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El peligro Gabilondo
Me interesan las cosas de Madrid, no por la omnipresencia del Sr. Pérez, sino porque vivo allí media semana y me toca. Hoy estoy muy afectado. En una comparecencia tras un comité autonómico, el candidato a la presidencia de la Comunidad, Ignacio Aguado, se ha desmarcado de un posible pacto con los socialistas madrileños. De los “satánicos” de Podemos o siglas vecinas, ni hablamos.
La razón: el profesor don Ángel Gabilondo es un independentista pata negra. Sí, así. Gabilondo es un independentista en toda regla, compañero y subordinado de otro peor que obedece al nombre de Pedro Sánchez, ambos amigos y cómplices de Quim Torra, el de los lazos, y, por tanto, de Otegui. Además, uno y otro son, a su vez, juntos o en comandita, allegados de Miquel Iceta. Gabilondo, para más inri, nació en San Sebastián y lleva Pujol como segundo apellido, qué más necesitamos para creer a Aguado.
Pues sí. No se qué haré cuando me cruce con el respetado profesor por los rincones de Zahara. ¿Lo saludo? Al principio, ante la gravedad de las acusaciones, creí que, por fin, Madrid iba a pedir la independencia: España como un donut virtuoso, pero no; luego, que quizá Getafe, el sur, pero tampoco. Resulta que es que para Ciudadanos el conflicto catalán se va a dirimir en las elecciones madrileñas, que su día a día tiene más que ver con Catalunya que con las necesidades cotidianas de los madrileños o frenar la corrupción aún sin aflorar, endémica, de sus socios de la derecha.
A Aguado se le veía nervioso. Sus argumentos disparatados. Si no fuera por la gravedad, suenan a risa. En todo caso, son de una pobreza dialéctica preocupante. Se le ve contagiado por el nerviosismo de Albert Rivera.
A Rivera, que lo dejamos sin Catalunya y los lazos y no queda más que Ciutadans, no le salen los números. Sus nervios están contaminando a toda su organización y, así, se precipitan al abismo, demoscópico, de momento. Rivera quiere más Andalucía pero algo falla. En Andalucía apoyó a Moreno Bonilla aunque Juan Marín aseguraba por los pasillos que solo él sería presidente de la Junta. Ahora apenas se le ve.
Pero el dirigente catalán no tenía la cabeza en Andalucía sino en Madrid; aprender a pescar puede esperar después de todo y de haber sostenido el gobierno de Susana Díaz durante una legislatura, sin enterarse, aunque los andaluces sí nos hemos enterado. Pero no es gratis exponer a su partido al contagio de la extrema derecha. La contrapartida era y es que en todos los territorios se repita el pacto con la extrema derecha. Pero algo falla y no parece que Ciutadans vaya a quedar por delante del PP, desde luego, no en España, y no será presidente. Un duro golpe para su ambición.
Nervios, muchos nervios. Primero, migración forzosa, repentina e interesada de candidatos y fichajes. Arrimadas, Girauta, Marcos de Quintos, Clemente, Corbacho ...luego, apariencia de democracia contra la militancia, luego, pucherazos, ahora, régimen disciplinario a los disidentes. El manual del autoritarismo y el capricho del hiperliderazgo.
Nervioso y disparatado, Aguado no ha descartado pactar con la extrema derecha. Ya lo han hecho en Andalucía, -el que hace un cesto, hace un ciento-, y asegurado urbi en orbi que el modelo es exportable. Mientras, el voto moderado se les escapa. La radicalidad de Rivera y los suyos asusta pero más su inutilidad. No pactarán con los socialistas, de entrada, todo el mundo es malo por algo, todo el mundo es de todo, menos constitucionalista. Mientras, se le prepara el recambio. Luis Garicano, desde Europa, sí es que allí no consigue un puesto de ambición; Inés Arrimadas, desde el poder que siempre soñó y apoyó un Ciudadanos bizcochable y moderado. Los desvaríos de Rivera inquietan, y no solo a sus votantes y militantes, también, y es lo más grave para ellos, a los que lo lanzaron, con los medios de comunicación por delante.
Ciutadans promete, sobre todo, más crispación, inutilidad y, ojo: si sufren una debacle, la propia estabilidad del gobierno de Andalucía, con el apoyo de la extrema derecha, puede estar en peligro.