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¿Acaso la izquierda española lo tiene peor que la hasta ahora oposición en Senegal?

La prensa senegalesa refleja la victoria en las presidenciales de quien 11 días antes estaba en la cárcel represaliado: Diomaye Faye, del Pastef.

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Vivimos rodeados de ruido y sobresaltos a cuenta de los escándalos de corrupción de Koldo y el entorno de Ayuso, de los insultos PP y PSOE hasta en el Congreso y Senado, del “tira y nunca afloja” del independentismo catalán, del incumplimiento de la Constitución por el PP al no renovar hace ya 5 años el CGPJ. Eso nubla algo destacable: que somos el único país con gobierno de izquierda de los 27 de la UE. Una Europa donde la victoria de la derecha en Portugal este 10 de marzo ha dejado en 4 los gobiernos de centro-izquierda (Alemania, Eslovaquia, Eslovenia y Malta). Pese a esto y a que la investidura del gobierno PSOE+Sumar fue un hito ciudadano frente a los vaticinios mediáticos interesados, detecto un clima bajonero entre la gente progresista.

Hay un primer dato que explica la inquietud y es que desde mayo derecha y ultraderecha gobiernan en la mayoría de autonomías, diputaciones y grandes ciudades, lo que refleja el mapa tan teñido de azul. Pero es que, además, las y los progresistas, por más curados de espanto, seguimos siendo sorprendidos por la capacidad de nuestra/os representantes para incurrir en la división.

Vi el vídeo de la candidatura de Sira Rego para liderar IU con sintonía creciente porque habla de “generosidad”, de “tejer comunidad”, de que “estamos entrando en uno de los episodios más oscuros desde la II Guerra Mundial” y empaticé sobre todo con la idea, medular en mi última novela, de que “de esta oscuridad saldremos con la valentía de quien apuesta por puentes en lugar de muros”. Me gustó luego lo de “debatir, encontrarnos, pensar y construir juntos”, siendo conscientes de que “la savia emana de las calles, plazas, territorios”.

Di por hecho (¿solo yo?) que era el vídeo de una candidatura ya pactada internamente, para luego descubrir que, al revés, lanzarlo era una estrategia para condicionar la negociación. El caso es que para hacerle frente, Antonio Maíllo, ex coordinador general de IU Andalucía, un “territorio” de los que convendría escuchar y no se escucha pese a tener más población que 13 de los 27 países de la UE, ha dado el paso de pilotar él otra “candidatura de unidad” alternativa a la impulsada por Rego.

Esto se discernirá de aquí al 15 de abril. E IU es solo uno del amplio espectro de partidos a la izquierda del PSOE que Sumar tenía la vocación de trascender y hoy aspira a coordinar con la dificultad de crecer orgánicamente en Madrid aunque sin competir con Más Madrid o de encajar que los Comunes hayan tumbado los presupuestos catalanes lo que obliga a prorrogar los estatales dejando en el aire medidas sociales que iban a impulsar como gobierno de coalición con el PSOE de Pedro Sánchez.

La derecha, bloque de intereses e ideario

Existen obvias dificultades para superar diferencias y centrarse en dar respuesta a las necesidades sociales. Pero el desafío involucionista de derecha y neofascismo es tan grande a todas las escalas, de la municipal y autonómica a la europea donde el 9 de junio debemos votar en masa para evitar tener el Europarlamento más reaccionario, machista, homófobo, racista y ecocida de la historia, que hay que actuar con decisión y talento. Hay que aferrarse a la convicción de que las políticas progresistas son mejores y por eso España, con el actual gobierno, crece 5 veces más que la media de la UE y crea 4 de cada 10 empleos europeos y conviene profundizar en proyectos de confluencia como la recién nacida Plataforma Andaluza por la Mayoría Social.

Las derechas y el neofascismo tienen nítida su hoja de ruta ultraliberal consistente en esquilmar las arcas públicas del dinero pagado con sus impuestos por la ciudadanía trabajadora para beneficiar los negocios privados de cuyo accionariado son parte políticos de derecha y ultraderecha, sus familiares, amigos o afines. Algo de lo que, esta semana, ha expuesto grandes ejemplos Emilio Delgado, portavoz de Políticas Sociales de Más Madrid, ante la Asamblea madrileña como veis en el vídeo siguiente:

Todo esto ocurre, además, mientras adoctrinan con su ideario del catolicismo más rancio, antiabortista y antieutanasia y justificador de la dictadura franquista.

Los casos se acumulan a diario. Así tenemos, solo esta semana, que la Junta de Andalucía de mayoría absoluta del PP presidida por el ‘moderado’ Moreno desvió 5 millones € de ayudas para guarderías a las obras del estadio de La Cartuja (Sevilla) vinculadas a la Federación Española de Fútbol de Luis Rubiales, o que ha devuelto 119 millones € de fondos UE para guarderías para blindar los beneficios de los centros privados, mientras la Junta de Castilla y León de PP y Vox ha presentado la “Ley de Concordia” que deroga el decreto de Memoria Histórica y evita condenar el franquismo, en Valencia cargos de Vox han adoctrinado contra el derecho de aborto a alumnos de la ESO en un acto organizado por el Ayuntamiento o en Baleares PP y Vox se han cargado la oficina anticorrupción.

La derecha juega con la ventaja evidente de tener apoyándole el poder de las élites, financiera y económica, cuyos intereses defiende, así como una mayoría amplia del ecosistema mediático que esta élite posee o paga además de, como se constata y la propia derecha se jacta, poderosos tentáculos en el poder judicial. Pero tener ventajas no asegura ganar.

La democracia se vivifica en Senegal

Para prueba Senegal. Os extrañará quizá mi referencia. A mí me es más raro que dediquemos jornadas a analizar el colapso de un puente en la estadounidense Baltimore. No porque ese accidente con seis muertos (heroicos currantes latinoamericanos, por cierto), no sea relevante ni tenga consecuencias en el comercio global, sino porque la victoria democrática y emancipadora senegalesa nos va a afectar tanto o mucho más. A Senegal ha viajado el presidente Sánchez estos años… por su petróleo y su gas. De Senegal son la mayoría de los inmigrantes que aumentan últimamente las llegadas y naufragios rumbo a Canarias. La comunidad senegalesa es, tras la marroquí, la segunda africana en España con 80.000 personas. ¡Ojo, la segunda nacionalidad africana en España y son el 0,17% de los 47 millones que vivimos aquí!

Pues bien, el ganador de las presidenciales senegalesas del domingo, Diomaye Faye, estaba encarcelado solo 11 días antes de las elecciones, acusado de “ultrajar a un juez y difundir noticias falsas en Facebook”. El presidente saliente Macky Sall, ha hecho lo imposible para perpetuarse a pesar de la limitación constitucional de dos mandatos. En 2017 hizo encarcelar al alcalde de Dakar, Khalifa Sall, que despuntaba como adversario, acusándole de “malversaciones”; en 2013 a Karim Wade, hijo del ex presidente Abdoulaye Wade, acusado de “enriquecimiento ilícito”; desde 2021 lanzó una cruzada contra Ousmane Sonko líder del PASTEF y con un tirón espectacular desde que, siendo inspector de Hacienda, desveló la corrupción del entorno de Macky Sall en el libro Petróleo y gas en Senegal. Crónica de un expolio. El presidente Sall no solo quitó a Sonko su condición de funcionario sino que lo mandó arrestar por abuso sexual de una masajista y lo dejó encerrado e inhabilitó políticamente pese a que la condena final quedó rebajada a “inducir al libertinaje” a esa mujer de 20 años. 

Todo este tiempo las y los senegaleses, personas y colectivos (Y en a marre, France Dégage, M2D...), en Senegal y la diáspora (también en España), han sido ejemplo de movilización cívica y pacífica en defensa de su democracia y libertad, aún a costa de la represión policial y militar con decenas de muertos, cientos de heridos, miles de detenidos, cierres de TVs e internet y un régimen de terror que ha espoleado la migración a Canarias. En todo este tiempo el poder europeo y occidental ha estado del lado del represor Macky Sall. Por supuesto Francia que impone, incluso tras las independencias africanas de los años 60, la moneda Franco CFA a todo el África Occidental, moneda colonial que el nuevo gobierno del PASTEF se propone derogar. Pero también el gobierno de España con un presidente Sánchez que en 2021 viajó a Dakar a apoyar a Macky Sall justo al mes de la matanza de al menos 12 manifestantes de 12 a 35 años.

Este 2024 las presidenciales debieron ser el 25 de febrero, pero veinte días antes Macky Sall -que meses antes había ilegalizado el partido PASTEF- suspendió los comicios hasta el 15 de diciembre. Tocó de nuevo a las y los senegaleses organizarse y presionar a todos los niveles a su alcance. Emocionante fue la resistencia de las y los diputados opositores en el Parlamento a lo que denunciaron como “golpe constitucional” mientras fuerzas de seguridad, armadas, los obligaban a desalojar. Al fin, el Tribunal Constitucional senegalés, con gran responsabilidad institucional, anuló el aplazamiento. Luego una ley de amnistía liberó a los opositores encarcelados, como Sonko y Diomaye, y éste, al no ser firme su condena a diferencia de la de Sonko, pudo presentarse a las presidenciales. Las y los senegaleses le han votado en masa. Y ha ganado. Por tal margen que no hará falta segunda vuelta.

Diomaye Faye, ex inspector de Hacienda como Sonko y cofundador con él de PASTEF, ha sido reconocido como vencedor por el candidato oficialista Amadou Ba y el presidente saliente Macky Sall y, a falta de su proclamación inminente como quinto presidente tras la independencia de 1960, ha hecho ya un discurso conciliador pero rotundo en esa línea de panafricanismo de izquierdas que emerge en África proclamando el fin del expolio neocolonial europeo y occidental de los recursos africanos que han de servir al bienestar y progreso de la población que es su dueña. Están reescribiendo una historia de dominación secular con la fuerza de su voluntad. No será nada fácil, seguro, pero están en el lado correcto de la historia: el de la razón, la democracia y los derechos humanos.

Para que lo esté también la izquierda española conviene tener tan claro como los senegaleses que unidad y movilización son clave para gobernar y transformar la realidad en beneficio de la mayoría social. Sin perder de vista, a escala internacional, el acertar en a quiénes debemos elegir como aliados para construir, en equipo, un mundo de progreso para nosotros y las generaciones por venir.

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