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El muro mental de Fátima Báñez

Fátima Báñez

Lucrecia Hevia

Querida Fátima Báñez

Empecemos por el principio: “En España no hay personas que cobren menos de 675 euros porque sería ilegal”. Es una frase suya, se reconocerá imagino. De sopetón, me parece un insulto a todos los españoles, me cabrea, me ofende. Pero como tengo tendencia general a pensar bien de las personas, por qué no voy a hacerlo con usted.  Así que voy a suponer que se cree lo que ha dicho. Voy a suponer que hay buena fe en sus palabras.  Voy a suponer que el autoengaño es tal que ha calado en su mente hasta hacerlo creíble y hasta defendible.  Y sin embargo, siento llevarle la contraria, creo que sufre una patología que no por común es menos grave:  la de un inmenso, enorme y consistente muro mental. 

Es una enfermedad histórica y tremendamente corriente ésta del muro, aunque desconozco si está catalogada en algún listado de enfermedades oficial. Tiene que ver con el instinto de supervivencia en algunos casos. Por eso el muro se levanta con mucho tesón y cariño, se ponen los mejores materiales, porque dentro se está mejor, protegido.  Porque entiendo que la verdad es maravillosa en ocasiones y tremendamente dolorosa muchas otras. Así que, en su caso, comprendo que no conviene que entre la verdad, si no que choque contra la roca a modo de rompeolas, que es una cosa mucho más romántica. Y uno permanece dentro en su fortaleza, confiado en que no le pase nada. Ni la realidad.

Pero, querida ministra de Trabajo, la realidad es tozuda y usted reincidente. “Es que hay muchas realidades, oiga”, se dirá usted. La de las familias que gastan 5000 euros en confeti para una comunión, que dudan si salir con el yate o viajar a Suiza a esquiar esta Navidad, o las personas que están eligiendo su tercer coche o cenar, de nuevo, en algún estrella michelín. Claro, esa realidad también existe. Y el resto vive con lo que tiene. Y seguro que usted cree que TIENEN que poder vivir porque la ley así lo dice. Pero quizás debería, además de encomendarse a la virgen del Rocío, abrir una ventanita de su muro mental para mirar un poco más allá y ver si de verdad el asunto está funcionando.

Aunque, señora Báñez, no crea que es una cosa suya nada más. Se lo digo para que no le dé apuro. Que muros nos ponemos todos. Le voy a contar una anécdota para su tranquilidad. Fue hace mil años, aproximadamente, pero recuerdo una conversación en la que una mujer decía que su hijo había encontrado trabajo por 150.000 pesetas al mes (pesetas, sí. Mil años, sí). Y que aquello era una vergüenza porque era imposible que nadie viviese con ese dinero. En esa misma conversación otras personas le explicaron que, ya entonces, había familias completas aviándose con ese sueldo mensual y hasta yéndose de vacaciones. Pero ella era sincera en su apreciación. Para esa mujer era imposible. Y resultaba increíble descubrir que había otra realidad. Ese día se abrió una grieta en su realidad. 

Pero esta mujer no era ministra. Usted sí. De Trabajo para más señas. Y no puede usar su muro mental de excusa. No puede seguir defendiendo cual mantra que España va bien cuando los falsos autónomos se multiplican como una plaga, cuando vale todo para contratar porque estamos dispuestos a todo por cobrar, cuando trabajar no da para vivir. No puede parapetarse en su muro mental porque es ministra y entre sus muchos deberes está el de conocer y tocar todas las realidades, no sólo la estadística o la suya propia que es evidente que no reponde a la generalidad. Que parece que el muro tiene efectos secundarios como la sordera y ni siquiera ha escuchado al empresario hotelero Antonio Catalá explicando su reforma laboral nítidamente como un magnífico instrumento para la explotación.

Y dirá que muros hay muchos, le doy la razón. En cada casa, cerrando la puerta para no avergonzarnos o para no enterarnos. O el muro burocrático y cerril de la Administración. El muro del miedo al distinto. El muro del convencimiento de que siempre la culpa de lo que pase es de los otros. Y la historia ha dado muchos muros y suma y sigue. El muro de la vergüenza de los refugiados. La frontera sur que convierte Europa en fortaleza. El de Gaza, el inminente muro estadounidense.

Y desgraciadamente ya lo sabemos. El muro no sirve ni a los de dentro ni a los de fuera. A los primeros, les puede proteger un tiempo, pero no dura siempre. A los de fuera, no los detiene ningún muro si son poderosas las razones que los mueven.  

¿Creerá usted que todas las historias que cuentan los periódicos sobre precariedad laboral son inventadas? ¿Que las personas que van a los comedores sociales lo hacen por gusto y comodidad? ¿De verdad cree señora ministra que toda la población se ha confabulado para defraudar porque quiere enriquecerse? Quizá no ha pensado que a muchos no les salen las cuentas, que el sistema les empuja a veces a trabajar en negro para asegurar ingresos, que la red del Estado del bienestar está empezando a fallar porque en su partido no acaban de creérsela.  ¿Se ha enfrentado usted a una cola del paro? ¿Al farragoso procedimiento del pago de impuestos? ¿A la gestión de una empresa pequeña como lo son la mayoría de este país? Si no ha hecho todo eso, si no ha pedido información e informes sobre todos estos aspectos; si no ha salido, al menos, a la calle a hablar con las personas en paro y con trabajo precario, honestamente creo señora Báñez que no se va a arreglar el asunto con su silencio ni con la ayuda de la virgen. Honestamente creo que usted no debería ser ministra.

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