Arte burlón
Sus papeles, su peineta –lo que de toda la vida se ha llamado, al menos en el madrileño más castizo monta aquí y pedalea- y el “portaleo” de su casa lleno de cámaras y grabadoras han convertido al extesorero del PP, Luis Bárcenas, en un personaje para la comedia del pueblo. En un chiste, casi. Así, dejando atrás la gravedad de sus actos, faltaba poco para que el hombre de los sobres se convirtiera en un reclamo para los artistas más dispuestos a sacar punta y afilar los cuchillos de la ironía.
El primero ha sido Toño Velasco con un cuadro en el que se puede ver a Bárcenas sacando la lengua, burlándose de todo aquel que le mira –de todos nosotros- y que desde hace unos días se expone en el Museo Barjola de Gijón (hasta el 10 de marzo) dentro de la exposición ‘Ensayo sobre la burla’. Es una caricatura que, sin embargo, parece demasiado real. Ese pelo engominado hacia atrás. Esa altivez en la mirada. Esa especie de gabardina de gánster que comunica, sin necesidad de decir nada, la letanía “yo aquí valgo más que nadie”. Y alrededor de ese rostro sobres, muchos sobres.
Con este retrato, Bárcenas se une a la pléyade de políticos, dictadores, personajillos corruptos que han caído en las manos de los artistas para darles la vuelta, mostrar sus verdaderas miserias. Ocurrió hace un año en la Feria de ARCO con la obra de Eugenio Merino Always Franco, en la que introducía la efigie del dictador dentro de una nevera de refrescos. Congelado, pero todavía ahí. Crionizado como Walt Disney. Ya en 2008 Merino también expuso en esta feria un Fidel Castro mutado en zombi con ese chándal que tan del gusto es hoy para el líder cubano.
El retrato que Toño Velasco ha hecho de Bárcenas se une a otros de Angela Merkel, Nicolas Sarkozy, Iñaki Urdangarín o Emilio Botín. Tipos con poder que se burlan de nosotros, pero a los que se les escapa que al pueblo todavía le queda el arma del escarnio. Así que, al menos, hagamos uso de ella.