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La sobrecualificación: ¿un resultado de la desigualdad de oportunidades?

José Saturnino Martínez García

España es uno de los países con más personas con una titulación superior que no desempeñan una ocupación acorde a su cualificación (paradójicamente al mismo tiempo que nuestra población muestra un bajo nivel de competencias). En parte puede deberse a un simple problema estadístico, pues el INE decidió que la FP II de la Ley General de Educación, bajo la que estudió el grueso de la población activa, es equivalente a la FP de Grado Superior de la LOGSE. Pero a la primera se podía acceder sin Bachillerato (desde la FP I) y se terminaba a los 18 años, mientras que a la FPGS se accede mayoritariamente con Bachillerato, y se finaliza a los 20-21 años. Es decir, para el INE, un mayor filtro académico y dos años adicionales de escolarización son irrelevantes. O podría deberse a cuestiones más sustantivas. Una de ellas es la estructura productiva de la economía española, especializada en empleo de baja cualificación. O también podría ser un problema del sistema educativo, que imparte unos conocimientos alejados de los requerimientos de las empresas.

Según las teorías más ortodoxas de la economía (teoría del capital humano), la sobrecualificación debería ser transitoria, pues simplemente sería la manifestación de la dificultad de que empresarios y trabajadores encuentre la información adecuada sobre las posibilidades de los puestos de trabajo y de los asalariados; no sería más que un problema de ajuste. O realmente no existe, sería aparente, pues lo que realmente sucede es que hay gran heterogeneidad de competencias bajo la agrupación de cualificación superior. Por ejemplo, la sobrecualificación es mucho menor en la rama de Ingeniería que en la de Humanidades. O personas con el mismo título no muestran el mismo nivel de esfuerzo y de otras cualidades relevantes en el mercado de trabajo.

Otras visiones más heterodoxas consideran que la educación formal realmente no mejora la productividad. La intuición favorable a estas otras teorías es que aquello que se aprende en las aulas, más allá de las competencias básicas y ciertos conocimientos muy especializados, no es necesario en la vida laboral. Lo que haría el sistema educativo sería simplemente clasificar a las personas según su capacidad, bajo el supuesto de que quien destaque en el sistema educativo, también destacará en la vida laboral, ya sea por su inteligencia, por su constancia, por su obediencia, etc. Desde este punto de vista, la sobrecualificación podría ser permanente, pues el título educativo no es más que una forma de ordenar la cola del paro, no de mejorar la productividad de los trabajadores.

Frente a estas teorías más económicas, que se centran en lo que sucede en el mercado de trabajo, me gustaría añadir la dimensión de la desigualdad de oportunidades por origen social, aprovechando la información del “PISA de adultos” (PIAAC). Según el origen social, las probabilidades de tener un título universitario entre la población ocupada de 25 a 65 años varía considerablemente: 70,9% si el nivel educativo del padre es superior, frente al 22,0% si tiene un nivel de primaria o inferior. Pero esta no es la única desigualdad. Una vez que se obtiene el título de educación universitaria, el origen social también influye en la probabilidad de encontrar un puesto de trabajo acorde a dicha titulación. Esto se podría explicarse por diversos mecanismos, como mejores destrezas en los retoños de las clases altas en áreas en las que el sistema educativo generalista no es bueno (como los idiomas o hablar en público), mejores redes sociales para encontrar trabajo, etc. Pero veremos que el origen social a veces también puede llevar a más sobrecualificación.

En la Tabla 1 se aprecia la tasa de sobrecualificación de los titulados universitarios según origen social (medido por el nivel educativo del padre o tutor), para cinco definiciones de la sobrecualficación, pues en la investigación académica no hay consenso en torno a una única medida. La objetiva se deriva de la coherencia entre el puesto de trabajo y el título, el problema es que no contamos con mucha información sobre el puesto, más allá de los típicos para los que se exige el título (médicos, abogados, etc.). La subjetiva es la respuesta que da el propio trabajador, que puede estar influida por mecanismos psicológicos de ajuste (como la disonancia cognitiva o una evaluación inadecuada de sus posibilidades reales). La estadística tiene en cuenta el nivel medio de cualificación de los ocupados en un determinado puesto de trabajo, pero tiene el problema de que si, por ejemplo, hay muchos universitarios trabajando de camareros, podría llegarse a establecer la educación superior como la óptima para desempeñar dicho puesto.

A estas definiciones de la sobrecualificación, PIAAC nos permite añadir dos nuevas. Siguiendo el criterio estadístico, tenemos en cuenta que PIAAC mide el nivel de competencias en lectura y matemáticas. Por ello, podemos construir dos nuevos indicadores, parecidos a la sobrecualificación estadística, pero por nivel de competencias, y no por años de escolarización.

El origen social muestra una clara asociación entre estar sobrecualificado en sentido objetivo y subjetivo: a mayor nivel de estudios del padre, menos probabilidades de estar sobrecualificado (en torno a 10 puntos menos). Sin embargo, no se aprecia asociación con la sobrecualificación estadística.

Sin embargo, la sobrecualifación por competencias muestra una relación contraria a la esperada: a mejor posición social, más sobrecualificación. Este hecho podría deberse a que el nivel de competencias de los universitarios de orígenes populares es un poco más bajo que el de orígenes altos, de forma que al hacer el “corte” estadístico (a una desviación típica de la media de competencias de la ocupación), resultan más sobrecualificadas las personas de origen alto.

Como vemos, es fácil hablar de sobrecualificación, pero no resulta tan fácil medirla, y dependiendo de cómo se mida, se pueden contar historias distintas. La relación entre origen social y sobrecualificación depende de cómo definamos la sobrecualificación. Según dos de las medidas más habituales, objetiva y subjetiva, sí se nota que para las personas de orígenes populares el título universitario no abre tantas puertas como a los de origen alto. Sin embargo, las definiciones estadísticas, muestran otro tipo de evidencias. Combinándolas todas, tenemos una mejor comprensión de lo que sucede (lo que no quiere decir que sea más fácil…).

Si tiene interés en el estudio completo en el que se basa este post, puede consultar el capítulo V del Volumen II del informe PIAAC para España.capítulo V del Volumen II del informe PIAAC para España

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