una solución traumática para dar respuesta a una situación dramática e insostenible”

Pedro Montes: “La salida del euro es una solución traumática para dar respuesta a una situación dramática e insostenible”Daniel Albarracín: “La salida sólo tendría sentido como paso atrás para dar dos adelante, en un camino que sólo puede ser internacionalista y solidario”

Daniel Albarracín: “La salida sólo tendría sentido como paso atrás para dar dos adelante, en un camino que sólo puede ser internacionalista y solidario”Eduardo Gutiérrez: “Sin cambio político profundo y cultural, la salida del euro no traería políticas menos neoliberales”

Eduardo Gutiérrez: “Sin cambio político profundo y cultural, la salida del euro no traería políticas menos neoliberales”Iván H. Ayala: “El objetivo no ha de ser ”salir“, sino crear esa nueva visión de la sociedad. Salir del euro con el PP o PSOE sería una gran tragedia.”

Iván H. Ayala: “El objetivo no ha de ser ”salir“, sino crear esa nueva visión de la sociedad. Salir del euro con el PP o PSOE sería una gran tragedia.”

Continuando el debate sobre el euro iniciado hace unos días, los cuatro economistas autores de Qué hacemos con el euro continúan analizando la situación actual y las perspectivas de futuro desde la óptica de la izquierda política y social.

Esta vez discuten sobre las consecuencias que tendría un abandono del euro para España, y cuál debería ser la propuesta de los grupos de izquierda en el corto y medio plazo. En sus coincidencias y sobre todo en sus discrepancias los autores reproducen un debate presente hoy en partidos y movimientos sociales: ¿cabe apostar por una reforma del euro? ¿Es preferible exigir una salida de España de la moneda única? ¿O debemos aparcar el debate sobre el euro y centrarnos en construir mayorías suficientes para alterar la correlación de fuerzas y transformar el sistema económico, y mientras tanto apostar por la desobediencia ante las condiciones de los rescates? ¿Nos olvidamos del euro y nos concentramos en el verdadero objetivo: el capitalismo?

¿Es la salida del euro una oportunidad para las ideas transformadoras, o sería una trampa que nos dejaría en peor situación para construir una alternativa? ¿Debemos encontrar un camino propio para España, o buscar nuevas alianzas con otros pueblos en la misma situación? ¿Y qué ocurriría con la enorme deuda? ¿Esperamos a una declaración de impago, o la auditamos y declaramos ilegítima? ¿Podemos aprender algo de otros procesos de integración, como el que se intenta en América Latina con el ALBA?

¿Qué ventajas o inconvenientes tendría una salida del euro para superar la crisis? ¿Sería solución, o peor el remedio que la enfermedad? ¿Qué coste social tendría?

PEDRO MONTES: La salida del euro es una solución traumática para dar respuesta a una situación dramática e insostenible. Las ventajas inmediatas no podrían compensar la conmoción que se produciría, pero el dilema real del país es adentrarse en una agonía, sin límite previsible en el tiempo con la secuelas que estamos conociendo, o adoptar la ruptura de la salida del euro, recuperar la soberanía monetaria y fiscal, que nos pondría a medio plazo en condiciones de resolver los problemas del país. El remedio mejor que la enfermedad.

EDUARDO GUTIÉRREZ: Probablemente el paro subiría en el corto plazo, de forma rápida, e intensa; pero en el medio y largo plazo, en un marco de coordinación con otras economías como Portugal o Italia, se obtendrían inmediatos resultados positivos en numerosas dimensiones.

IVÁN H. AYALA: Los gobiernos miopes han hecho que en estos momentos todas las soluciones sean malas. Si seguimos dentro del euro sin cambiar nada, en unos años los bancos habrán saneado sus balances a costa de transferir las consecuencias de su gestión a la población. Esto provocará varias décadas de empobrecimiento y deterioro de las condiciones de vida. Por otro lado, la salida del euro no es una solución per se, pues España tendrá que buscar un hueco en el capitalismo financiero internacional en cualquier caso.

DANIEL ALBARRACÍN: La salida del euro sólo tendría sentido como paso atrás para dar dos adelante, en un camino que sólo puede ser internacionalista y solidario. El coste social de la salida del euro, hacia un repliegue nacional, sería muy importante. Un país periférico, que importa sus recursos básicos, se sometería a una fuerte inflación en bienes elementales (energía, alimentos, etc…), a un amplio empobrecimiento (por las devaluaciones, puesto que nuestra escasa potencia exportadora no compensaría), dificultades de financiación internacional, y a una ampliación de nuestras deudas (las deudas seguirían nominadas en un euro más caro). Las ventajas de recuperación de la soberanía monetaria y el impulso de las exportaciones se verían contrapesadas por la escasa fuerza del Estado-Nación en un contexto de capitalismo global.

¿Y qué ventajas o inconvenientes tendría para desarrollar un proyecto político y social transformador?

IVÁN H. AYALA: La mayor ventaja sin duda es la de tener un futuro para los pueblos europeos. Los inconvenientes son sin duda muchos, principalmente el rechazo de las élites financieras y políticas a una transformación radical de la sociedad. Para aplicar las medidas de austeridad, tienen que degradar los atributos democráticos de nuestros sistemas políticos, y es hacia allí donde nos estamos dirigiendo. El poder se vuelve cada vez más obsceno, grosero e indecente y necesita cada vez menos de su apariencia democrática. No obstante estamos un paso por delante: solo pueden aplicar sus planes si y solo si no encuentran resistencia popular.

DANIEL ALBARRACÍN: La ventaja principal consistiría en que se recobraría políticamente la soberanía sobre los instrumentos económicos de actuación del aparato del Estado. Pero, en caso de que no se proyectase un programa de construcción de otro modelo supranacional con parámetros políticos y socioeconómicos distintos, un repliegue nacional sería fatídico. En primer lugar, causaría incomprensión por parte de la población por los efectos materiales adversos de la medida. En segundo lugar, sometería al país a una espiral de rivalidad competitiva contra otros países y opondría a las clases trabajadoras de diferentes países, lo que quebraría una línea de solidaridad internacional fundamental para enfrentarse a la superación del capitalismo global. En tercer lugar, porque desenfocaría las prioridades políticas que han de ir antes: el cuestionamiento de la deuda, de las políticas de austeridad, del modelo fiscal y del modelo productivo.

PEDRO MONTES: Comparado con la permanencia en el euro, creo que desde el punto de vista económico, social e ideológico de la izquierda, todo serían ventajas. El drama de la izquierda es que apostó ciegamente por el euro cuando significa un dogal para cualquier política progresista, no digamos ya transformadora. Desde el momento en que desapareció el tipo de cambio, la lucha por los mercados, la mejora permanente de la competitividad, solo podía lograrse reduciendo los salarios y recortando derechos laborales y sociales. Una política progresista es imposible en el marco de la zona euro: Zapatero tuvo que romper sus compromisos; Rajoy aprovecha a fondo la situación para imponer un modelo económico, y sobre todo social, de acuerdo con su ideología reaccionaria.

EDUARDO GUTIÉRREZ: Me cuesta creer, por historia, por análisis económico, y por la mayoría del PP, que todo serían ventajas, y menos a corto plazo. La recuperación de la soberanía monetaria tendría a corto plazo desventajas, por la intensa dependencia financiera y energética de España. El principal e inmediato efecto sería un encarecimiento generalizado de la financiación internacional, y de la energía, y con ello de los productos y servicios, muy relacionados con su uso. Pero las ventajas son también claras y evidentes, tanto a muy corto como a medio plazo. La automática devaluación del tipo de cambio de la nueva moneda frente al resto de monedas estimularía el aumento –vía precios, que no es lo más deseable- de las exportaciones, y de los ingresos por turismo, además de permitir la recuperación del crédito a las pymes, y organismos públicos.

Pedro Montes: “El drama de la izquierda es que apostó ciegamente por el euro cuando significa un dogal para cualquier política transformadora”

¿Qué sucedería con la deuda (pública y privada) si se produjera una salida del euro?

EDUARDO GUTIÉRREZ: Implicaría necesariamente, un impago de parte de ella, y una reestructuración y moratoria, ampliando el plazo de devolución a diez, veinte o treinta años de gran parte de la deuda pública.

PEDRO MONTES: El nivel impagable de la deuda externa se agravaría como consecuencia de la devaluación intensa de la peseta. Pero como la deuda es impagable, se pondría de manifiesto que es todavía menos pagable. La deuda pública, que es el compromiso que atañe a toda la comunidad, requiere de una declaración unilateral de morosidad, de largo alcance, o de una quita muy importante de su valor. La deuda privada es cosa de los implicados. La quiebra del país es ya una realidad, declararla será inevitable en cualquier caso.

IVÁN H. AYALA: El problema de la deuda está intrínsecamente ligado al devenir del euro. Si un país sale del euro, una de las primeras medidas que tomaría sería la devaluación de su moneda. Dado que sus deudas estarían todavía denominadas en euros, esto supondría de facto la suspensión de pagos. Como esto se sabe de antemano sería necesaria una negociación y una quita de la deuda. El resultado de la negociación dependerá de la relación de fuerzas entre deudores (países del sur) y acreedores (países centrales), y esta dependería de quién tome la decisión: si la decisión es política y soportada por la población, la posición de España sería más fuerte que si estamos en suspensión de pagos y son los mercados los que nos echan. Es necesario reivindicar una posición de higiene democrática en este punto, la auditoría es un eficaz arma de legitimar una quita acorde con las necesidades de la población, respetando el derecho de cobrar de los acreedores.

DANIEL ALBARRACÍN: Al estar nominada en euros, más caros tras las presumibles devaluaciones, las deudas se dispararían. Resulta imprescindible para cualquier política de izquierdas establecer un compromiso de declarar impagos de la deuda, una vez se determine el porcentaje considerado ilegítimo, y establecer los máximos de porcentaje sobre el PIB, los tipos y plazos que un país puede pagar sin que se vea abortado su futuro desarrollo, algo semejante a los acuerdos que en 1953 se hicieron con la deuda alemana tras la II Guerra Mundial, ni que se anteponga el pago de intereses como sucedió en los ochenta en América Latina. Debe señalarse que la estrategia de impago también tendría aspectos adversos, como puede ser un aislamiento financiero temporal, pero la disposición de los recursos recurrentemente drenados por los acreedores servirían para impulsar la economía, al tiempo que se recobraría soberanía económica, y en cuanto hubiese recuperación, los capitales, siempre tan pragmáticos, volverían. No obstante, sería una buena oportunidad para desarrollar una política de alianzas internacionales alternativa, con un esquema programático redistributivo, sostenible e integrador, reclamando la cooperación de nuevos gobiernos democráticos y con amplia participación popular existentes o que puedan surgir (Sur de Europa, Magreb, América Latina, etc…) , estableciendo prácticas solidarias de financiación, comercio, inversión, etc.

¿Por dónde debería ir una propuesta de izquierda en este momento para el medio plazo? ¿Refundar Europa, romper con Europa? ¿De qué manera?

PEDRO MONTES: Refundar otra Europa en estos momentos es una quimera, que sirve para un sector muy amplio de la izquierda para cubrir su vergüenza de rehuir el compromiso de ofrecer una salida real a una situación económica y social desoladora, que acabará teniendo un componente político dramático e inexorable. Romper esta Europa debería ser un reto y una obligación de la izquierda, y la manera lógica de hacerlo es que cada pueblo luche por su liberación, sin perjuicio por supuesto de la solidaridad internacional.

EDUARDO GUTIÉRREZ: Es preciso forzar en la calle, con la movilización social, laboral y política, una dinámica de cambios y rupturas en el sistema institucional-político, programando una transición acelerada hacia una Europa Federal, es decir, con sistemas solidarios de fiscalidad europeos suficientes para la estructuración de un presupuesto capaz de financiar políticas avanzadas de servicios públicos, y puesta en marcha de prestaciones comunes -por ejemplo, una prestación por desempleo común, y básica-, y planes de estabilización y recuperación de las economías más afectadas. La verosimilitud de esta transformación política de Europa es hoy muy pequeña, y en eso le doy la razón a Pedro, pero entiendo que esa posibilidad es directamente proporcional a la intensidad de la movilización, y protesta de los pueblos europeos.

IVÁN H. AYALA: En mi opinión no caben salidas nacionales. La marcha de un país y un efecto dominó podría provocar la tentación (sobre todo para gobiernos populistas) de intentar una salida unilateral mediante devaluaciones competitivas. Este sería un escenario devastador para la población de los países salientes, pues al devaluar todos de forma conjunta se produce un empobrecimiento generalizado. Estamos en los límites del pensamiento de la izquierda europea, pero si los problemas de los países del sur son comunes, la respuesta ha de ser común. En América Latina el proceso de crisis de la deuda de los ochenta derivó en una devastadora década para la población. Posteriormente una corriente de gobiernos de izquierdas que rompieron con estas políticas inundó con una visión nueva. Es el momento de explorar nuevas formas de integración como el ALBA y romper con esta Europa, que no es la nuestra.

DANIEL ALBARRACÍN: El compromiso de la izquierda debería ser con las clases trabajadoras, con un modelo socioeconómico cooperativo, participativo e igualitario y no con la geografía, las banderas nacionales ni menos aún con mitos como el que representa la Unión Europea, que en la práctica entraña un modelo para la Europa del Capital. No hay por qué despreciar la posibilidad de refundar Europa, pero la UE parece difícilmente reformable en el contexto actual, y tampoco sería inteligente esperar, como el que aguarda a una quimera para empezar a actuar, a que haya un cambio sincronizado y amplio en toda Europa. Hay que empezar por algún sitio. En mi opinión, hay que trazar una política comprensible para las clases populares europeas, que responda a sus necesidades, que se acompañe de gran pedagogía, y que coadyuve a una gran alianza internacional de la izquierda y las clases trabajadoras a la mayor escala internacional posible. Para ello, parece un recorrido muy propicio el de coordinar políticas para desobedecer los memoranda de entendimiento impuestos en los rescates en la periferia europea, para abrir un compromiso común hacia la declaración de impago de las deudas contraídas en condiciones ilegítimas y para romper con las políticas de austeridad. Una coordinación al menos en la periferia europea y abierta a una alianza supranacional con más países. El curso de esta alianza puede derivar posteriormente en otros compromisos de cooperación o incluso de mayor integración, que camine con paso firme, desobedezca y resista a la hostilidad de la UE, pero que también lo haga con la mano tendida a que otros gobiernos y pueblos (europeos o no) puedan sumarse a esta nueva área solidaria.

Daniel Albarracín: “El compromiso de la izquierda debería ser con las clases trabajadoras, no las banderas nacionales ni menos aún con mitos como la Unión Europea”

La izquierda española, ¿debe hacer bandera de la salida de España del euro?

PEDRO MONTES: Así lo creo. Socialismo 21, asociación a la que pertenezco, lo acaba de aprobar en su reciente Asamblea Federal. Julio Anguita, en su llamamiento a conformar el Frente Cívico Somos Mayoría, lo deja también claro: en esta Europa, en la Europa de Maastricht, no hay solución para nuestro país. Las encuestas empiezan a mostrar que una posición clara sobre Europa y el euro tendría incluso una alta rentabilidad electoral.

IVÁN H. AYALA: No. La izquierda necesita un programa radical de transformación social basado en el incremento en la participación de la población, dentro o fuera del euro. Los que promulgan una salida del euro deben establecer un escenario político de salida que sea lo suficientemente progresista como para poder salir, pero el objetivo no ha de ser “salir”, sino crear esa nueva visión de la sociedad. El problema de estos mensajes contundentes es que si son asumidos por la población pueden ser manipulados en uno u otro sentido: salir del euro con el PP o PSOE sería una gran tragedia. Por ello los movimientos sociales, políticos, mareas y trabajadores en lucha son el caldo de cultivo para esa nueva Europa que debemos reivindicar.

DANIEL ALBARRACÍN: Sin hacer la salida del euro un tabú, puesto que pueden darse escenarios de expulsión, o de situaciones transitorias en las que pueda tener sentido –dar un paso atrás, para dar después dos adelante-, no debiera ser ni una consigna, ni una prioridad. A este respecto, sólo tendría sentido hacerlo a iniciativa propia si se hubiesen construido las condiciones políticas, internacionales y económicas para hacerlo. En cualquier otro escenario, el punto de partida sería adverso. La salida o es internacionalista o no será.

EDUARDO GUTIÉRREZ: No creo que ese sea el principal problema de la izquierda. Creo que hay otro más preocupante y profundo. El problema más grave es que gran parte de las formaciones que “nominalmente” se autodenominan de izquierdas como el PSOE y el resto de los partidos socialdemócratas europeos, hayan abrazado, aplicado y defendido las políticas neoliberales. Incluso con un hipotético triunfo del SPD, el partido socialdemócrata alemán, en las próximas elecciones de septiembre de 2013, las actuales políticas neoliberales de austeridad y parálisis para construir aceleradamente la Europa Federal seguirían esencialmente vigentes, salvo por una presión agobiante y sostenida a las elites, si acaso ligeramente aminoradas, en relación al gobierno de Merkel de la CDU.

Y en tal caso, ¿qué habría que hacer para que una salida del euro no implicase una continuidad en la política económica española?

PEDRO MONTES: Impulsar la lucha de clases, crear un contrapoder popular fuerte, elevando la conciencia de todos los ciudadanos y un urdiendo un tejido social denso y resistente. Ese es el reto político del momento.

DANIEL ALBARRACÍN: La construcción de una correlación de fuerzas favorable a las clases populares debe ampararse en la construcción política de una alternativa forjada en las luchas, en la confianza trabada en la unidad de acción, en la construcción programática ampliamente respaldada por la población, y audazmente liderada por las fuerzas de la izquierda política, y amplificada en su repercusión por el movimiento obrero. Dicha correlación de fuerzas cobrará más influencia si cabe en el contexto de alianzas internacionalistas de la izquierda europea, en cuyo papel el sindicalismo tendrá un papel decisivo de extensión, y especialmente de actuación, cuanto menos en la periferia europea.

EDUARDO GUTIÉRREZ: Mientras no se reconstruya un sistema político que tenga protagonistas organizados (plataformas electorales, bloques de progreso, asociaciones sociales, sindicatos y no necesariamente partidos políticos), que defiendan políticas sociales y económicas progresistas para el interés de la mayoría y ecológicamente avanzadas, la salida del euro seria tutelada, gobernada y utilizada por las mayorías social-liberales, bien del PP, bien del PSOE, CIU, etc. Sin cambio político profundo y cultural, la salida del euro no significaría una oportunidad para políticas menos neoliberales.

IVÁN H. AYALA: Es necesaria una gestión radical de izquierda de la crisis que contenga como mínimo: una solución inmediata a la deuda con moratoria, auditorías democráticas y quitas. Un cambio en el modelo productivo para incrementar ciertas producciones (centradas en las necesidades sociales) y reducir e incluso eliminar otras, tomando el medio ambiente físico como una condición restrictiva. Un cambio radical y profundamente progresivo del sistema impositivo. Una transformación del sistema financiero que conlleve la toma del control por parte del sector público de aquellos bancos que hayan recibido dinero público. Un sistema de banca pública. Obligar a los bancos a actuar de creadores de mercado de la deuda pública. Y una profundización democrática que conlleve la asunción de responsabilidades por parte de gestores y políticos implicados en la crisis, y un incremento de la participación ciudadana.

Eduardo Gutiérrez: “Es preciso forzar en la calle cambios y rupturas en el sistema institucional-político, para una transición acelerada hacia una Europa Federal”

En el más corto plazo, y dado que con la relación actual de fuerzas no está en manos de la izquierda social y política la decisión sobre permanecer o salir del euro, ¿qué deberían las fuerzas de izquierda exigir al gobierno, hacía dónde deberían orientar sus propuestas para acompañar la presión en la calle?

DANIEL ALBARRACÍN: Las medidas fundamentales han de ser otras: Mediante una auditoría ciudadana que determine la ilegitimidad de las deudas, exigir el impago de las mismas. Romper con las políticas de austeridad, y abrir una línea de políticas públicas de promoción de la inversión sostenible, la extensión de las políticas de bienestar social, el cambio de modelo productivo y energético basado en energías y tecnologías sostenibles. Expropiar al sistema financiero privado y construir una banca pública bajo control social y de los trabajadores. Impulsar una reforma fiscal progresiva, perseguir el fraude y acabar con los paraísos fiscales. Establecer controles a los movimientos de capitales condicionando su movilidad al compromiso con la duración y tipo de inversiones, y estableciendo un régimen fiscal que gobierne la aplicación de los excedentes.

EDUARDO GUTIÉRREZ: Los movimientos sociales y sus organizaciones políticas deberían reclamar una radical y suficiente reforma fiscal, que permitiese recuperar la recuperación tributaria, para proceder a una provisión de servicios públicos fundamentales. La resistencia civil, global y continua, como preámbulo de la radical reforma política y económica que será necesaria, esta ya identificando aquellas áreas que son inaceptables, como son el derecho a la vivienda, la ampliación de la prestación al desempleo, y la reversión de una legislación mercantil y societaria escandalosamente favorable a los intereses del grupo social más poderoso: los rentistas, financieros e inversores, en menoscabo de trabajadores, clientes, y usuarios. Por ello, para los movimientos de izquierda es imprescindible la reversión del actual marco de relaciones laborales, con recuperación de dinámicas más cooperativas y democráticas, abandonando la estrategia de la precarización generalizada.

IVÁN H. AYALA: Las fuerzas de izquierda tienen una baza importante que jugar deslegitimando al gobierno y denunciando a la élite política y las atrocidades que han cometido, sobre todo con nombres y apellidos. Intentando que la justicia tome cartas en los diferentes ERE como en el de Telemadrid, donde con dinero público se quiere financiar un aparato de propaganda reaccionario. Intentar con todos los medios a su disposición acudir a la justicia para sentar en el banquillo a todos aquellos gestores que tienen responsabilidad en la situación actual. Acompañar a los movimientos sociales con herramientas jurídicas necesarias para conseguir objetivos políticos. Pero sobre todo, escuchar a la calle pues de los movimientos sociales de hoy, saldrán las propuestas políticas de mañana.

PEDRO MONTES: La presión de la calle ya está ahí. Son millones de ciudadanos los que de una forma u otra ya han expresado su rechazo al gobierno y su política. Hay que seguir haciéndolo y no desfallecer, pero los dirigentes políticos y sindicales deben comprender que no basta con fomentar la resistencia, sino que empieza a urgir que propongan una alternativa al país. Esa alternativa, a pesar de la incomprensión que todavía genera y de los problemas inevitable que suscitará, no puede ser otra que la de recuperar la soberanía económica, lo que implica, no hay que engañarse, desengancharse del euro. En lugar de tantas “jornadas” sobre el euro, la tarea de la izquierda, la de sus técnicos y profesionales, debiera ser analizar las consecuencias de su abandono y la mejor forma de afrontar la nueva y esperanzadora situación.

Con o sin euro, ¿debe la izquierda aspirar a un horizonte de integración europea? La dimensión europea, ¿facilita o dificulta un cambio de política económica?

PEDRO MONTES: Ahora debe dedicarse a evitar el hundimiento del país. Luego, por supuesto, habrá de emprender la tarea de intentar lograr una Europa digna de sus pueblos.

DANIEL ALBARRACÍN: Las medidas favorables a las mayorías, cuanto mayor sea la escala en que se apliquen, mucho mejor. El problema no es la integración o dimensión europea sino el esquema bajo el que se desarrolla.

IVÁN H. AYALA: En una visión internacionalista no caben las soluciones nacionales. Por otro lado, la UE ha creado un espacio económico donde, por ejemplo, España vierte el 70% de su producción. La salida nacional sería socialmente devastadora para los países que persiguieran políticas de empobrecimiento del vecino al unísono. Por ello es necesario cambiar los principios bajo los cuales se forma la integración.

EDUARDO GUTIÉRREZ: Mi apuesta es forzar con una movilización continua agobiante, y sofocante para las elites políticas y económicas y sus grupos de servidores, una acelerada integración europea hacia una Europa Solidaria y Social, pues esa es el contenido que yo doy a la expresión Europa Federal. Y mientras se concreta, y se materializa, viviremos en una situación de “emergencia constitucional” en todos los países de la UE. Mientras ocurre esta refundación, que Pedro considera inverosímil, es preciso conseguir cambios en las dinámicas impuestas por gobiernos, Comisión Europea, y FMI, para permitir liberar recursos para la estabilización de los servicios públicos y economías de la periferia, mediante la canalización de financiación inmediata no solo a los Estados, con financiación directa de BCE, y la articulación de recursos financieros provisionales que faciliten la recuperación del crédito al sector publico y privado, claro está, sin permitir juegos de endeudamientos descabellados.

Iván H. Ayala: “Es el momento de explorar nuevas formas de integración como el ALBA y romper con esta Europa, que no es la nuestra.”

¿Qué opináis de otros procesos de integración en fase todavía temprana, como el propuesto en América Latina en el marco del ALBA? ¿En qué se parece y diferencia de la zona euro? ¿Tiene alguna validez para el caso europeo?

DANIEL ALBARRACÍN: Aunque los intentos son inacabados e imperfectos, las experiencias latinoamericanas de construir áreas económicas propias son un buen ejemplo, un buen punto de partida. La Unión Europea sólo sirve a los capitales de la región, mientras que en otras áreas se consideran otros parámetros de construcción. Resulta difícil hacer una caracterización en pocas frases. Pero, sin duda alguna, al igual que el ALBA supuso un modelo alternativo al ALCA, algo equivalente, con los contenidos político-económicos que los pueblos europeos estimen idóneos, debemos construir para superar el modelo de la UE.

PEDRO MONTES: No estoy en condiciones de hacer una valoración sería de lo que está ocurriendo en América Latina. Sí me parece muy alentador el proceso de integración del ALBA por los países que lo impulsan y los valores que lo impregnan, de solidaridad y cooperación entre los pueblos latinoamericanos. Si acaso deben extraer la enseñanza de que la integración no requiere de una unidad monetaria del tipo de la que promovió el euro. Basta ver las consecuencias.

EDUARDO GUTIÉRREZ: No conozco con suficiente detalle la evolución del ALBA, pero seguro que la dramática situación que están viviendo millones de ciudadanos europeos estará siendo analizada con mucha atención por los pueblos que se han integrado en el Tratado de Comercio de los Pueblos del ALBA. Constataran, en cabeza ajena, que no cabe dar saltos en la integración comercial, y económica, sin poner por delante sistemas fiscales y presupuestarios suficientemente capaces de corregir las dinámicas desequilibradas que el sector de economía privada y el capital siempre, por definición, generan entre territorios y grupos sociales.

IVÁN H. AYALA: Esta es una interesante apertura para finalizar el debate. En efecto, el ALBA nace como contraposición al tratado de libre comercio promovido por EEUU en América. Hay primero que despojar de los regionalismos al proyecto y quedarse con los valores para saber si podemos aplicarlos a los pueblos europeos. En principio es un espacio de integración esperanzador no basado en la imposición del libre comercio (que de libre tiene poco), sino en la cooperación y ayuda. No se basa en abrir los mercados a toda costa para que las multinacionales puedan coger la mayor parte del pastel, sino que se busca una cooperación basada en las necesidades de las poblaciones de cada país. No solo no están sometidas al mercado, sino que tiene un Consejo de Movimientos Sociales en su estructura de toma de decisiones. Es un proceso en construcción, nacido del contexto histórico y político latinoamericano, que se ha mantenido por una oleada de presidentes de izquierda. Pero es un proceso de integración del que podemos extraer excelentes conclusiones para nuestro futuro.

Más información sobre el libro Qué hacemos con el euro, en la web, y en twitter @_quehacemos

Eduardo Gutiérrez es licenciado en Económicas. Ha formado parte del Consejo Económico y Social, y del Consejo Superior de Estadística español y europeo. Es asesor económico de CCOO y autor de varios libros.

Daniel Albarracín es economista y sociólogo, técnico de FECOHT-CCOO, y ha sido profesor en la Universidad Carlos III. Investigador en el campo de las relaciones laborales, políticas sociales, economía española y europea.

Iván H. Ayala es economista, investigador en el campo de la economía postkeynesiana, metodología, financiarización y economía europea. Miembro del colectivo econoNuestra y participante en el Grupo de Trabajo de Economía Sol (15-M).

Pedro Montes, economista. Su vida profesional transcurrió en el Servicio de Estudios del Banco España. Autor de varios libros, entre otros La historia inacabada del euro. Siempre vinculado a la izquierda, es presidente de Socialismo 21.

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