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Sobre este blog

En Abierto es un espacio para voces universitarias, políticas, asociativas, ciudadanas, cooperativas... Un espacio para el debate, para la argumentación y para la reflexión. Porque en tiempos de cambios es necesario estar atento y escuchar. Y lo queremos hacer con el “micrófono” en abierto.

Crónica de cuarentena

El instituto Martínez Montañés de Nervión en su primer día sin colegio /Foto: Luis Serrano

Lucrecio Fernández Delgado

Ex Delegado del Gobierno de España en Andalucía —

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La crisis causada por la irrupción en nuestras vidas de la COVID-19 ha transformado de manera radical nuestro día a día. Como en Europa, España ha declarado el estado de alarma, hemos estado confinados en nuestras casas; el gran reto es volver a la normalidad que conocimos. Solo oímos hablar del coronavirus.

Ante tanta información, me permito hacer mi particular resumen. No intento abarcarlo todo ni explicarlo todo; solo diez ideas simples que a mí me ayudan a navegar en esta tormenta perfecta que es la pandemia. 

La única certeza es que carecemos de certezas. Como sociedad, tenemos que asimilar que ante esta pandemia no existen certidumbres. La situación es única, no ya en España, sino en el mundo. No hay planes de contingencia, ni manuales. Simplemente los gobiernos están en la obligación de reaccionar ante una nueva realidad para la que nadie estaba preparado. Eso exige mucha resolución, valor en la toma de decisiones, y saber que ante la falta de certezas se cometerán errores. Debemos asumir que en los próximos meses, la seguridad total no existirá. Tendremos que aprender a convivir con nuestros miedos y temores, porque nadie podrá darnos la seguridad que demandamos.

Más que nunca dependemos de la ciencia y la investigación. Es una realidad que las grandes revoluciones de la era moderna, la industrial o la tecnológica, han tenido a la ciencia y la investigación como motores incuestionables. Solo los avances científicos nos han permitido a las sociedades modernas mejorar nuestro nivel de vida. Pues bien, ahora gobiernos y ciudadanía volvemos a depender de la ciencia. Hasta que los investigadores no sean capaces de poner sobre la mesa un tratamiento cierto y una vacuna, el homo sapiens no peligrará como especie, pero la sociedad que conocemos se verá claramente alterada. Hoy queda claro que la Ciencia y la Investigación deben ser un sector estratégico. Invertir en Ciencia es invertir en Futuro.

Para buscar soluciones es inútil buscar culpables. La tentación es enorme y humanamente comprensible. La búsqueda de culpables no aporta soluciones ante los nuevos problemas que se nos presentan, pero alivia la conciencia propia y, sobre todo, permite intentar obtener rédito político inmediato. Derecha y extrema derecha ya tienen sus culpables; la manifestación del 8M en Madrid o un Gobierno negligente, cuando no criminal. A mi entender, quién se centra en buscar culpables solo reconoce su incapacidad para presentar propuestas alternativas, y la ciudadanía queremos propuestas y acuerdos, así lo manifiestan todas las encuestas. Hoy buscar acuerdos en las instituciones las fortalece; utilizarlas para la bronca y la confrontación, las debilita. La reconstrucción social y económica de España requiere propuestas y consensos, no culpables.

El estado de alarma no ha alterado la realidad de nuestras instituciones. Parece obvio, pero hay que recordarlo. El Congreso de los Diputados tiene exactamente la misma composición que antes de comenzar la crisis; no podemos perdernos en propuestas que se olviden de esta realidad. Tenemos el mismo Gobierno; parece que fue hace un siglo, pero apenas lleva cinco meses. Es el primer Gobierno de coalición en España bajo la Constitución del 78 así que también aquí estamos abriendo camino. Así pues, no deberían magnificarse los desajustes en materia de comunicación o en la toma de decisiones; a la inexperiencia de una coalición hay que sumar la presión de la crisis sanitaria. Y aunque algunos lo hayan olvidado, nuestras Comunidades Autónomas no han dejado de existir; tienen sus propias competencias y responsabilidades de gestión. Ha sido común ver a Presidentes y Presidentas interpelando continuamente al Gobierno, exigiendo decisiones o alternativas sobre competencias que nunca han dejado de ejercer como propias. El ejemplo más claro lo tenemos en educación; pese a ser materia autonómica, se reclaman directrices y decisiones al Ministerio. Parece que es más fácil exigir, que tomar decisiones.

La ideología está muy presente en la crisis. A mi modesto entender, la ideología está primando sobre la necesidad de luchar contra el virus y de superar la crisis que ha generado. Ejemplos no faltan: los independentistas catalanes afirman que con una Cataluña independiente, hubiese habido menos muertes, como si el virus entendiera de fronteras. El Gobierno de Andalucía ha puesto toda la carne en el asador aprobando un decreto ley para desregularizar gran parte de la economía andaluza a mayor gloria de la ideología liberal. Se dice que la prioridad es luchar contra el virus, pero se trabaja con las posiciones ideológicas de siempre. Por su parte la izquierda no debe dar por ganada la batalla de la necesidad de lo público en nuestra sociedad. Los aplausos de las ocho en favor de la sanidad pública, la desaparición de los defensores del mercado libérrimo o la llamada general al Estado para solucionar los nuevos problemas que la crisis genera, pueden hacer pensar a parte de la izquierda que la batalla cultural sobre el valor de lo público está ganada, pero la batalla cultural seguirá, y la izquierda hará bien en prepararse porque el camino no será fácil.

Para la derecha política el objetivo es acabar con el Gobierno. Lo ha sido desde el inicio de la legislatura, pero conforme ha avanzado la crisis, cada vez es más evidente que el verdadero objetivo de la derecha y la extrema derecha es acabar con el Gobierno de Pedro Sánchez. Las críticas a la gestión de la crisis son ante todo una oportunidad para desgastar al Gobierno. Antes se usaba a Cataluña y ahora le toca al coronavirus, pero sus prioridades no han cambiado. Se relanza la idea de un gobierno de concentración, que incluya a PP y Cs, pero que exige como contrapartida la salida de Podemos del Gobierno y la cabeza de Pedro Sánchez. Se sigue diciendo que el gobierno es ilegítimo; Casado sigue hablando del aniversario de la moción de censura, de los socios de la investidura, o de la presencia de Podemos en la coalición. La conclusión es clara; si la prioridad es acortar la legislatura, las propuestas, los consensos, el acuerdo, van a tener muy pocas oportunidades.

El PP tiene que decidir que quiere ser de mayor. La estrategia de crispación permanente, de utilización de las muertes ocasionadas por la pandemia, de resistirse a cualquier acuerdo de reconstrucción nacional, lo colocan más en la senda de Vox, con quién está empeñado en competir, que en la senda del partido de gobierno que ha sido. La prioridad de Casado de acabar con el Gobierno sin tener una mayoría parlamentaria alternativa, solo le deja el camino de la bronca y la crispación, esperando que el clima social sea tan irrespirable que el Gobierno se desplome solo. Casado ha utilizado las votaciones, donde el Gobierno solicitaba autorización al Congreso para prorrogar el Estado de Alarma, como si de una cuestión de confianza se tratara; pensó que era posible que el Gobierno perdiera una votación, y se empleó a fondo en el objetivo. Por eso se inclinó por votar no en las últimas prórrogas sin que importara mucho no ya unir sus votos con Vox, sino también con la parte más hiperventilada del independentismo catalán, con JxC y la CUP.  El PP se está dejando muchos girones de credibilidad; o se es un partido populista o se es alternativa de Gobierno. Casado habla a sus dirigentes de mirar al centro, pensando en las elecciones Vascas y Gallegas, pero su estrategia dice otra cosa.

 La estabilidad de la política en España depende de la capacidad del Gobierno para aprobar los Presupuestos de 2021 y de que nadie quede atrás. Más allá de la comisión parlamentaria de reconstrucción nacional, la clave a la estabilidad política, sigue estando en la aprobación de los presupuestos. En este apartado, las circunstancias otorgan una nueva oportunidad a los diez votos de Ciudadanos; si escapa de la foto de Colón, tendrá la posibilidad de rehabilitarse como partido útil, de centro, con capacidad de llegar a acuerdos con izquierda y derecha. Los acuerdos alcanzados en las últimas prórrogas del estado de alarma son un buen ejemplo. Los presupuestos son condición necesaria, pero no suficiente; la sensibilidad social para que nadie quede atrás será imprescindible. Frente a los recortes de la crisis de 2008, ahora debe primar el cuidado a las personas. Generar políticas de solidaridad social, de lucha contra la pobreza y la exclusión, será no solo un ejemplo de justicia social, sino también una garantía adicional a la estabilidad de nuestras instituciones. La aprobación del Ingreso Mínimo Vital es una apuesta decidida de lucha contra la pobreza. Solo un gobierno de progreso, con clara conciencia de su papel en la redistribución de la riqueza nacional, puede enfrentarse a un reto de estas características.

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Europa como solución. La Unión Europea fue la respuesta ante la devastación tras la II Guerra Mundial. La pandemia del coronavirus es la guerra de nuestra generación, y la respuesta vuelve a ser global. Global, no solo porque parte de la recuperación de nuestra economía, el turismo, el automóvil, depende de la recuperación de los demás, sino porque parte de los recursos económicos necesarios para la reconstrucción deben venir de una Europa unida. De la crisis, o salimos todos o no sale nadie, y esto vale tanto para los países de la Unión Europea, como para nuestras Comunidades Autónomas, nuestras Diputaciones y nuestros Ayuntamientos. Quien no perciba que la realidad social y política ha cambiado de manera radical, y que la única prioridad que la ciudadanía entiende como legítima, es la de la reconstrucción desde la unidad, estará condenado al fracaso a medio plazo. Para reconstruir España, necesitamos un gran pacto en Europa. El Gobierno ha trabajado mucho y bien en este sentido. España ha estado permanentemente proponiendo y negociando; que se hayan flexibilizado los criterios de déficit, o que exista un fondo de recuperación de 750 mil millones de euros, reconoce parte de este esfuerzo.

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Los medios de comunicación deben ser consecuentes con su papel de cuarto poder en la gestión de la crisis. Más allá de las líneas editoriales legítimas de cada medio, creo que la situación les otorga también la responsabilidad de contribuir a la solución de la crisis; a ser parte de la solución y no parte del problema. Todos sin excepción fueron de gran ayuda para la ciudadanía cuando las primeras semanas del estado de alarma, hicieron suyo el lema de “Yo me quedo en casa”. Nos dieron tranquilidad, seguridad y a los distintos responsables públicos, sosiego en la toma de decisiones. No digo que no se critique la gestión del Gobierno, lo que digo es que se contribuya de manera responsable a buscar soluciones. Los medios tienen un papel fundamental en generar una información veraz, distinguiendo bien hechos de opiniones, luchando contra los bulos. La radio, la prensa, no son meros espectadores de la crisis; su papel debe contribuir a evitar sufrimiento a la ciudadanía, y si fuera posible, creo que sería más positivo poner más el altavoz a las propuestas y a la búsqueda de consenso, que a la bronca y a la crispación, aunque desluzcan los titulares, evitando la tentación de dar crédito a la idea de que el confinamiento es poco más o menos una medida que depende exclusivamente de la voluntad del Gobierno, y no de la realidad de la epidemia.

Las sociedades se construyen a partir de diagnósticos y de acuerdos. Es el momento de poner sobre la mesa unos y otros. La reconstrucción que viene exigirá el esfuerzo de todos; hay que pelear el futuro. La crispación y la bronca no pueden ser el único camino;  los acuerdos alcanzados en el Ayuntamiento de Sevilla o en la Comunidad de Castilla y León nos indican que otro camino es posible. El paso dado adelante por el PSOE en Madrid y Andalucía va en la buena dirección. Espero que la Historia pueda absolvernos a todos, porque todos veamos en los grandes acuerdos la única solución.

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