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En Abierto es un espacio para voces universitarias, políticas, asociativas, ciudadanas, cooperativas... Un espacio para el debate, para la argumentación y para la reflexión. Porque en tiempos de cambios es necesario estar atento y escuchar. Y lo queremos hacer con el “micrófono” en abierto.

Rubiales, el machirulo que da lecciones de feminismo

Luis Rubiales, en la llegada de la selección femenina a España tras lograr el Mundial.

Marcos Quijada

26 de agosto de 2023 21:03 h

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Que un beso obsceno tenga más recorrido social y mediático que el triunfo de la selección española de fútbol femenino en un Mundial es una cuestión tristemente a analizar. Jamás pensó Luis Rubiales que un triunfo tan sonado de la selección de la que él es presidente sería el inicio del camino hacia coger la puerta y que no se merezca ni el agradecimiento de los servicios prestados, y todo por no entender lo que lleva pasando en el mundo desde hace cuanto menos 60 años.

Cuando a mi alumnado de Bachillerato tengo que explicarle las causas de la bajada de la natalidad demográfica actual de España y el papel que juega la mujer en ese fenómeno, siempre les digo que no cacareen la simpleza que dicen muchos libros de texto de que la incorporación de la mujer al mundo del trabajo es la causa del descenso de la natalidad en España y en Europa. Me esmero en que comprendan la complejidad del fenómeno y que desde los años sesenta del siglo pasado estamos asistiendo a un cambio muy importante en el mundo, que el nuevo papel de la mujer en la sociedad está siendo un hecho absolutamente revolucionario desde el momento en que hay una apuesta por incorporarse al mundo de la misma manera y con los mismos derechos que los hombres y eso en España tiene su plasmación desde el periodo democrático en la conformación de una sociedad y una demografía diferentes. La mujer inició un proceso de cambio global en todos sus aspectos y ese proceso ni tiene retorno, ni ha concluido.

El discurso de la ultraderecha intenta hacer creer que el feminismo va en contra de los postulados establecidos para el hombre en la sociedad y por eso pretenden un proceso de involución ante el avance de la revolución feminista

Thomas Kuhn en su libro Las revoluciones científicas sostiene que una revolución es el cambio de unas reglas comúnmente aceptadas por otras diferentes, un cambio de paradigma por otro. Y eso es lo que viene ocurriendo desde hace décadas en el papel de la mujer en la sociedad contemporánea. Como en todo proceso revolucionario existen esos colectivos que ven peligrar sus intereses, su poder, y luchan para que la revolución no triunfe desprestigiando a cualquier colectivo u avance que se produzca en su defensa. La aristocracia francesa en la Revolución, o los ludistas rompiendo las máquinas en la Revolución Industrial, pueden ser buenos ejemplos de esto que digo. Es en este escenario en el que tenemos que entender el discurso de la ultraderecha haciendo creer que el feminismo va en contra de los postulados establecidos para el hombre en la sociedad y por eso pretenden un proceso de involución ante el avance de la revolución feminista. Son aquellos que se resisten a modificar sus conductas y adaptarse a los nuevos paradigmas y hablan de la lacra social y de feminismo malo, como hizo Rubiales en su discurso.

Y aquí es donde viene el beso obsceno, el triunfo de la selección y el no enterarse Rubiales de lo que está pasando en el mundo. El triunfo de la selección es una gesta deportiva y social de alto calado, es un logro que no necesita defensores. Sin embargo, el beso de Rubiales es la escenificación machista de un paso atrás en lo conseguido por las mujeres en la revolución feminista, cuya conquista a estas alturas es irrenunciable. Es un acto inmoral y atemporal y la dimensión de lo femenino y de lo feminista tiene tal amplitud que la sociedad no está dispuesta a pasar por alto una vejación pública machista en la que el macho alfa aprovecha su rol de superioridad en un gesto que agrupa humillación, violencia, acoso y prepotencia machista hacia una mujer. Precisamente por esto el beso tiene mucho más recorrido mediático y social que el triunfo de la selección en el Mundial.

La dimisión de Rubiales es el triunfo de una forma de entender la democracia y sus logros sociales y políticos frente a aquellos que no se enteran, o no quieren enterarse, de lo que es construir una sociedad sobre los pilares de la igualdad

Y en éstas Rubiales que se va a la radio de la Conferencia Episcopal a ponernos a caer de un burro a la mayoría de la sociedad española llamándonos “cuatro tontos y gilipollas” y conseguir el respaldo de un periodista de la caverna, un ludista de la revolución feminista, sin comprender que la mecha está encendida desde el mismo momento en que violentó a la jugadora con su actitud y sin entender que cuatro son ellos frente a la mayoría de la sociedad. Cuatro que forman parte del grupo social que no entiende lo que está pasando, o no quieren entenderlo, del grupo social que busca justificaciones a la actitud de Rubiales y busca argumentos machistas para mantener su modelo de sociedad. El debate trasciende al hecho en sí, ya no es el beso, y se convierte en un debate de género, político, de respeto social, de igualdad de trato y de derechos de ser mujer. Por eso para los unos el tema es una chorrada de cuatro feminazis, del “feminismo de mentira” que no merece una dimisión y para la mayoría es un acto machista que después del camino recorrido no estamos dispuestos a tragar.

Por esto la dimisión de Rubiales es un acto político de calado, y él lo sabe, de ahí la alusión en su discurso a las políticas feministas y de ahí la impostura de querer dar en su argumentación lecciones de feminismo cuando en realidad sus planteamientos son absolutamente machistas, acusando al movimiento feminista como “falso feminismo” por el hecho de que no apoya sus postulados machistas. La dimisión de Rubiales es el triunfo de una forma de entender la democracia y sus logros sociales y políticos frente a aquellos que no se enteran, o no quieren enterarse, de lo que es construir una sociedad sobre los pilares de la igualdad, la convivencia, de los derechos, del respeto, de la integridad personal y de la libertad individual de aceptar o no aceptar un beso, por simple que parezca el hecho. El discurso de Rubiales ante “su” Federación es un gesto vomitivo en el que sigue justificando un acto obsceno, detestable y, curiosamente, por el que él mismo ya pidió perdón, del que ahora se desdice, y sin una sola disculpa a la víctima. La dimisión de Rubiales debe ser el triunfo de la democracia, del cuando el no, es que no y si es que sí, lo decido yo. Demasiado para que un machirulo como Rubiales y sus apesebrados asambleístas entiendan la importancia que tiene un beso en estos tiempos.

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