Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
Sobre este blog

Desde el año 2005, Juan Mal-herido hace públicas sus opiniones sobre libros, lencería y trastornos de identidad. En este espacio, se centrará en los trastornos de identidad. Creado por Alberto Olmos

Ser escritor sin leer Lolita

Juan

Conde de Xiquena —

Andrés Trapiello abrió Lolita por primera vez en su vida en 1998, cuando contaba cuarenta y cinco años de edad. Por lo que se ve, tenía prisa, dado que abandonó la lectura de la obra maestra de Vladimir Nabokov en la página 150.

En El fanal hialino, Trapiello consigna también su indiferencia hacia la narrativa toda de Joseph Conrad: El corazón de las tinieblas, Nostromo, La línea de sombra... ¡Bah!

Entrevistado en su día por Fernando Sánchez Dragó, tuvo que enfrentar una pregunta en la que el periodista y escritor le recordaba que Javier Marías lo consideraba “el peor novelista de España”. Dijo (más o menos): “Yo no puedo decir lo mismo de él porque no he leído ningún libro suyo.”

La respuesta sonaba dura, pero, leyendo sus diarios, uno se entera de que Trapiello no ha leído a nadie -ni siquiera a Nabokov-, lo que, desde luego, rebaja su desprecio a la categoría de desidia.

José Saramago, por ejemplo. El Nobel portugués, al que Trapiello apalea asiduamente -“No es un comunista al que le han dado el Nobel sino alguien que era comunista para que le dieran el Nobel”, dijo, más o menos, un día- tuvo la ocurrencia de escribir unos diarios, y un redactor jefe de suplemento tuvo la propia de encargar a Trapiello la reseña. Saturado de egolatría, Trapiello abandonó la lectura y rechazó reseñar el libro y se alegró enormemente de no haber curioseado nunca en la obra de Saramago.

De Cela tiene esta cita memorable -que descontextualizada impacta más-: “Es mucho más grave pensar que Cela es un gran escritor, que el que a uno le hayan dado por el culo.” (El pasaje -de Siete moderno- se refiere a aquella polémica durante el centenario de Lorca cuando Camilo José Cela dijo lo que dijo; etc.)

Rafael Alberti: “Uno de los poetas más castañas de toda la historia”. A su compañero en el 27, Vicente Aleixandre, lo compara con una poetisa aficionada cincuentona y cursi.

De Javier Marías apunta que es “un novelador hebén” (la expresión procede de Azoŕín) y, ya en palabras propias, su estilo le parece “de histérico embolismo”.

Qué más. Ah, sí: el Quijote. Considera Trapiello que cualquiera puede encontrar cien (sic) errores gramaticales en nuestro libro nacional. Cien.

Me sale al paso esta frase: “La prosa de los poetas del 27 es la cosa más triste de toda la literatura.”

Caramba, entonces, ¿qué le gusta a Trapiello? Por lo que puede deducirse, Juan Ramon Jiménez, Miguel de Unamuno y Antonio Machado. Baroja le gustaba, de joven; ahora menos. Valle-Inclán, así así. Lo mas moderno que cita con gusto son los cuentos de Julio Ramón Ribeyro.

Hemos de preguntarnos, por tanto, llegados a este punto, lo siguiente: ¿se puede ser escritor sin leer Lolita? La respuesta no deja de tener su gracia: sí. De hecho, un escritor es, de entre todos los agentes que participan en el sistema literario, el único que realmente no necesita leer; no necesita saber nada de literatura; lo imprescindible en un autor es su propia obra en marcha y, en tantas ocasiones, ésta se verá impulsada por la insularidad intelectual del escritor, que puede llegar a pensar que nadie sobre la faz de la Tierra escribe libros aparte de él y, por tanto, que sus libros son los mejores que se escriben a día de hoy. La ignorancia favorece la vanidad, y la vanidad favorece la literatura.

Sin embargo, creo que, desde un punto estrictamente mercantil, los escritores son los profesionales más idiotas del mundo. Ningún futbolista dice odiar el fútbol o no ver la final de la Champions; ningún cocinero afirma no ir nunca a cenar a un restaurante; nadie del peliculeo da a entender que no visiona nuevas películas; y nadie que toque música afirma no saber qué música tocan los demás. Pero escritores vivos de hoy que sueltan eso de “Yo no leo a mis contemporáneos” hay miles.

Si un escritor que escribe y publica libros en 2013 no va a leer ningún libro publicado en simultaneidad al suyo, y si esa actitud se entiende como propia de alguien con autoridad en la materia -no es un camionero el que dice no leer novedades; es un escritor profesional-, y si todos hacemos nuestra esa consigna, esa renuncia, esa dieta de lecturas clásicas sin sal ni últimas novelas, entonces, digo, pregunto, propongo, ¿cómo podría publicar ese autor que no lee a sus contemporáneos sus propios libros?

¿Por telepatía?

Que la gente (así en general) no lea tiene mal arreglo. Que los escritores no se lean entre ellos tiene, sobre todo... futuro.

Sobre este blog

Desde el año 2005, Juan Mal-herido hace públicas sus opiniones sobre libros, lencería y trastornos de identidad. En este espacio, se centrará en los trastornos de identidad. Creado por Alberto Olmos

Etiquetas
stats