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La travesía ideológica del nacionalismo escocés

Salmond dice que posición de España sobre Escocia en la UE "no ha cambiado"

Antoni-Ítalo de Moragas

“Yes Scotland! No more Tory governments ever” rezan las paredes de Glasgow. Escocia no es Cataluña. En Cataluña, el independentismo señala las balanzas fiscales con Madrid para discutir de las consecuencias económicas de un futuro Estado. En cambio, en Escocia, el independentismo no se detiene en el análisis económico y trata de esbozar el Estado del Bienestar de una hipotética Escocia independiente. ¿Por qué el independentismo escocés huye de la indefinición del catalán “primero la independencia y después ya veremos”?

Obtenemos una respuesta inmediata si analizamos las fuerzas políticas que apoyan la independencia. En Cataluña el apoyo a la secesión va desde Convergència Democràtica de Catalunya hasta las Candidaturas de Unitat Popular pasando por Esquerra Republicana de Cataluña, partidos con proyectos sociopolíticos divergentes. En Escocia, la campaña del “Yes Scotland” es cosa del Scottish National Party y, en mucho menor medida, del Scottish Green Party y el Scottish Socialist Party, partidos que, con sus respectivos matices, se ubican en el espectro izquierdo de la política escocesa. De este modo, la indefinición política del independentismo catalán vendría de las dificultades de poner de acuerdo a partidos con proyectos sociopolíticos opuestos, problema que no tienen en Escocia donde un partido hegemoniza la campaña soberanista y cuyos socios (menores) se ubican cerca ideológicamente.

Este análisis es correcto pero claramente insuficiente. La existencia de uno o más partidos y sus respectivas ideologías no es un factor exógeno sino el resultado de la trayectoria política y social del país. De hecho, el SNP no ha sido siempre un partido de tintes socialdemócratas. El estudio de la definición política del independentismo escocés pasa necesariamente por el análisis de la evolución ideológica del SNP y de sus condicionantes.

Durante la mayor parte de su historia, el SNP no se definió ideológicamente y trató de mostrarse, simplemente, como un partido nacionalista que aspiraba a una Escocia independiente. Esta indefinición tenía dos buenas razones.

La primera, organizativa: mantener la unidad del partido. La fundación del SNP en 1934 fue el resultado de la fusión de dos partidos nacionalistas de distinto signo político (el conservador Scottish Party y el tímidamente a la izquierda National Party for Scotland). La indefinición ideológica permitió acomodar a los militantes de ambos partidos en una única organización.

La segunda, estratégica: el 65% de los escoceses no se percibía a sí mismo en el eje Izquierda-Centro-Derecha. La sociedad escocesa no le pedía al SNP que se posicionara ideológicamente y, en particular, no le pedía que se posicionara a la izquierda. De hecho, los escoceses, contrariamente a lo que se suele pensar, no se situaban a la izquierda de los británicos sino más bien todo lo contrario. En ese contexto, la indefinición ideológica del SNP le permitía arañar votos tanto de Laboristas como de Conservadores.

Con el paso del tiempo ambas razones se fueron desvaneciendo. De la organizativa se encargó la biología que fue apartando a los fundadores del SNP de la dirección mientras las nuevas generaciones de nacionalistas se abrían paso dentro del partido. Dirigentes como Billy Wolfe, Margo MacDonald, Isobel Lindsay o Tom McAlpine trataron de introducir el debate de la definición ideológica del partido y, en particular, defendieron que éste se clasificara como socialdemócrata.

Dicho debate no fue sencillo, sobre todo porque era necesario convencer de la idoneidad estratégica de posicionarse a la izquierda. Mientras los tradicionalistas veía en la crisis de los conservadores una oportunidad para arrebatarles votos, la izquierda del SNP se interesaba por la creciente bolsa de votantes laboristas. Ambas posiciones estaban sobradamente justificadas: el SNP estaba consiguiendo escaños de los conservadores (elecciones de 1974) pero necesitaba los votos de los laboristas si aspiraba a ser hegemónico.

Lo que no pudo cambiar la biología, lo logró Margaret Thatcher. La entrada de la dama de hierro en Downing Street en 1979, de la que paradójicamente el SNP fue responsable, precipitó la evolución ideológica del SNP. Si en 1974, el 34% de los escoceses consideraba que el SNP estaba más cerca de los conservadores que de los laboristas, este porcentaje cayó al 15% en 1992.

La exaltación del individualismo del thatcherismo resucitó unos valores escoceses profundamente arraigados en la idea de comunidad. La pulverización del Estado providencia les dio dimensión política. Es entonces cuando la sociedad escocesa se desplazó a la izquierda de la británica en cuestiones como la defensa de la Sanidad y de los servicios públicos, muy presentes en el actual debate independentista.

Por si el giro a la izquierda de la sociedad escocesa no fuera suficiente, el thatcherismo también alimentó la reconstrucción del sentimiento nacional. La elección de Thatcher como primer ministro llegó pocos meses después del revés del nacionalismo en el referéndum por la reinstauración de la asamblea legislativa en Escocia (“devolution”).

El proceso de giro a la izquierda y reconstrucción del sentimiento nacional escocés culminaría en la lucha contra el Poll Tax (1989) que tenía como objetivo sustituir los impuestos locales por un impuesto por cápita fijo independiente de cualquier renta o propiedad. La oposición contra la reforma fue especialmente fuerte en Escocia puesto que entró en vigor un año antes que en el resto del Reino. El SNP no desaprovechó la conjunción de agravio social y nacional y lideró una campaña de desobediencia contra el impuesto llamada “Can Pay? Won’t pay!” (en alusión a la obra del dramaturgo marxista Dario Fo): 700.000 escoceses rechazaron pagar el impuesto. La elección, en 1990, de Alex Salmond (expulsado en 1982 precisamente por pertenecer al izquierdista Grupo del ’79) supuso la consolidación del SNP como partido socialdemócrata.

Si Thatcher condujo al SNP a la izquierda, Tony Blair le despejó el camino. El giro del laborismo hacia la tercera vía consolidó a los nacionalistas escoceses como alternativa a los tories. En 2005, los escoceses ya situaban al SNP a la izquierda de los laboristas y, en 2014, a las vísperas del referéndum sobre la independencia del país, escriben “Yes Scotland! No more Tory governments ever” en las paredes.

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