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Sobre este blog

No está claro si dan risa o miedo: perfiles semanales con mala leche de los que nos mandan (tan mal) y de algunos que pretenden llegar al Gobierno, en España y en el resto del mundo.

Fidel Castro, un genio que nos vendió humo por revolución

Fidel Castro en una imagen de archivo / FOTO: EFE

Ramón Lobo

Aunque Fidel Castro Ruz (Holguín, 1926) dejó el poder ejecutivo en Cuba hace casi siete años y se halla más cerca de la necrológica que de la biografía, sigue siendo un personaje esencial, complejo y atractivo a sus 88 años de edad. No es sencillo adentrarse en una figura tan rodeada de estereotipos, odios y loas. Muchos lectores demandan militancia, trinchera, una u otra, nada de grises, nada de contexto, nada de peros.

Pese a estar retirado de la vida pública desde febrero de 2008, resulta difícil pensar que su hermano Raúl (83 años), el líder heredero designado, no le haya consultado sobre la normalización de relaciones con EEUU, el acontecimiento del año como poco. Los que conocen bien el régimen cubano sostienen que Fidel no hubiera dado jamás ese paso, pero sí apoyar que lo dé Raúl. Median cuestiones de historia y coherencia, por un lado, y de necesidad, por otro. Cuba necesita aire para respirar.

Para quienes deseen profundizar en la figura de Fidel Castro les recomiendo una de las mejores biografías: la de Tad Szulc, periodista de norteamericano-polaco que trabajó para The New York Times y otros medios. Se titula Fidel: A Critical Portrait (Avon Books). En España la publicó Grijalbo.

El libro trata de combinar la fascinación que despierta el personaje, a quien conoció en 1959, con una realidad desilusionante, la de una revolución anquilosada que incumplió la promesa de restauración democrática para transformarse en una dictadura comunista. Szulc visitó de nuevo Cuba en 1984, conversó con Fidel Castro, tuvo acceso a su entorno y a miles de documentos. Los anticastristas más furibundos le acusaron de blando, de salvar al líder. Su tesis es que Eisenhower no supo leer las posibilidades que le ofrecía la llegada de Castro al poder y terminó empujándolo en brazos de la URSS.

El periodista español Enrique Meneses decía que Fidel aún no era comunista en Sierra Maestra, que llevaba una cruz al cuello, como otros guerrilleros. Su formación escolar se desarrolló en colegios católicos, en los salesianos y los jesuitas. Meneses fue el primer periodista europeo en estar en Sierra Maestra y en publicar un excelente reportaje con texto y fotos en la revista Paris Match. Fidel le quería “dar paredón” porque escribió que había comunistas en la sierra, algo que les restó apoyos en EEUU,.

Fidel aspiraba en 1952 a ser diputado por el progresista Partido Ortodoxo, el favorito en las elecciones de aquel año. El golpe de Estado de Fulgencio Batista del 10 de marzo de 1952 acabó con el juego democrático. EEUU no debió ser inocente en aquel movimiento, Era su modo de proceder en Latinoamérica y Caribe: golpe de Estado y si esto no era suficiente, invasión. Pese a sus ideales de cambio y justicia social, el primer impulso de nuestro tipo inquietante de la semana fue jugar dentro del sistema.

Suprimida la democracia por la fuerza, varios jóvenes ortodoxos decidieron que la única salida era derrocar al dictador. El 26 de julio de 1953, cerca de 150 de jóvenes asaltaron el cuartel de Moncada en Santiago de Cuba, además de intentar hacerse con el control del hospital y el palacio de justicia. Eligieron el oriente del país, al que se suponía más desafecto con Batista, con el objetivo de provocar un levantamiento social.

En Moncada, segundo acuartelamiento en importancia del país, había armas suficientes para ganar una guerra. Fracasaron por culpa del carnaval, que obligó a un refuerzo en la guardia con el que no contaban. Fidel fue capturado mientras trataba de esconderse en Sierra Maestra, juzgado y condenado a 15 años de cárcel. En el asalto perdieron la vida seis guerrilleros, pero la cifra final de fallecidos se elevó a 80. Fidel siempre dijo que el régimen de Batista los torturó y ejecutó. Los líderes estudiantiles, entre ellos los dos Castros, lograron sobrevivir. El Che aún no había entrado en escena.

En 1955 quedaron en libertad gracias a una amnistía. Los Castro se exiliaron en EEUU (aún no era el imperio del mal) primero y en México después. Allí conocieron a Ernesto Che Guevara, otra figura magnética. Juntos, además de los supervivientes de Moncada, crearon el Movimiento 26 de Julio (M-26 7), en homenaje a su primera acción armada. Su logo y nombre sirvió de inspiración a numerosos grupos guerrilleros en América Latina. En esto, Fidel ha sido un genio: supo vender romanticismo cuando lo había a raudales, y conservarlo cuando el sueño se desinfló. Casi nadie en la izquierda se atrevía a decir: “el revolucionario está desnudo”. Bueno, quizá Woody Allen en Bananas.

Obtuvo financiación de algunos políticos del Partido Ortodoxo enemigos de Batista. El más importante de ellos fue el ex ministro de Exteriores Aureliano Sánchez Arango, que luego acabó desilusionado con la deriva del castrismo y enfrentado al régimen. Con esos fondos, el yate Granma (el nombre del periódico oficial, fuente de toda propaganda) y 82 jóvenes bastante locos trataron de invadir Cuba el 2 de diciembre de 1956. El plan era provocar la sublevación de una población que detestaba a un dictador corrupto, brutal e injusto que había abierto las puertas de La Habana a la Mafia estadounidense. Las tropas de Batista les esperaban en Alegría del Pío. Fue una matanza, pero sobrevivieron a ella los principales líderes: los Castro, el Che, Camilo Cienfuegos, otro con enorme carisma, y Juan Almeida. Fueron el motor de todo lo que vino después.

El grupo se refugió en Sierra Maestra. Estalló a la noticia del desembarco y llegaron los primeros adeptos. Llegaron a contar en poco tiempo con 800 guerrilleros para hacer frente a 70.000 soldados. En poco más de dos años, la revolución triunfó. La dictadura se desplomó el 1 de enero de 1959. El día 8 de ese mismo mes, Fidel hizo su entrada triunfal en La Habana en medio de un gentío. Aún defendía su Manifiesto de Sierra Maestra que prometía democracia, libertad y devolver el poder a los civiles elegidos en las urnas.

Tad Szulc describió aquella entrada de Fidel en la capital tras recorrer la isla ganándose la adhesión de cada ciudad y cada pueblo como “una apoteosis maravillosamente montada”. Ese viaje fue esencial para cimentar su prestigio y su poder. Aunque fue algo casual, hubo un momento mágico: una de las palomas blancas que se lanzaron al cielo para festejar el triunfo revolucionario se posó en su hombro, como si un ser superior le señalara como el elegido. Pese a todos los errores, Fidel ha sido una figura reverenciada por la mayoría de los cubanos del interior. EEUU no intentó nada por ganárselos, solo hacerles la vida más difícil.

Muchos años después, recorrí el palacio de la Revolución de La Habana acompañado de una guía oficial. En sus explicaciones algo burocratizadas aún se podía sentir el eco de aquellos días. Al terminar, le di dólares y las gracias, y exclamé: “¡Qué mal envejecen las revoluciones!”. La mujer sonrió. Fue una declaración política.

Los primeros meses, después del triunfo de los barbudos de Sierra Maestra, como les llamaba la prensa internacional, fueron claves. Fidel favoreció el nombramiento como presidente de la Republica de Manuel Urrutia, y el del liberal José Miró Cardona como primer ministro. Él se quedó entre bambalinas como jefe de las Fuerzas Armadas. El Gobierno de unidad, reconocido de inmediato por EEUU, no duró demasiado: el 17 de febrero de 1959, Fidel asumió el puesto de primer ministro y viajó enseguida a EEUU para entrevistarse con sus líderes y realizar gestos simbólicos en los monumentos de Jefferson y Lincoln. Miró Cardona había promulgado antes la Ley Fundamental de la República, que recuperaba los postulados básicos de la Constitución de 1940. Todo parecía ir bien conforme al Manifiesto de Sierra Maestra.

En ese viaje a EEUU, invitado por la Asociación Americana de Editores de Periódicos, se entrevistó durante quince minutos con el vicepresidente Richard Nixon pero no con el presidente; Eisenhower prefirió jugar al golf. Quizá fuese ese gesto el arranque de un largo desencuentro que ahora tratan de remediar Barack Obama y Raúl Castro.

Entre las promesas del Manifiesto estaba también la reforma agraria, una asignatura pendiente en gran parte de Latinoamérica. Su aprobación costó un enfrentamiento con el presidente Urrutia y Fidel dimitió de su puesto de primer ministro. La revolución cubana ha manejado con sobresaliente cum laude dos artes complicadas: la propaganda y la puesta en escena de las masas. Su dimisión fue contestada en las calles por decenas de miles de cubanos, movilización que forzó la caída de Urrutia y su sustitución por Oswaldo Dorticós, que de inmediato lo volvió a nombrar primer ministro.

Aún nadie proclamaba el comunismo como doctrina, al menos de manera abierta. Pese a ello, a Washington se le atragantó una reforma agraria que afectaba a sus intereses en la isla. En octubre de 1959, la Casa Blanca dio su apoyo a la propuesta de la CIA (siempre la maldita CIA) de desestabilizar el régimen, incluido un eventual asesinato de Fidel, algo que han intentado repetidamente.

¿Qué habría pasado si Eisenhower y Fidel Castro se hubieran visto en Washington? ¿Qué hubiera pasado si EEUU hubiese invertido dinero en la revolución en vez de combatirla? Es imposible saberlo, entraríamos en la ficción. En esos mismos años, EEUU apoyó a los militares guatemaltecos en su lucha contra una incipiente guerrilla que luchaba por la libertad. Aquella guerra civil duró 36 años, de 1960 a 1996, y costó la vida a 200.000 personas. La URSS, ya en plena Guerra Fría contra EEUU, vio una oportunidad de tocar los huevos al imperio de enfrente y concedió créditos millonarios a Cuba, además de firmar acuerdos de comercio de petróleo y azúcar.

La presión encubierta de la CIA tuvo dos hitos: el sabotaje en La Habana del mercante francés La Coubre que transportaba armas -más de 100 muertos-, ocurrido en marzo de 1960 y la invasión de Bahía Cochinos el 17 de abril de 1961. De esa época, Fidel saca dos conclusiones: EEUU es el enemigo y la URSS la única opción económica y militar para sobrevivir. Y el comunismo salió del armario de la revolución. Los críticos de esta teoría sostienen que el comunismo estaba latente y visible desde el primer día. Después llegó la crisis de los misiles en 1962 y el pacto entre EEUU y la URSS, tras bordear la guerra nuclear, de retirar esas armas a cambio de no invadir Cuba.

Pero me he saltado lo esencial. Antes de estos tres acontecimientos y de restablecer las relaciones diplomáticas con la URRS, Fidel confiscó las refinerías de Shell, Esso y Texas Oil por negarse a procesar el crudo soviético. De ahí partió una escalada de medidas que finalizó con el establecimiento de un embargo que los sucesivos presidentes fueron agravando con nuevas prohibiciones. Ese embargo, que sin duda ha hecho daño, ha sido la gran coartada del régimen: le ha permitido tapar sus errores. También le ha empujado a enrocarse y endurecer la represión de la disidencia. Es un embargo inútil que logrado lo contrario de lo que perseguía. Obama es el primero en reconocerlo.

En aquellos años, la CIA elaboró un perfil psicológico de Fidel publicado estos días por Clarín. Le considera con una personalidad neurótica e inestable, vulnerable a ciertos tipos de presiones psicológicas y con unas enormes ansias de poder y de ser reconocido y adulado. El periodista de Clarín Alberto Amato cita esta frase del informe que cobra sentido con lo que pasó después: “Castro es intelectualmente dependiente y sumiso respecto del Che. Su estabilidad emocional sufriría si el Che no mantuviera una actitud firme y positiva hacia él. La ruptura de esta relación probablemente derive en un Castro abatido y reduzca su efectividad”. Genial, ¿no? El texto original se conserva en la Biblioteca Presidencial y Museo John F. Kennedy de Boston.

Cuando Castro abandona sus promesas de democracia e implanta un régimen comunista, miles de cubanos huyen a Miami. Ese primer exilio de los sesenta está en contra de Obama y de todo acercamiento a Cuba. Ellos viven en una Cuba imaginaria que ya no es real. Son los cubanoamericanos nacidos en EEUU los que apuestan por la normalización. El 70% apoya el paso dado por Obama. En Cuba hay once millones de habitantes y en EEUU, dos millones. Casi todos tienen un pariente en Cuba o en el exilio. Más que política, es un asunto familiar.

Fidel ha sido un dirigente hábil. Aunque ha vivido en el lujo y en la teatralización de una revolución que no funcionó -y si lo hizo, hace años que dejó de carburar-, no ha perdido el sentido de la realidad, la temperatura de la calle.

Lo importante es seguir bailando, no importa la música ni la pareja. Lo esencial es sobrevivir. Primero eligió Moscú. Después, desaparecida la URSS y tras un periodo duro de carestía, encontró a Hugo Chávez y el petróleo de Venezuela. Muerto Chávez y con el precio del petróleo por los suelos, llega un salto mortal inesperado: ahora toca bailar con EEUU, quizá donde debió empezar todo si la CIA y Eisenhower hubieran sido hábiles.

¿Qué busca ahora Cuba? El régimen desea controlar el inevitable tránsito al capitalismo y la gente, vivir. Serán los jóvenes dirigentes, los que están en la cincuentena, los beneficiados, los que sacarán tajada del cambio de uniforme. El embargo tardará aún en levantarse; lo bloquea un Congreso republicano cegado por la ideología y el odio a Obama, al negro. También la izquierda está ciega de alguna manera, no ve la realidad en la que vive el cubano medio cada día. Aún celebra los logros, ya reducidos a estadísticas, de una revolución romántica que nos fue robada, como nos fue robada la década de los sesenta.

¿Lo mejor de Cuba? ¡Los cubanos, su paciencia! Y este papa Francisco que tanto nos gusta a los ateos.

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