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Rubalcaba pierde los complejos

Rosa Paz

No se sabe si este debate del estado de la nación será el último en el que participe Alfredo Pérez Rubalcaba. Depende de si decide presentarse a las primarias de noviembre en las que los militantes y los simpatizantes del PSOE elegirán a su candidato a la presidencia del Gobierno y, evidentemente, de que las gane. Sobre estas posibilidades hay, dentro de su partido y entre los analistas políticos, opiniones para todos los gustos. Desde los que dan por supuesto que peleará por la candidatura, hasta los que sostienen que hace tiempo que descartó la idea.

Pero tanto si el líder de los socialistas buscaba poner un broche de oro a su despedida y cierre al frente del partido, como si lo que pretendía era utilizar el cuerpo a cuerpo con Mariano Rajoy como plataforma de relanzamiento personal, el que reapareció en la tribuna del Congreso de los Diputados fue el Rubalcaba que tanto han añorado los socialistas en los dos últimos años. Ese parlamentario brillante, contudente, implacable. Aquel que parecía imbatible cuando en las épocas doradas de los gobiernos socialistas se batía el cobre frente a quienes ahora, desde el Gobierno, le reprochan que acabaran adoptando las medidas económicas y sociales que el PP le pedía –aunque luego no las votaba– y que le llevaron al PSOE a perder más de cuatro millones de votos en 2011.

Con un discurso rápido como una metralleta y eficaz como un martillo pilón, Rubalcaba fue desmontando el triunfalismo del ‘España empieza a ir bien’ de Rajoy, con una enumeración descriptiva de la realidad que viven millones de ciudadanos como consecuencia de los recortes laborales, sociales y civiles aprobados por el PP y que han dejado más desprotegidos y con menos derechos a parados, pensionistas, trabajadores, estudiantes, jóvenes... y pretende dejar con menos libertades a los ciudadanos, en general, con la reforma de la ley de Seguridad Ciudadana, y a las mujeres, en particular, con la reforma del aborto. Es lo que el secretario general del PSOE denominó “la apoteosis de la desigualdad” y la “involución autoritaria” del PP.

Sin más papeles que tres folios de notas, mirando fíjamente a Rajoy, reapareció el Rubalcaba de los buenos tiempos, relajado, seguro, sólido y atizándole al presidente del Gobierno en todos los flancos débiles. Eficaz en sus críticas y en su manera de poner a Rajoy y a su Gobierno frente al espejo de las situaciones concretas. A Rajoy y a sus ministros. Porque no escatimó críticas directas a Cristóbal Montoro, Fátima Báñez, José Ignacio Wert o Jorge Fernández, a quienes fue citando por sus nombres y por sus reformas.

Las habilidades políticas y parlamentarias de Rubalcaba son de sobra conocidas, aunque en los últimos tiempos parecía que se habían esfumado. Ahora que Rubalcaba ha vuelto –ya saben, “el PSOE ha vuelto” dijo él en la clausura de la conferencia política del pasado noviembre– la cuestión es saber si su renovada energía y su recuperada soltura parlamentaria servirán para que el PSOE vaya recuperando la credibilidad perdida en los últimos años. No parece que les vaya a resultar fácil la reconciliación con los electores. Los comicios europeos de mayo, en los que el PSOE ha echado el resto, serán la primera prueba. Las primarias de noviembre, la siguiente. Entonces se sabrá si Rubalcaba vuelve para pelear por el liderazgo o si es la perspectiva de un próximo adiós la que le ha devuelto los poderes.

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