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Pedro Sánchez, gira ofensiva a África

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, con su homólogo de Senegal, Macky Sall, durante su visita a Dakar

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Preguntaba en mi penúltima columna: ¿Sabías que nos la jugamos en Senegal? y, he aquí, que el presidente Pedro Sánchez se embarca, en plena cuarta ola del covid, con el lío de vacunación y las elecciones madrileñas, en lo que vende como gran gira africana, mini-gira más bien de tres días en sólo dos países de los 55 de la Unión Africana, Angola y, mira tú, Senegal.

Querría celebrarlo como un volver, al fin, los ojos al continente hermano, a solo 14 km, tras la presentación en Madrid del documento de buenas intenciones Foco África 2023. Pero el viaje queda empañado por el sesgo de mero aprovechamiento económico, de represión de la migración y de connivencia con la deriva antidemocrática que el presidente senegalés Macky Sall pilota este 2021, con su encarcelamiento de opositores y al menos 12 manifestantes asesinados con impunidad (aquí tenéis sus nombres y edad: de 12 a 35 años).

Vivimos hoy en España rodeados de un racismo del que no dejan de acumularse vergüenzas. Desde ese «¡Negro de mierda!» al futbolista francés Mouctar Diakhaby por el defensa Juan Cala en el Cádiz-Valencia y del que el Comité de Competición estima que hay “indicios razonables”, a la amenaza por Vox de deportar a Serigne Mbayé, nº9 de Unidas Podemos a la Asamblea de Madrid, nacido senegalés pero ya legalmente español tras 15 años aquí. Sin olvidar el encierro en la isla-jaula en que convierten Canarias de 7.000 migrantes con tal hacinamiento y falta de alimentos que causan peleas con heridos (tres muy graves son justo senegaleses) y el riesgo, según acaba de decir la presidenta de CEAR, Estrella Galán, de que la frustración lleve a autolesiones y suicidios.

Los acuerdos económicos deben beneficiar a los africanos

En este contexto emprende el presidente Sánchez su mini-gira africana en un avión con más empresarios que ministros. Apenas la de Exteriores, Arantxa González Laya frente a miembros de la CEOE, la Cámara de Comercio y responsables de Elecnor, AEE Power, Airbus, TSK, Riu, Globaltec Desarrollos e Ingeniería, Redondo y García, Impulso, Grupo Agem Ingeniería y Proyectos… Porque, sobre todo el jueves en la capital angoleña, Luanda, se trataba de impulsar los negocios. Algo positivo siempre que incluya el beneficio de los angoleños frente al exclusivo interés de las compañías españolas, esa Elector cuya subestación eléctrica se visitó, todas las que van a sacar rédito de los acuerdos de transporte aéreo, pesca, agricultura e industria y los créditos anunciados.

Luz y taquígrafos ya sobre el contenido de esos acuerdos. Y sobre los impuestos aparejados. Debemos conocerlos españoles y angoleños. Porque tras las independencias africanas a finales de los 50, los europeos somos expertos en disfrazar nuestro neocolonialismo de cooperación. “La ayuda alimentaria que nos traen la fabrican con la harina que se llevan”, proclamaba este 31 de marzo en una magistral viñeta de El Roto su dibujo de una africana. En África, donde el 40% de la población vive bajo el umbral de la pobreza, no caben ya más trucos occidentales.  

Si de verdad, como anuncia Sánchez, se quiere una relación de igual a igual con África, –¡Que bienvenido sea! ¡Ya era hora!– no se puede incurrir en lo de siempre: arrasar los recursos de África y poner el grito en el cielo si los africanos migran para sobrevivir. Suketu Metha lo expone magistralmente en su reciente Esta tierra es nuestra tierra: su abuelo, nacido en la India colonizada respondió, ya en su vejez en Londres, a un racista inglés que lo acosaba que estaba allí por lo mucho que se les debía a él y a su país.  

Connivencia con el autoritarismo en Senegal

Con todo, el punto más espinoso del viaje presidencial a África es que ir a Dakar se haya concebido como respaldo al presidente Macky Sall justo al mes de su ataque al sistema democrático del país, a las libertades y derechos de los senegaleses. Si bien Sall salió elegido en 2012 como esperanza del pueblo en conquistar soberanía frente a injerencias externas (sobre todo francesas), tanto su corrupción denunciada en Petróleo y gas de Senegal. Crónica de un expolio, del entonces funcionario de Hacienda Ousmane Sonko, como el encarcelar a tres opositores (Karim Wade (2013), Khalifa Sall (2017) y ahora a la gran alternativa política Ousmane Sonko (2021)), los controvertidos comicios de 2019, la represión de protestas pacíficas este marzo con medio millar de arrestos y, al menos, doce asesinatos hacen que el presidente Sánchez debiera evitar la connivencia.

Especialmente bochornoso fue el papel de Sánchez en la rueda de prensa conjunta con Sall durante la cual la periodista senegalesa Anna Rocha, de la emisora de radio RFM, preguntó al presidente español si la Unión Europea está investigando las denuncias del activista de Horizontes Sin Fronteras Boubacar Séye encarcelado por apuntar malversación de fondos europeos destinados a frenar la migración por el Gobierno de Macky Sall y que solo fue liberado gracias a la presión de entidades como Amnistía Internacional. Pues bien, el presidente senegalés, se precipitó a decir: “Esto no existe. Hay que dejar de hablar mal del país y su gobierno ante un presidente extranjero” y luego Sánchez se limitó a un: “No tengo información y me sumo a las palabras del presidente Sall”. Sabiendo lo que la periodista se juega en Senegal al preguntarle eso (minuto 45:51 del vídeo). Cuando recientemente se han cerrado emisoras de TV y encarcelado a periodistas. Vergonzoso.

El respeto a los derechos humanos se ha exigido a Turquía hasta en la reciente reunión con el presidente Erdogan de la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen y el del consejo Charles Michel –bochornosa por la discriminación sexista a la que ella se plegó y por la que su colega belga, que debería cesar, ni se inmutó–. No hablemos de Borrell reconviniendo al ministro de Exteriores ruso Labrov por el hostigamiento al opositor Navalni. O del respaldo en España a la oposición venezolana. Sánchez habría debido demostrar, en Senegal, un alineamiento sin fisuras con la democracia y los derechos humanos.

Difícil, claro, cuando frente a lo más esperanzador de la estancia en Dakar, la visita al primer Instituto Cervantes en el África subsahariana que abrirá en otoño, la prioridad ha sido lograr el compromiso de Macky Sall para reprimir al máximo la salida de migrantes en pateras y reactivar los vuelos de deportación interrumpidos desde 2018.

En esa clave represiva, Sánchez pasó revista al medio centenar de guardia civiles y policías nacionales que tenemos en el puerto de Dakar, ¿lo sabíais? Con dos patrulleras y un helicóptero. Para frenar pateras. ¿Nos gustaría que Reino Unido apostara en los Pirineos a miembros de Scotland Yard para que ningún español fuera a Londres a trabajar de camarero o enfermero?

Punto y aparte, ese sacar pecho de Sánchez sobre el despliegue militar de España en Senegal, el Destacamento Marfil que también visitó ayer, y cuya misión es apoyar la supuesta lucha europea contra la amenaza yihadista liderada por Francia. Una Operación Sahel iniciada en 2013, que según analistas como Philippe Leymarie de Le Monde Diplomatique, es ˝una guerra imposible de ganar“ y que, según acaba de denunciar la ONU, causa asesinatos de civiles como 19 asistentes a una boda en Malí.

Atender a la migración sin represión, desde la raíz

La colega columnista turca Barçin Yinanç del periódico digital Yetkin Report avisaba esta semana de que no por pagar más millones y cerrar los ojos al totalitarismo de Erdogan (al que el propio presidente italiano Draghi llama “dictador”) se va a parar la migración por el Egeo. A nuestro extremo del Mediterráneo pasa igual.  Y lo mismo en el desierto entre México y EEUU donde esta semana casi muere el niño nicaragüense cuyo vídeo a tantos ha conmovido.

Para alcanzar soluciones hay que ir a las causas. Y entre ellas destacan la explotación del sur por el norte. Y el racismo. Sobre ambas pone el foco la recién estrenada serie de HBO Exterminad a los salvajes cuyo director el haitiano Paoul Peck acaba de subrayar con mucho tino que sobre su imperialismo “Europa aún está en fase de negación”. Por eso el futbolista del Cádiz, Cala, insiste en que en el fútbol español no hay racismo y el equipo de Pedro Sánchez no ha visto lo ofensivamente racista que es pensar que el estándar democrático que merecen los senegaleses incluye encarcelar a la oposición y matar a quienes protesten.

La esperanza: el activismo civil  

Pese a que este viaje de Sánchez sea una ocasión perdida cuando no hay tiempo que perder porque Vox y sus socios fascistas en Europa crecen con su odio al migrante, que es el antisemitismo del s.XXI, la esperanza sigue viva. Quizá la buena noticia sea que, pese a lo que los europeos seguimos escribiendo como si el destino del mundo solo dependiera de nosotros, no es así. Hay un interesantísimo activismo civil africano, panafricanista, pujante aunque aquí no le eche cuenta casi nadie.

Estemos atentos a las propuestas y avances de movimientos civiles como los congoleños LUCHA (Lutte pour le changement) y Filimbi (“silbato” en lengua lingala), los senegaleses Yenamarre (Estamos hartos), France Dégage (Lárgate, Francia), los burkineses Balai Citoyen (Escoba Ciudadana), Africtivistes, Urgences panafricanistes, o el ugandés Poder de la gente, en torno al cantante Bobi Wane.

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