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En defensa de los gladiadores

Roma prohíbe los "centuriones" turísticos de su centro histórico

Jose A. Pérez Ledo

El siguiente documento ha sido hallado en una excavación arqueológica de Numancia. Se cree que fue escrito en torno al año 404 después de Cristo, en pleno ocaso de las luchas de gladiadores y del propio Imperio romano. Por su interés antropológico, reproducimos aquí el texto íntegro:

“Desde hace varios años se vienen criticando, con argumentos peregrinos, las luchas de gladiadores. No es raro ver, en la puerta del circo, a una turba de desharrapados que increpan y escupen a quienes acudimos a la fiesta. En más de una ocasión este mismo cronista se ha visto sometido a la ira de estos pordioseros, siendo objeto de gritos afrentosos tales como ”¡torturador!“ o ”¡asesino!“

Es obvio que la fiesta de los gladiadores resulta positiva para Roma desde un punto de vista económico. Pero no hace falta recurrir al vulgar denario para defender la que, sin duda, es la mayor expresión artística del Imperio. La lucha de gladiadores es tradición y es también catarsis colectiva.

En los últimos tiempos, sin embargo, estamos viviendo una progresiva infantilización de nuestra sociedad. Llama poderosamente la atención ver a personas formadas, magistrados y filósofos, atacando desde el Senado nuestra fiesta imperial. Roma, que se hizo a sangre y fuego, rechaza ahora que la muerte pueda ser creativa.

Es cierto que las luchas de gladiadores son un espectáculo sangriento, pero no debemos olvidar que quienes se enfrentan en la arena lo hacen por voluntad propia. “¡Salvo los esclavos!”, alegarán los desharrapados. Y es cierto, como también lo es que, sin luchas de gladiadores, los esclavos se extinguirían.

Debe tenerse en cuenta que, tal y como han demostrado destacados pensadores, los esclavos no sufren cuando reciben un tajo o sufren una amputación. Más aún: parece seguro que el esclavo siente una menor tensión durante el combate que en su traslado hasta el circo. La lucha es, por así decirlo, su terreno natural.

A pesar de ello, algunas provincias han empezado a prohibir los espectáculos de gladiadores. Se trata de una cuestión política, ya que son las mismas regiones que rechazan todo “lo romano” por el mero hecho de serlo. ¿O es casual que sea en la Galia, precisamente en la Galia, donde más fuerza social han alcanzado estos antigladiadores? No lo es. Como tampoco es azaroso que quienes claman contra lo que consideran una “tradición bárbara” sean también quienes, desde el ágora, gritan que “Roma nos roba”.

Tomen nota: las luchas de gladiadores nos sobrevivirán a todos. Seguirán ahí mucho después de la propia Roma. Y, en el futuro, cuando el Imperio no sea más que un glorioso capitulo en los códices de historia, el mundo entero seguirá aplaudiendo la hermosa muerte de los esclavos.“

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