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Opinión - Exclusivo para socios El rompecabezas de ERC. Por Neus Tomàs
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¿Con qué legitimidad se critica a Israel?

Pedro Sánchez y Benjamin Netanyahu en Jerusalén el 23 de noviembre.

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Por mi experiencia diría que hoy los Reyes Magos eclipsan la lectura de prensa. Y, de hecho, pensé unirme al espíritu del día y escribir sobre la magia, esa que obra cada día tanta gente anónima, idealista y valiente, que no se rinde pese al razonable pesimismo sobre la especie y nuestro destino. Médicas, científicos, profesoras, activistas, juristas, ecologistas, buenas ciudadanas y vecinos… que logran que la vida ahora, globalmente, a pesar de los pesares, no sea peor sino mejor que hace décadas y siglos, como prueba la recopilación de avances que Kiko Llaneras publica hace cinco años en El País.

Pero yo no elijo los temas, ellos me eligen a mí. Así que no puedo no compartir el estupor que esta semana me causa que “el mundo civilizado”, occidental, europeo y estadounidense, se eche las manos a la cabeza cuando un ministro fascista de Israel plantea como “solución humanitaria” deportar gazatíes a países terceros, africanos.

No porque querer deportar a los gazatíes que sobrevivan a la matanza que ya lleva 22.000 asesinados, el 70% mujeres y niños, no sea una atrocidad, que lo es. Anunciada ya, por cierto, en un documento israelí filtrado el 1 de noviembre, del que en España se hicieron eco El Confidencial y ABC.

Por supuesto que el máximo representante de la política exterior europea Josep Borrell y el portavoz del Departamento de Estado norteamericano, Matthew Miller hacen bien en oponerse con firmeza. Como el presidente Pedro Sánchez acertó al decirle a la cara a Netanyahu que el derecho de Israel a defenderse de los atentados de Hamás del 7 de octubre con sus 1.200 muertos y 250 secuestrados no justificaban las “muertes insoportables” de palestinos.

El problema es: ¿con qué legitimidad criticar la pretensión deportadora de Israel? Con toda la del mundo si se defienden y protegen, de verdad, los derechos humanos de las personas por serlo. Pero, ¿es el caso de nuestros gobiernos, de la Unión Europea y Estados Unidos? 

Efecto llamada de deportar a África

¿Qué mente preclara alumbró “la genial idea” de deportar migrantes a Ruanda? El gobierno conservador de Reino Unido, con Boris Johnson, Elisabeth Truss y ahora Rishi Sunak lleva años empeñado, incluso tras sentencias en contra del Supremo, en la barbaridad de pagar al país africano que preside hace 24 años el antidemocrático Paul Kagame para que reciba a migrantes deportados… y haga con ellos lo que quiera pues en Ruanda ni hay oposición, ni prensa libre que pueda fiscalizar el proceder gubernamental.

Pero también el gobierno socialista danés de la primera ministra Mette Frederiksen tiene oficina en Kigali, Ruanda, desde 2022, para tramitar deportaciones allí.

Incluso la UE, por impulso de la fascista presidenta del gobierno italiana, Giorgia Meloni, paga millonadas al dictatorial presidente tunecino Kais Said para que este frene a los migrantes a Europa como sea, a sabiendas de que eso incluye expulsarlos al Sáhara donde mueren deshidratados.

¿A qué genio se le ocurrió que Europa podría apostar por deportar migrantes a Ruanda sin que nadie, como Israel ahora, la copiara? ¿O es que saltarse la legalidad es privilegio de occidentales, blancos, cristianos?

Nosotros mismos, España, con nuestro milagrosamente reeditado gobierno de coalición progresista PSOE-Sumar deportamos en 2022 a 1.300 personas a países sin garantía de seguridad. A 220.000 la última década. Ha sido bajo presidencia española de la UE cuando se ha aprobado un nuevo acuerdo europeo que profundiza en estos maltratos.

Al otro lado del Atlántico, ¿EEUU no deporta migrantes a México?

¿Acaso pensábamos que nadie nos copiaría este “fantástico método” para deshacernos de quienes se etiqueta como “indeseables subhumanos”? ¿O tenemos la desfachatez de defender que nosotros, por ser “blancos, occidentales, cristianos civilizados” tenemos derecho a saltarnos la ley y los derechos humanos frente al resto del mundo, Israel en el presente caso?

La verdadera realpolitik: dar ejemplo

Mi argumentación lleva a una bifurcación: o se proclama el imperio de la barbarie o nos creemos en serio y aplicamos el sistema de convivencia construido tras la Segunda Guerra Mundial, con una ONU que de verdad influya y una declaración universal de derechos humanos de cumplimiento obligado.

Ojalá prospere, en este sentido la iniciativa, por ahora solitaria, de una valerosa Sudáfrica que acaba de demandar a Israel por genocidio ante el máximo tribunal de la ONU.

Lo que es ya una evidencia es que existen, muy activos, organizados y ultrafinanciados, quienes defienden y trabajan por el imperio de la barbarie: Trump, Netanyahu, Meloni, Milei, Abascal… y sus violencias que van desde la extrema ya citada de Israel a la que acaba de añadir su asesinato con dron de un dirigente de Hamás en Beirut (Líbano), hiriendo y matando a “víctimas colaterales”, hasta las menores por comparación que ya estamos sufriendo en España con Ortega-Smith agrediendo y amedrentando a un contrario político, Abascal aludiendo a “colgar por los pies” al presidente Sánchez y las hordas en Ferraz empezando el año apaleando un muñeco que lo representaba.

Violencias que, como bien advertía ayer en este diario el senador socialista y expresident de la Generalitat Valenciana, Ximo Puig, no cabe subestimar porque siguen la ruta mil veces repetida en la historia de deshumanizar al otro para luego justificar aniquilarlo en enfrentamientos que ahora ojalá logremos desactivar a tiempo.

No existen subhumanos: ni Pedro Sánchez, ni los gazatíes, ni los inmigrantes.

El término alemán “realpolitik”, que significa “políticas realistas”, suele usarse tristemente para justificar bajar los brazos y perpetuar injusticias. En realidad, la única política realista, si queremos tener una oportunidad de salir del vórtice destructivo en que nos estamos metiendo, pasa por que los occidentales nos dejemos de parloteo barato sin credibilidad sobre esos supuestos valores nuestros que sistemáticamente violamos y empecemos a predicar con el ejemplo.

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