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Sobre este blog

Los nombres de la UNIA quiere poner cara e historia a los grandes personajes que jalonan los cursos de verano de la entidad universitaria. Personas de renombre académico en cada una de sus disciplinas y fundamentales para aportar en el debate general. Este site está respaldado por la propia Universidad Internacional de Andalucía. 

De Vainica Doble a Camarón, reivindicando a los heterodoxos de la música española

Heterodoxos de la música española

Néstor Cenizo

De Vainica Doble a Mikel Laboa, de Smash a Sisa, la historia del pop español del tardofranquismo y primeros ochenta discurrió también por carreteras menos convencionales que las trilladas vetas que exploraban las bandas de mayor éxito. El periodista musical Santi Carrillo alumbró algunos de esos caminos este martes, en la conferencia inaugural de Tres generaciones de música pop española, un curso de verano organizado por la Universidad Internacional de Andalucía y la Universidad de Málaga, y que dirige el propio Carrillo. Por el curso pasarán artistas esenciales para entender la música popular española de los últimos 40 años, como Loquillo, Jota de Los Planetas, Kiko Veneno o Niño de Elche.

Carrillo, director de Rockdelux, hizo un repaso por una selección de músicos heterodoxos que le dieron la vuelta a la música española de los 70 y 80, “personajes que convirtieron el pop español en algo adulto y equiparable a lo que se hacía en el extranjero”. Empezó por Vainica Doble, la “exquisitez para sibaritas” que alumbraron Carmen Santonja y Gloria van Aerssen, “señoras que parecían muy normales pero que estaban contracorriente de todo”. Vainica Doble tuvieron una gran capacidad para unir Generación del 27 y un “hipismo bohemio internacional”. En un contexto nada feminista, eran “amas de casa sui generis que podían parecer cursis pero en absoluto lo eran”, recordó Carrillo.

Otros heterodoxos fueron Smash, para siempre amarrados al relativo éxito que supuso El Garrotín en 1971, una canción construida sobre un palo flamenco de los gitanos ilerdenses, uno de los pocos no andaluces. Aquel fue un éxito relativo cobrado a futuro. Gualberto abandonó el grupo precisamente por la popularidad del tema y Manuel Molina acabó apostando definitivamente por su proyecto con Lole.

También fueron heterodoxos, a su manera (que eran las baladas de soft rock de aires californianos) Solera y, después, Cánovas, Adolfo, Rodrigo y Guzmán. O Brossa d'ahir, el disco “plácido y fácil de oír” de Pep Laguarda aparecido en plena ola punk y precursor de un eje valenciano de pop mediterráneo, o los discos “alucinados” de Sisa y Pau Riba.

El movimiento Els setze jutges fue el germen de la Nova cançó que integraron Lluís Llach, Serrat, Pi de la Serra o María del Mar Bonet, que a su vez fue luego referente de movimientos similares en otros puntos del Estado: Voces célibes, Manifiesto canción del Sur, Canarias: pueblo palabra y canción, Euskal Kangintza Berria… Manifiesto canción del SurPocos más heterodoxos que Mikel Laboa, ahora revindicado por bandas como Delorean, que se aferraba a las canciones populares y la poesía y cantaba onomatopeyas para llegar donde las palabras no alcanzaban.

Gato Pérez fue el “propulsor teórico de la generación de rumberos” que agitaron la Barcelona de los 80. “El Ventilador es un tutorial de la letra y la música de la rumba catalana”, destacó Carrillo, que recordó una frase imperecedera atribuida a Gato Pérez: “Las tres cosas para ir bien por la vida son calle, biblioteca y atalaya”.

Por último, los dos genios andaluces del flamenco, Camarón de la Isla y Enrique Morente. La leyenda del tiempo, disco esencial del siglo XX, fue un hachazo a los puristas igual que lo fue la electrificación del sonido de Bob Dylan. “Cuando murió Camarón sólo se habían vendido 5.200 copias, muchos gitanos lo devolvían diciendo ”este no es mi Camarón“”, recordó Carrillo. “Aquello fue un órdago en un medio tan conservador como el flamenco. En La leyenda del tiempo era el mejor cantaor posible, todavía ajeno al consumo de heroína que empezó en el 81”. Una trifulca entre Lole y La Chispa impidió que Manuel se hiciera cargo de las letras, así que Ricardo Pachón recurrió a García Lorca, Villalón y hasta el Volando Voy de Kiko Veneno, colaborador en el disco como Raimundo Amador, Tomatito, Jorge Pardo o Gualberto.

A Morente “no le importaba infringir cualquier norma” y era más atrevido que Camarón. “Era cantaor por derecho pero no le importaba volar. Un laico ateo. Su legado es el flamenco puro y duro aunque se envolviese con Lagartija Nick o con las Voces Búlgaras”. Inspirador de otros que indagaron en la fusión entre rock y flamenco (de la que Omega es el gran hito), Morente acabó en el “altar para un público indie despierto y receptivo”.

Artistas sin nada que ver en la forma, pero con algo en común: todos descartaron el camino ya hecho para hallar senderos que antes nadie había trazado. Todos trascendieron su tiempo.

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