En Abierto es un espacio para voces universitarias, políticas, asociativas, ciudadanas, cooperativas... Un espacio para el debate, para la argumentación y para la reflexión. Porque en tiempos de cambios es necesario estar atento y escuchar. Y lo queremos hacer con el “micrófono” en abierto.
La alternativa es una Europa con corazón
Mi padre, un hombre sabio, siempre decía sobre su generación: “Hemos trabajado para nuestros padres, lo hacemos para nuestros hijos y tendremos que trabajar para nuestros nietos”. En casa, del sueldo de un obrero y de las filigranas de la ministra de economía, que era mi madre, las dos hijas y los dos hijos de mis padres pudimos completar una carrera universitaria. Cada vez que salía el siguiente a cursar estudios superiores, mi madre se echaba las manos a la cabeza y mi padre la tranquilizaba diciendo: “No te preocupes, Antonia, esto se arregla con una hora extraordinaria más”.
Ahora son mi hijo y mi hija quienes están estudiando. Dos, la mitad de los que criaron mis padres, sus abuelos, y siento que les dejamos un panorama infinitamente más complicado del que me brindaron a mí en todos los sentidos. Sin embargo, ella y él pueden decir que tienen la suerte de haber nacido en una familia en la que nunca les ha faltado nada que les resultara imprescindible: ni comida, ni casa, ni los recursos necesarios para que siguieran estudiando.
Mucha gente ya no puede decir lo mismo en este país. Ayer leía que en la Cañada Real de Madrid habitan en chabolas más de 500 personas sin recurso básico alguno. Ya son el 29,2 por ciento de la población española viviendo en riesgo de pobreza y/o exclusión social. España es el segundo Estado de la UE en pobreza infantil y desigualdad. No hay ya horas extraordinarias con las que partirnos el lomo para sacar adelante a nuestros hijos e hijas.
Y aun así, éste sigue siendo el sueño dorado de miles de personas que escapan de panoramas tan aterradores como la guerra de Siria, un conflicto que dura ya cinco años y de cuya responsabilidad habría mucho que decir. En respuesta, blindamos nuestras fronteras y firmamos un “pacto migratorio” con Turquía.
Pero como es imposible ponerle puertas a la desesperación, el primer día de entrada en vigor de ese acuerdo, más de 800 refugiados burlaron la vigilancia en el mar Egeo. Ese mismo día, el saldo mortal fue de dos niñas ahogadas y el fallecimiento de dos hombres al llegar su lancha a la isla griega de Lesbos.
Poco después, en el campamento griego de Idomeni, un hombre se quemaba a lo bonzo en medio de una protesta por el cierre de las fronteras y la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) anunciaba que no colaborará con las autoridades europeas en la identificación de solicitantes de asilo en Grecia mientras sigan encerrando a los demandantes en centros de detención.
Y así, entre políticas austericidas e inhumanas, esta Europa, que ya sólo lo es del mundo financiero, deja tras de sí un reguero de personas huérfanas de padre, madre y de un Estado democrático que les proteja dentro y fuera de sus fronteras.
Nuestros padres y madres se educaron en la miseria de la postguerra. Esa generación supo sacar fuerzas para luchar por su gente. Esa superación continúa, pasito a pasito. Es un ejemplo a seguir para poner freno a esta locura de mundo que no quiero ni para mis hijos ni para nadie. Nuestra baza es la lucha colectiva con el mismo motor que les movió a ellos y ellas: pintar para su prole un futuro más esperanzador.
Empezar a desobedecer a esta Europa inhumana desde todas las instituciones posibles sería una buena manera de comenzar a darle la vuelta a esta UE y construir un espacio europeo con corazón, antes de que la historia nos juzgue y no nos perdone tanto sadismo, tanta maldad y tanta indolencia hacia quienes huyen de las mismas bombas de las que corren aterrados los bruselenses, los parisinos o de las que huían nuestros padres y madres hace un cuarto de hora en el reloj de la Historia.
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