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Delegado de Sánchez
“El grupo socialista en el Parlamento es la sucursal de Pedro Sánchez en Andalucía”. Esta suele ser la respuesta más habitual que desde la bancada del PP se hace, a modo de “crítica”, ante cualquier intervención de un parlamentario o parlamentaria socialista.
Esto se enmarca en la estrategia de confrontación con el Gobierno de España que los Populares andaluces han venido desarrollando desde el principio de la legislatura. A falta de una buena gestión del Gobierno de Moreno que poner en valor, 19 de las 20 PNL presentadas por sus diputados tenían por objeto confrontar con el Gobierno de Pedro Sánchez.
A ello se une que las terminales mediáticas de la derecha imputan recurrentemente al Socialismo Andaluz carecer de “perfil propio”, cuando para estos medios solo se alcanzaría ese perfil o voz propia si se discrepa y atacan las decisiones del Gobierno de Pedro Sánchez.
Estamos viendo cómo esta estrategia quiere extrapolarse desde la derecha también a las próximas elecciones municipales y autonómicas: “Votar a un candidato o candidata socialista es votar a Pedro Sánchez”, dicen. En resumen, se trata de presentar a todo socialista como un “delegado de Sánchez”, salvo que públicamente se discrepe de él.
El eje en el que gira esta estrategia es la crítica permanente a los pactos parlamentarios de Pedro Sánchez con “los que quieren romper España” y sus políticas que están llevando a España “al abismo”.
Si ellos pactaban con Bildu (con ETA asesinando, insisto) era un ejercicio de diálogo democrático; si lo hace hoy Pedro Sánchez, es una humillación
Por lo que respecta a los pactos, basta recordar cómo Aznar “hablaba Catalán en la intimidad” o cómo llamó a una ETA activa que cometía asesinatos el “Movimiento Vasco de Liberación”; recordar cómo Maroto justificaba públicamente sus pactos con Bildu cuando ocupaba el Ayuntamiento de Vitoria o cómo el “recuperado” Borja Semper hacía lo propio respecto a los pactos también con Bildu en San Sebastián, para darse cuenta del nivel de cinismo que en este punto puede alcanzar el PP. Si ellos pactaban con Bildu (con ETA asesinando, insisto) era un ejercicio de diálogo democrático; si lo hace hoy Pedro Sánchez, es una humillación.
Y es que la cuestión no es con quién se pacta, sino el qué se pacta y sobre todo, para quién se pacta. Y si por algo se ha caracterizado el Gobierno de Pedro Sánchez ha sido por poner en marcha, ante las sucesivas crisis provocadas por la pandemia y la posterior guerra de Putin, un conjunto nunca antes visto, de medidas de apoyo a las familias, Pymes, autónomos y personas más vulnerables.
Pero, es más, la alternativa ofrecida desde la oposición por el PP nunca ha sido armar unas mayorías distintas; nunca votó a favor de estas medidas tan necesarias. Su alternativa simplemente consistía en exigir la dimisión de un Presidente al que no reconocía legitimidad.
Si se califica como “delegado de Sánchez” al que defiende el acierto de los Ertes, que tantos empleos y empresas salvaron durante la pandemia, las ayudas a PYMES y autónomos, los préstamos ICO, la reforma laboral que nos está llevando a cifras de empleo nunca vistas y además estable, que los pensionistas no pierdan valor adquisitivo y sus pensiones suban un 8,5%, que haya un Ingreso Mínimo Vital y un bono social, que el Salario Mínimo se haya incrementado en casi un 40 % hasta los 1.080 €, que es devolver dignidad al trabajo asalariado, que los jóvenes dispongan de más y mejores becas, de un bono cultural, de un bono para el alquiler y tantas y tantas medidas aprobadas, yo soy un “delgado de Sánchez”.
Si el entender que es posible defender la integridad y unidad de España desde el diálogo y no desde la imposición y el inmovilismo, hasta el punto de que hoy se hable mucho menos de independentismo y del “procés” que cuando gobernaba el PP -al que, recordémoslo, le convocaron un referéndum y le hicieron una declaración unilateral de independencia- es ser un “delegado de Sánchez”, yo lo soy.
En definitiva, si entender que había otra forma de salir de una crisis, poniendo el foco y en el centro de nuestras políticas a las personas y exigiendo un esfuerzo y aportación añadida a los que más tienen y a los que están obteniendo beneficios extraordinarios durante estas crisis, es ser un delegado de Sánchez, yo soy un delgado de Sánchez.
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