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¿Por qué los más preparados no encuentran buenos trabajos?

Sobrecualificados

José Saturnino Martínez García

La sobrecualificación: ¿un resultado de la desigualdad de oportunidades?

Estos días se ha señalado la sobrecualificación como uno de los problemas de nuestro mercado de trabajo. Con ello quieren decir que personas con titulación superior (universitaria, de FP de Grado Superior y la antigua FP II) desempeñan empleos por debajo de su cualificación en mucha mayor medida que en otros países. Paradójicamente, esta realidad convive al mismo tiempo con un alto nivel de abandono educativo temprano, el mayor de la UE, aunque en rápido descenso.

Las explicaciones de que tengamos muchos parados sin cualificación y muchos trabajadores ocupados en empleos por debajo de su cualificación se pueden dividir en dos grandes grupos. Por un lado, la visión dominante es la que parte desde el punto de vista de la “oferta”: el sistema educativo ofrece mala educación, por eso los jóvenes no quieren estudiar, y la cualificación de quienes tienen títulos educativos superiores no es adecuada. Esta visión no termina de convencerme. Primero, porque por mucho que se diga de nuestros “mediocres” resultados en PISA, lo cierto es que son tan mediocres como los de EE UU o Dinamarca, por poner un par de ejemplos de economías bastante avanzadas. Y la proporción de alumnado de bajas competencias está en el promedio de la OCDE, igualada con Inglaterra, Alemania o Francia. Es cierto que no tenemos muchos alumnos muy avanzados, pero en principio éstos no deberían ser los sobrecualificados.

Y segundo, porque la falta de buena formación de los titulados también debe relativizarse. Por lo menos podemos afirmar que va por carreras. Por ejemplo, nuestros médicos, enfermeros, ingenieros, y un largo etc. de profesionales destacan por su competencia a nivel internacional. Por otro, están los aspectos vocacionales que no coinciden con lo que demanda el mercado de trabajo. Por ejemplo, es grande la demanda de estudios relacionadas con el periodismo, sobre todo audiovisual, a pesar de que no hay tanta demanda empresarial por estos profesionales. Por no hablar de los artistas. El problema, por tanto, no estaría en su mala formación, sino que se debe a que en ciertas profesiones hay más vocaciones que puestos de trabajo.

Esto nos lleva a la otra visión del problema de la sobrecualificación: la demanda. El problema no está en la baja calidad de la oferta educativa, siempre mejorable, sino que nuestro sector productivo está especializado en sectores de baja cualificación, como los servicios, especialmente el sector turístico. Además, el nivel de cualificación de los empresarios es de los más bajos de la OCDE, y un empresario sin alta cualificación es menos probable que sepa qué puede hacer alguien muy cualificado. Y eso sin pensar (mal) en el problema de “inconsistencia de estatus” (yo soy el jefe, pero el asalariado sabe más que yo…). Para alguien que escribe desde Canarias, este problema de falta de demanda de empleo cualificado es notable. Como mucho, aquí hace falta gente con idiomas (que no la hay, y se contrata a extranjeros), pero no ingenieros.

Por último, hay una cuestión de movilidad social. Dada que nuestra estructura productiva no genera empleo de alta cualificación, hay que hacer “cola” para ocupar estos puestos. Una forma de avanzar en la cola es contar con contactos, provenir de un hogar social de estatus alto, etc. En una reciente investigación pude comprobar que en la época de expansión buena parte del mileurismo se explicaba debido a que el aumento de titulados universitarios entre las mujeres en general, y en los varones de orígenes populares en particular, que no encontraban empleos con buenos salarios. En otro estudio hallé que, a igualdad de títulos, algunos indicadores de sobrecualificación son menores para las personas de origen social alto. Es decir, la sobrecualificación es un resultado de la escasa movilidad social combinada con la estructura productiva de bajo nivel de cualificación.

Resumiendo, la sobrecualificación no puede entenderse sólo como un problema de baja calidad de la oferta educativa, también es un problema de estructura productiva, de empresariado de baja cualificación y de movilidad social. El peso de cada factor está por calibrar.

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