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Sin moción no hay paraíso

Los líderes de Unidos Podemos, durante el anuncio de que promoverán una moción de censura a Mariano Rajoy.

Antón Losada

Quien quiera comprobar los daños infligidos a la calidad de la democracia española tras una década de saqueo impune y desgaste brutal de la instituciones para encubrirla por parte de los gobiernos del Partido Popular, no tiene más que repasar la lluvia de críticas que ha caído sobre Podemos por su anunciada moción de censura. No existe mejor termómetro de cómo, tras más de un año de bloqueo y marasmo político, lo anormal se ha vuelto normal y lo indeseable se ha convertido en el paradigma de lo deseable.

Una de las críticas más repetidas ha sido acusar a Podemos de desviar el foco de la atención sobre los casos de corrupción que ahora mismo asolan al PP.  Resulta un tanto sofista y bastante contradictorio sostener que va a despistar la atención de la corrupción una moción que se presenta precisamente por causa de la corrupción. A no ser que lo que se esté diciendo realmente es que el PP tiene razón y deberíamos estar hablando de lo bien que va la economía, que es lo realmente importante.

En esta misma línea argumental se ha sostenido también que la moción refuerza al gobierno de Rajoy. Puede ser. Pero habrá que ver a quién refuerza o debilita cuando se presente y discuta. Pronosticar ahora un resultado responde más a una corazonada o a un deseo; especialmente si se comparte la lógica que repiten con entusiasmo los Populares y según la cual, cuantos más casos les estallan, más clara y nítidamente se percibe su lucha y compromiso contra la corrupción. Entonces sí, la moción supone un regalo para el PP, tan regalo como el caso Gürtel, la Púnica o la operación Lezo.

Otra batería de críticas se ha concentrado en resaltar que parece más dirigida a los restantes partidos de la oposición que al propio gobierno Rajoy. Unos dicen que les obliga a retratarse, algo que haría toda moción de censura presentada por quien fuera y cuando fuera. Otros razonan que al PSOE le viene mal en pleno proceso de primarias y supone un intento de influir en el resultado. Pero ha sido el PSOE quien se ha colocado por sus propios méritos en semejante posición y en ninguna parte está escrito que haya que esperar a que los socialistas resuelvan sus problemas para hacer oposición. Desde Ciudadanos han afirmado muy ofendidos que ellos no van a contribuir a ningún circo, seguramente porque ya tienen la agenda ocupada haciendo payasadas en Murcia o en Madrid mientras debaten la diferencia entre imputado, investigado, citado, aforado y semipensionista.  

La semana pasada se acusaba a Podemos de primar la calle sobre el Parlamento poniendo a circular el 'tramabús'. Hoy se les acusa de usar el Parlamento para presentar una moción de censura.  Pese a su aparente diversidad, en el fondo, todas las criticas se resumen en una: a todos los demás les viene mal. Pero esa es precisamente la razón de ser toda moción de censura: tomar la iniciativa política y poner en apuros a los rivales.

Ni España vive una situación de excepción, ni presentar la moción supone un acto de patriotismo. Es estrategia y acción política. Podemos responde como debe a lo que seguramente le demandan hoy sus cinco millones de votantes. Les guste o no, Pablo Iglesias y los suyos están reconociendo que se equivocaron tras el 20-D al no entender que la primera prioridad pasaba por desalojar al PP del poder. Les guste a no, con su respuesta sobreactuada de primadonnas ofendidas, todos los demás están reconociendo que Podemos ha dado donde duele.

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