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The Guardian en español

Opinión

Cuando Meghan se case con Harry, el debate racial en Reino Unido cambiará para siempre

El Príncipe Harry y Meghan Markle en la entrevista que concedieron a la BBC tras el anuncio de su compromiso

Afua Hirsch

Hace casi dos décadas, durante los embriagadores primeros meses del nuevo milenio, una rebelde baronesa llamada Kate Gavron hizo una impactante sugerencia. El príncipe Charles, dijo, debería haberse casado con una persona negra. Hubiera sido, imaginó, un símbolo poderoso de cómo la monarquía estaba comprometida con la integración racial y el multiculturalismo.

En aquel entonces, los comentarios de Gavron no fueron bien recibidos. Como ocurre a menudo con el color de piel y la realeza, fueron mucho más interesantes las reacciones en los medios que los comentarios en sí mismos. Algunos sospecharon que básicamente se trataba de un intento clandestino de “deshacerse” de la monarquía, eliminando su herencia a través de matrimonios interraciales. Más que una revolución, se tenía la idea racista de que lo que se intentaba era debilitar la raza.

Otros asumieron que para el príncipe de Gales casarse con una “mujer negra” –tal y como se describía a esa persona hipotética– sería como volver a los matrimonios estratégicos y sin amor por los que la realeza fue famosa durante tanto tiempo. Era obvio para los analistas de aquel entonces que casarse con una mujer negra, y casarse con alguien que realmente amabas, era antitético y mutuamente excluyente. Después de todo, no se podía esperar que un heredero al trono se sintiera realmente atraído por tal persona.

En este contexto, el enlace del príncipe Harry con Meghan Markle representa algo realmente diferente de todo lo que ha sucedido antes. Su matrimonio hará realidad algo que la élite británica era incapaz de imaginar e incluso de concebir hace 17 años: que una figura real importante pudiera amar, y casarse, con alguien cuya herencia racial no es solo diferente a la de él sino a la de todo Reino Unido. Negra y africana.

La familia real desempeña un papel súper simbólico en nuestra sociedad, es por eso que el simbolismo de esta unión me parece interesante. Luché para crecer con el sentimiento de que la monarquía era esencial para el sentimiento británico, sin embargo, ese mismo sentimiento era el que me excluía. Esa exclusión importaba. Era lo que hacía que otra gente percibiese que el ser negro y verdaderamente británico fuese incompatible. Todos los gobiernos que puedo recordar hicieron algún intento, al menos retórico, por reconocer y proteger la diversidad racial. Pero la familia que ocupaba la cúspide de nuestra sociedad no hacía nada al respecto.

No es de extrañar, dado que el concepto de familia real es una gran antítesis de la palabra diversidad.

Ahora, la hipocresía que afloró durante tanto tiempo en la sombra ha salido a la luz gracias a las redes sociales. Minutos después de que se anunciara el compromiso real, el Daily Mail, en un tono tranquilizador, recordó rápidamente a la nación que Markle no estaría en la línea de sucesión al trono. “Casarte con la realeza no te otorga el derecho al trono”, tuiteó el periódico. Gracias a DIOS. A The Spectator le pareció oportuno señalar que “obviamente, hace 70 años, Meghan Markle habría sido el tipo de mujer que el príncipe habría tenido de amante, no de esposa”.

¿Qué “tipo de mujer” es esta? No es sólo que está divorciada. Los rasgos racializados de Markle han sido el objeto de referencias frecuentes y tan crípticas que cuando leí sobre ella por primera vez, sin haberlo visto antes nunca, no tenía idea alguna sobre de qué iba lo que se estaba comentando. “No es el estilo de rubia de la alta sociedad” de las relaciones pasadas de Harry, y Straigh Outta Compton, en alusión a la película sobre el ascenso a la fama del grupo de rap Niggaz Wit Attitudes, y una forma típica británica de señalar, “en clave”, que Markle tiene herencia negra. Comentarios en clave que Harry no dudó en señalar en un comunicado condenando el tono de la cobertura de prensa.

Ya que la familia real es una institución británica por excelencia, tiene sentido que nuestra excepcional disfunción británica alrededor de la identidad y la racialidad también salgan a la luz ante la salida a escena de Markle. Uno de los problemas a día de hoy en Reino Unido es la tendencia a quitar importancia a las diferencias raciales, y la tendencia de mucha gente bienintencionada que “no ve diferencias raciales” a creer que si simplemente nos cegamos nosotros mismos, todo desaparecerá.

En contraste a esto, Markle ha tomado las riendas y ha expresado estar orgullosa de su herencia, hablando largo y tendido sobre su experiencia teniendo una herencia negra en una sociedad llena de prejuicios; de ver a su madre ser abusada con la palabra “nigger”, de trabajar como actriz en una industria muy racializada, y la lucha con su identidad con la que se pueden sentir identificadas muchas personas que han crecido con rasgos visibles de minorías.

De madre afroamericana y padre con ascendencia neerlandesa e irlandesa, la narrativa que gira alrededor de Markle es aún más compleja. Algunos comentadores negros han señalado que, ya que tiene la piel clara y se enmarca dentro del canon eurocéntrico de belleza, incluso el impacto simbólico de su presencia es limitado. Mientras tanto, los comentadores blancos siguen alimentando la idea de que la gente con progenitores con distintas herencias raciales son un tipo atractivo de gente negra. Por ejemplo, la editora de Vogue Alexandra Shulman sugirió recientemente que “hay un tipo perfecto de mezcla racial”, dentro de la cual Markle se enmarcaría sin duda alguna.

Todo esto tiene lugar en un contexto en el que estamos hablando de la familia real –la manifestación humana del sistema de clases–. En una sociedad en la que los temas raciales y de clase suelen chocar para señalar el privilegio y las oportunidades, pocos verán que sus vidas se transformen de verdad por la llegada de un bella actriz estadounidense al Palacio de Kensington.

Pero vivimos en tiempos definidos también por la identidad. En los últimos años, la cuestión sobre qué significa ser británico ha sido convertida en arma y politizada de maneras innovadoras. Markle, por un lado de su familia, desciende directamente de la esclavitud en las plantaciones del sur de Estados Unidos –un episodio de la historia con el que todas las familias poderosas británicas, incluida la familia real, están vinculadas directamente–. Puede que él no se haya dado cuenta en su momento, pero al condenar la reacción de la prensa a su relación con Markle, el Príncipe Harry se estaba poniendo del lado de aquellos que todavía están lidiando con las consecuencias de esa parte de la historia, y su legado, muy real a día de hoy.

Si el Príncipe Harry hubiese querido hacer su papel más relevante en Reino Unido, podría haberlo hecho mucho peor. Así que, aunque ni su reacción al compromiso con Markle, ni la reacción a la reacción, se podría haber planeado, sí se supone que los compromisos matrimoniales están destinados a unir a la gente. Y este está haciendo justo eso.

Traducido por Cristina Armunia y Marina Leiva

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