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Palabrería o lucha cierta contra la violencia machista

Concentración este diciembre en Madrid contra el repunte de asesinatos machistas.

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Pensé escribir esta columna antes de la penúltima polémica, la de las declaraciones de la secretaria de Estado de Igualdad, en la que ni entro, harta ya de vacuidad. Pensé escribir esta columna a sabiendas de que muchos y muchas picotean y se saltan las noticias de asesinatos machistas porque el goteo abruma y parece inevitable. Daba vueltas a los 12 crímenes de diciembre, a los 5 en estas dos semanas de enero, a las 49 asesinadas del 2022 y sus 38 huérfanos… y se me venía a la cabeza cuántas veces padres y madres se quejan de que sus hijos no leen mientras ellos tampoco abren jamás una novela, poemario o ensayo. Los niños aprenden por imitación y contagio más que vía sermoneo. Igual lo hacemos la ciudadanía. Como bien ha dicho esta semana la ministra de Igualdad Irene Montero (Podemos) la violencia machista es estructural.

Hay dos líneas de trabajo: la inmediata, de mejorar la protección efectiva de las amenazadas porque es un escándalo que la mitad de las 12 asesinadas en diciembre y el 42% de las 49 en todo 2022 hubieran denunciado y pese a ello las hayan matado y la vía de ir a la raíz del problema, esa que se suele llamar “de prevención” o “educación” y que o es un cambio de nuestra sociedad machista o no funcionará.

Debería ser un escándalo y tener efectos drásticos que el 42% de las 49 asesinadas en 2022 hubiera denunciado a su maltratador y que aun así no se hayan evitado sus muertes anunciadas.

Verborrea frente a fallos policiales y judiciales

Sobre lo primero, mucho protocolo, mucho sistema VioGén, mucho animar a las víctimas a llamar al 016, a denunciar a la policía y en los juzgados, mucha campaña de concienciación y llamamiento al entorno familiar y vecinal, ahora el ministro del Interior Grande-Marlaska (PSOE) baraja contar a las mujeres los antecedentes maltratadores de sus hombres o ponerles a ellos pulseras geolocalizadoras, pero el 28 de diciembre a las 04.00 vecinos de Benidorm avisaron a la Policía de una pelea de pareja, los agentes fueron al piso donde hombre y mujer reconocieron la discusión pero “al no ver indicios de malos tratos” se marcharon y a las 04.40 fue él quien llamó a comisaría para avisar de que ella se había caído “por accidente” del sexto al vacío. Y el juzgado de violencia de género ha acordado libertad provisional y habla de fallecimiento “accidental”.

Quizá sea verdad, como dice el hombre, que la mujer tras su pelea y la visita de la policía decidió sin más, en plena madrugada, intentar pasar de la ventana al balcón de esa sexta planta. A mí me chocó, la verdad, que justo al día siguiente de que la Policía no evitara esa “muerte anunciada” Marlaska convocara a la prensa para anunciar su idea de informar a las mujeres de los antecedentes de sus parejas (medida de dudosa aplicación legal, según la Fiscalía, y dudosa utilidad según colectivos feministas).

¿Alguien paga las consecuencias cuando hay fallos policiales o judiciales en el sistema de protección o los responsables quedan tan impunes como a menudo también los asesinos machistas?

Pero, más allá de este caso de Alicante, ¿alguien me explica cómo la Audiencia de Las Palmas ha permitido el retraso de 4 años en el juicio por el que ha acabado este jueves en libertad sin fianza Raúl Díaz (48 años) que admite haberse deshecho en 2019, tirándolos al mar, de los restos de Romina Celeste Núñez (29) con quien estaba casado?

Tal precedente dará esperanzas al criminal, aún anónimo, pero detenido y confeso, que este pasado fin de semana asesinó a su ex novia en Marbella, la decapitó, le cortó las manos y también tiró el cuerpo al mar, en este caso Mediterráneo, cuyo oleaje lo sacó a la playa. Un asesino, por cierto, que había sido detenido el lunes previo al crimen por quebrantar la orden de alejamiento y amenazar a la mujer por teléfono. Otra duda: estos “fallos del sistema de protección”, fallos policiales y judiciales, ¿los paga alguien o, como los de algunos asesinos, quedan impunes?

Desmontar el machismo para salvar vidas

Mientras se afronta todo esto que es mucho y muy grave, más que los golpes de pecho y los minutos de silencio urge ir a la raíz. La violencia machista es ideológica. No me refiero, lo que sería absurdo, a que los maltratadores voten a un partido, a otro o se abstengan sino a que responde a un sistema de pensamiento. Las mujeres como colectivo y como individuos sufrimos la violencia machista aun cuando no nos maten porque tal como vivimos, tal como se reparten el trabajo, los salarios, el respeto social, el cuidado de ancianos, enfermos e hijos, los sueños y modelos, nosotras somos ciudadanas de segunda. Por eso es inútil afrontar como sociedad la violencia de género repitiendo: “haz lo que digo y no lo que hago”.

Cuando a menudo se insiste, como esta semana Ramón Fernández Pacheco (PP), portavoz de la Junta de Andalucía, escribió en un tuit y desarrolló en este audio que hay que “acabar con esta lacra sin banderas ni ideologías” se tiende una trampa sutil y mortífera. De particular cinismo sobre todo cuando se dice desde un PP que en Castilla y León permite que el vicepresidente Juan García-Gallardo (Vox) lance un plan para torturar psicológicamente a las mujeres que en su pleno derecho decidan abortar haciéndoles escuchar los latidos del corazón del feto y verlo en ecografías 4D.

Es socialmente dañino que se aplauda como “éxito” la pamplina de Shakira en la que se exhiben toxicidad y celos, herirse, todo para perseguir el máximo fin del capitalismo machista: hacer dinero

Al contrario, para acabar con los asesinatos machistas hay que desmontar ladrillo a ladrillo la dañina y milenaria construcción ideológica por la cual por listas y preparadas que seamos las mujeres nuestra autoestima y hasta oportunidades laborales dependen de nuestra imagen. ¿Cuáles son los referentes mayoritarios de las mujeres que ocupan las pantallas? ¿A quiénes debemos parecernos? ¿Cuál es el medidor del éxito si no la belleza y el amor romántico (del que se oculta la avalancha de tareas domésticas que trae aparejado)?

¿Es casual que de las 400.000 operaciones estéticas que se hacen en España al año el 84% se las hagan mujeres frente al 16% de hombres y que las pacientes sean cada vez más jóvenes? ¿Azaroso que el enganche a las redes sociales tenga consecuencias funestas sobre todo en las chicas abocadas a la obsesión corporal? ¿Por qué no frenar en seco la descarada cosificación por la que la máxima aspiración es gustar y sin pareja una es mal vista y se siente mal?

¿Cómo se aplaude, se ríe, es un “caso de éxito” la pamplina malsana de Shakira? Malsana para ella, para sus hijos, para su ex pareja, para la nueva pareja de él, para las familias de cada implicado y para nuestra sociedad que bobamente los tiene como referentes. Ni el amor, ni el desamor deben ser ese veneno desbocado, aunque a cualquiera le saliera por instinto. Los prontos hay que civilizarlos.

Cinco años después del histórico 8M 2018

Quedan solo dos meses para un nuevo 8 de marzo. Se cumplirán 5 años del de 2018 que fue histórico bajo el lema “Si nosotras paramos, se para el mundo” en el que, particularmente en España, las mujeres demostramos la fuerza que logramos juntas. El machismo ha sabido reaccionar para proteger sus privilegios sembrando la discordia entre nosotras –metiendo cizaña en los temas de identidad de género y regulación de la prostitución– pero si las mujeres no nos unimos contra la opresión y los feminicidios, si nosotras no damos el pulso y lo ganamos la injusticia de base contra las mujeres seguirá. Y también los asesinatos.

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