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“Si la gente es capaz de rebelarse este país tendrá futuro”

José Coy, activista y participante en las Marchas de la Dignidad

Olga Rodríguez

José Coy es bien conocido dentro de las Marchas de la Dignidad. Integrante del Frente Cívico y miembro de la PAH, ejerce su activismo en Murcia desde hace años. “Lo llevo en el ADN, a mi abuelo lo fusilaron por republicano”, comenta.

Coy es un luchador nato. “Entro en todas las estadísticas: mayor de 45 años, desempleado desde 2009, sin prestaciones, afectado por la hipoteca, y mi hijo también está parado. Es decir, soy un excluido social. Por eso pido trabajo o una renta básica. Es necesario una economía al servicio de las personas, de la dignidad”, afirma.

Su aspecto físico contundente, su mirada franca, un acento murciano marcado y un discurso directo hacen de él un tipo con carisma. Ha llegado a Madrid con ampollas en los pies y un enorme cansancio, pero con la moral alta.

Junto con sus compañeros de la columna del Mediterráneo, se prepara para la manifestación de este sábado en Madrid. Como tantos otros, lleva involucrado en la organización desde hace meses.

Vídeo: Gabriel Pecot

Una iniciativa transversal

Una iniciativa transversal“No nos mueve un gran aparato, nos movemos nosotros. Somos gente normal y corriente, organizada de forma transversal, sin líderes, sin liberados, sin aparato. Y eso es lo maravilloso: Nos hemos movido por todo el país así, en precariedad, sin medios, a base de donaciones solidarias, vendiendo chapas o bonos”, dice emocionado.

“Y esto ya de por sí es un éxito”, prosigue.

“Se ha logrado poner de acuerdo a muchísima gente de diversas procedencias, territorios y lenguas para echarse a la carretera y recorrer cientos de kilómetros. Los caminantes vienen con emociones acumuladas, y la manifestación solo por eso va a ser una cosa muy grande, muy importante”, dice, y él mismo se emociona y se calla para recomponerse.

“En estas marchas hay dramas auténticos, gente que vive de los abuelos, que tenía buenas profesiones y ahora ya no encuentra trabajo. Ha habido mucha solidaridad, con gente anónima trabajando en la logística, con los conductores en la carretera pitándote para animarte”. Y añade: “Aquí decimos que de las marchas salimos como parados y terminamos como amigos, porque la unión que se ha establecido estos días entre la gente ha sido muy potente”.

La manifestación del 22-M: Desobedientes y no violentos

La manifestación del 22-M: Desobedientes y no violentosCoy ha estado en las reuniones de los últimos días para coordinar la manifestación del 22-M y las actividades previstas para los días 23 y 24 de marzo en Madrid.

“Aquí hay gente que viene a quedarse. Hay mucha gente que quiere que la movilización continúe”, señala.

“Si nos meten infiltrados o si surge gente que quiera romper... Hay que hacer lo posible para que no sea así, tiene que ser una movilización pacífica. Esperemos que el ministro del Interior no se equivoque, porque si se equivoca en esta manifestación pueden pasar cosas muy gordas”, dice.

“¿Cómo qué?”, le pregunto.

“No lo sé. Nosotros no queremos que haya violencia. De hecho los colectivos que participamos en las marchas defendemos la desobediencia civil y la no violencia activa. La no violencia, que significa que no respondes ante la agresión del adversario, a nosotros nos da mucha fuerza. Y eso es lo que queremos que pase. Tenemos el ejemplo del 15M en Plaza Catalunya, cuando los Mossos desalojaron de esa forma agresiva, la gente levantó las manos y eso dio fuerza al movimiento”, explica.

No al pago de la deuda

No al pago de la deudaHace unos años Coy pasó de ser comercial en el sector textil a desempleado afectado por la hipoteca. “Así, en cuestión de días”, recuerda.

Al principio se sumió en una depresión. Se resistió a tomar pastillas para combatirla, “pero luego te rindes y te las tomas, porque sigues mal”.

Pasó por momento muy duros. “No sé si decirte esto, pero yo entiendo el proceso mental de quienes se quitan la vida. Lo entiendo pero me cabrea. Mucha gente hemos dicho que no, que seguimos, por nuestro hijo, por la madre o la compañera. Y la PAH también nos ha salvado la vida a muchísima gente, ya lo puedo decir, antes no lo decía. si no fuera por esta lucha que llevamos no sé cómo estaría, probablemente estaría en otro lado”.

Mientras luchaba contra la depresión, Coy comenzó a colaborar con otras personas en la Plataforma de Afectados por la Hipoteca en su ciudad y se prometió que no se rendiría ante las amenazas del banco. Así lo hizo: protagonizó dos huelgas de hambre que acapararon la atención de los medios de comunicación a nivel nacional y logró una quita.

El banco o la vida

El banco o la vida“Los afectados por la hipoteca tenemos que elegir entre la vida y el banco, y elegimos la vida. A partir de ahí el problema sale de ti y se convierte en el problema del banco, que tiene que buscar soluciones. En mi caso me hizo una quita del 80%”, cuenta.

“Esto mismo es lo que hay que hacer con este país, que no puede pagar la deuda. Las quitas y condonaciones han existido siempre. Si eres un pequeño empresario y debes 10.000 euros, Hacienda te amarga la vida, pero si eres un gran empresario y debes 100 millones, normalmente hay quita. Eso es lo que necesita este país. Eso es lo que pedimos, que no se pague una deuda que está asfixiando a la gente”, explica.

“Y hay que recuperar los bienes comunes, la luz, el agua, el suelo, la vivienda, la banca pública, las comunicaciones. ¿Cómo puede ser que un montón de negocios rentables hayan sido regalados a las multinaciones?”

Pregunta: ¿Qué actividades hay programadas para los próximos días?

José Coy: El domingo 23 habrá una asamblea general, veremos las propuestas que hay, las trasladaremos a los territorios. El lunes puede haber bastante tensión porque se hará un Rodea la Bolsa. La Bolsa, que es la cueva de Ali Baba, símbolo del poder financiero y el capitalismo.

Por la tarde del lunes, habrá protestas en varios ministerios, de Vivienda, Trabajo, Sanidad, ante ellos se hablará contra el pago de la deuda, que la estamos pagando los ciudadanos.

La gente no quiere que esto termine, la movilización tiene que seguir, y no solo en Madrid.

¿De qué modo?

La solución no va a llegar pronto, se necesita una rebelión de muchos meses, tiene que haber un conflicto de muy alta intensidad como tú lo has visto en Egipto [en referencia a las revueltas en El Cairo] o en otro países y en eso tenemos la esperanza.

A lo mejor algún día en este país tiene que haber una huelga de larga duración, de carácter potente. No quiero poner la palabra insurrección, pero es que nos están obligando a ello.

Ahora estamos con la euforia, con las emociones, también con los dolores de caminar. Pero a algunos nos da miedo el después del 22-M, porque si no pasa nada volveremos a lo de antes, a estar parados, ir a la casa de la abuela a por el tupperware, a no tener ni para tabaco.

¿Qué piden las Marchas de la Dignidad?

No pedimos cosas raras, solo el cumplimiento de los derechos humanos reconocidos por la ONU. Hay una revolución de los ricos contra los pobres, y nosotros tenemos que impulsar nuestra revolución, la revolución de los pueblos, de la gente.

Si la gente es capaz de rebelarse, este país tendrá futuro. Ahora el Tercer Mundo está en nuestros barrios. Algún sociólogo lo ha llamado el Cuarto Mundo, y el Cuarto Mundo se tiene que levantar. Tenemos que conquistar el espacio de los barrios, crear un sujeto colectivo, construir el sindicalismo del siglo XXI, porque hay un montón de gente trabajadora, entre ella los seis millones de parados, que no estamos representados por nadie.

Yo soy un revolucionario de lo que llamo la revolución de las pequeñas cosas. Revolución es que los inmigrantes se encierren en una iglesia y consigan papeles, revolución es que se respeten los derechos laborales, es conseguir que no te echen de tu casa. Y una revolución es que consigamos organizarnos los parados, los precarios, los excluidos. Esto está pasando en estas marchas.

Necesitamos que los parados salgan y se unan. En la PAH nos daba vergüenza decir que éramos pobres, y ahora nos hemos hecho visibles, nos hemos empoderado, nos hemos ubicado en un problema colectivo. Y por eso estoy aquí.

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