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Andalucía merece más
Habrá quien diga que la irrupción de la pandemia, con todas sus derivadas, no permite hacer un balance riguroso de los dos años de gestión del gobierno de Moreno Bonilla. Y puede que en parte tenga razón. En este tiempo, hemos estado sometidos a las reglas del estado de alarma, hemos sido confinados, perimetrados, llamados a salvar el verano, la Navidad y ahora, parece que vuelta a empezar.
Cualquiera podría pensar que únicamente con la gestión de la crisis sanitaria, con organizar la vuelta al cole y con atender a los miles y miles de personas que viven ahora peor que cuando empezó la pandemia, hay tarea suficiente.
Y sin embargo, el ejecutivo andaluz, para nuestra desgracia, se ha empleado a fondo en otras cuestiones. En este tiempo, incluyendo los últimos diez meses, el Gobierno de Moreno Bonilla no ha cejado en su política privatizadora de los servicios públicos, que ha alcanzado al Servicio Andaluz de Empleo, ha cerrado líneas en los colegios públicos, manteniéndolas en los concertados, y ha derivado pacientes a la sanidad privada.
También hemos asistido a la desregulación de sectores que necesitan ahora más que nunca el apoyo de la Junta de Andalucía frente a las grandes multinacionales, como sucede con el pequeño comercio, que ha visto cómo ha aumentado la apertura de domingos y festivos para los grandes establecimientos.
Se ha atacado las instituciones y símbolos de Andalucía, reduciendo drásticamente la financiación de Canal Sur, se ha maltratado al Centro de Estudios Andaluces o el museo de la Autonomía.
Una mención especial merece la política medioambiental de la Junta de Andalucía. El proyecto de Ley para desregular el urbanismo, el llamado LISTA, es la mayor amenaza medioambiental sobre el territorio andaluz en un momento en el que fenómenos meteorológicos extremos como Filomena, nos recuerdan la necesidad de actuar y de hacerlo sin demora.
Se ha atacado las instituciones y símbolos de Andalucía, reduciendo drásticamente la financiación de Canal Sur, se ha maltratado al Centro de Estudios Andaluces o el museo de la Autonomía. Todo ello a la vez que se falsifica el escudo andaluz, denigrando nuestros símbolos y lo que representan.
En materia de personal, se han creado unos procedimientos exprés, anulados por el Tribunal Superior de Justicia, con 24 horas de plazo y discriminando a mujeres embarazadas y enfermos crónicos. A su vez, se ha incrementado sin pudor el número de altos cargos, creando ocho megadelegaciones del gobierno andaluz.
Han despreciado los más elementales principios democráticos, utilizando indebidamente la Diputación Permanente del Parlamento de Andalucía para tomar decisiones que no les correspondía. Ha aumentado considerablemente el gasto en publicidad y propaganda para presumir de gestión durante la pandemia, han privatizado las emisoras ilegales y permiten la publicidad en las piratas, como ha denunciado la Asociación Española de Radiodifusión Comercial.
En general, han protagonizado una vuelta al pasado sin precedentes, retirando subvenciones al asociacionismo feminista, demostrando cómo en la práctica Vox se sienta en el Consejo de Gobierno.
Capítulo aparte merecen la educación y la sanidad públicas, bandera del maltrecho Estado del bienestar. En educación se están padeciendo los efectos de las altas ratios, que ni siquiera se han reducido para combatir la pandemia, la brecha digital que separa al alumnado dejando irremediablemente a muchos atrás y unas condiciones climáticas que tiene a profesores y alumnos literalmente congelados. En Sanidad, los años de recortes se están dejando sentir en una situación de la que sólo se salva el heroico comportamiento de nuestro personal. Todo esto, en sólo dos años que se nos antojan muy largos.
Y mientras ellos han hecho todo eso, ¿dónde está la oposición parlamentaria? Deberíamos estar trabajando sin descanso para sentar las bases para una alternativa de gobierno progresista, con objetivos innovadores. Hagamos gala de nuestra cultura de la defensa del diálogo y del compromiso para el cambio. No dejemos que sea Vox el que nos marque el paso de la Reconstrucción. Aprovechemos la oportunidad que nos brindan los fondos Next Generation para impulsar la transición ecológica, que reduzca nuestra excesiva dependencia del turismo. Creemos empleo digno, verde, cuidemos nuestra tierra, nuestros campos, nuestros pueblos. Afrontemos de una vez la revolución digital. Porque en los próximos años nos jugamos nuestro futuro y aunque el futuro siempre es incierto, lo que está fuera de duda es que Andalucía merece más.
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