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Saladino y los planes del PSOE

El portavoz del PSOE en el Congreso, Antonio Hernando, con Meritxell Batet en la primera jornada del debate de investidura

Lucrecia Hevia

Ha llegado el debate de investidura y yo llevo semanas recordando a Saladino. El líder musulmán del tiempo de las cruzadas logró ser admirado por amigos y enemigos, entre otras cosas, entre la historia y la leyenda, por su gestión de las victorias. Es cierto que no escatimó en sangre como la época merecía pero también tuvo gestos inolvidables para con los derrotados. Entre otras cosas, por no arrasar con las ciudades y la población civil después de ganar una batalla (aunque sus motivos no siempre fueran del todo generosos). Ricardo Corazón de León, su directo oponente de batalla, al parecer manejaba más el león que el corazón para tratar a los vencidos, distinguiéndose por ser implacable e inmisericorde.

Y me pregunto cuánto de Saladino y Ricardo se despacha en la política española. Cuántas dosis de generosidad son capaces de aportar todas y todos los que aseguran trabajar por el bien de la ciudadanía.

Ha llegado la investidura. Con el respaldo de Ciudadanos al PP y la abstención del PSOE. Y para llegar hasta aquí, el PSOE ha mantenido su propia guerra interna, y algunos barones, liderados por Susana Díaz, han ganado. Y con ellos, ha triunfado la opción de la abstención al Gobierno de Rajoy. Sin entrar en la pertinencia o no de la decisión, es lo que ha votado la mayoría del último Comité Federal. Y sin embargo, no han sabido ser generosos en la victoria, al estilo de Saladino.

Dicen que hay que hacer valer la disciplina de una organización. Que o se está dentro y se aceptan las reglas del juego, o se está fuera. Dicen que es intolerable llevar la contraria a una decisión del Comité en este punto y que los contrarios están tensando demasiado la cuerda. Porque puede que además de saber ganar haya también que saber perder.

Dicen que el voto unánime tiene que dar imagen de partido unido hacia fuera y de autoridad hacia dentro. Pero será aparentemente. Porque la unanimidad exhibida no va a ser real, y se sabe. Porque, al final, con casi toda probabilidad, va a haber díscolos (y aunque no los haya). Y quizás, teniendo más cintura, podrían haber evitado una imagen de partido que se deteriora paso a paso.

Coser. Es una de esas palabras que se cuelan en el vocabulario periodístico con acierto por lo insistente aunque no siempre porque convenza cuando se utiliza. Coser los rotos de un partido que el 1 de octubre no se rompió, se desgarró. En términos de costura, y no es que yo esté muy puesta en el asunto, el desgarro siempre es más complicado de restaurar. Hace falta zurzir y hacer gestos para hacer hueco a los vencidos, no retorcerles el brazo.

En tiempos de “coser”, rematar al contrario apuntala la victoria pero no incluye, ni suma, no reúne ejército para la batalla más importante que se avecina, que es la de reconstruir su partido para que sea una fuerza política capaz de cargar con la decisión de la abstención, hacer oposición real y ser alternativa de Gobierno creíble en un planorama pluripartidista.

Palabras como “sanción” o “ruptura”, o frases como “que se vayan” no son exactamente sinónimos de coser. Aunque el presidente de la gestora, Javier Fernández, haya dicho en las últimas horas que no está pensanso “en expulsar a nadie”. Al PSC, porque lo suyo es una “ruptura unilateral” y, explican los ganadores, no es exactamente el PSOE. Pero no están solos. Diputados de Baleares, de Aragón, del País Vasco, de Galicia...

Evidentemente todo esto lo saben los ganadores. Y a pesar de todo no se ha propiciado ese final. Sus razones tendrán. Puede que crean que no van a echar de menos a los discrepantes del partido. Al menos de momento. Menos votos en contra de cara a un Congreso para decidir un nuevo liderazgo. Léase PSC. Y luego ya hablaremos. Porque aunque el problema de la articulación con el PSC no es nuevo ni mucho menos, aquí la cuestión es ganar dentro ahora, que hay que vencer en el partido para lograr la victoria en las elecciones. Tienen un plan.

Lo malo es que no siempre los planes salen como uno quiere. A los hechos me remito. ¿Qué pasa con el resto de contestatarios? ¿También quedarán sancionados? ¿Se les mandará fuera? ¿Cómo leerán eso los militantes? ¿Y los votantes?

Y mientras, desde el PSOE, una gestora estará a cargo de enfrentarse a Rajoy, un Rajoy inspirado sin duda por Ricardo Corazón de León (he ganado y hago lo que quiero). Sin cuadros de mando en el partido. Sin portavoz al mando. Y el Congreso pinta lejos (al menos en el plan aparente). Y puede que la estrategia de los vencedores en el PSOE sea buena para ganarse el partido. Pero no se sabe qué partido quedará cuando ganen, qué precio se habrá pagado. Si plantarán la bandera del triunfo sobre escombros y, entonces, ya no tendrán la oportunidad de ser generosos en la victoria como lo fue Saladino.

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