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Calor, pocas ayudas y menos hectáreas: las amenazas de la campaña del girasol que acaba de comenzar

Un campo de girasoles en todo su esplendor en Gerena (Sevilla).

Fermín Cabanillas

Cultivar girasol en la tierra del olivo parece un contrasentido pero no lo es. De hecho, las ocho provincias andaluzas siguen siendo el gran granero español para este producto. Ahora, acaba de empezar la campaña de la mano del calor, el intenso calor con el que cada año se despide la primavera en Andalucía, y los campos se han teñido de amarillo. La campaña del girasol en Andalucía se ha iniciado con la floración de los primeros campos, que este año cuentan con 8.465 hectáreas menos que las 240.641 de 2016, Y con la preocupación del sector por la influencia que las altas temperaturas pueden tener en el cultivo ya florecido.

No obstante, aunque en la mente de los que cada año ven los campos amarillos parece que se repite la imagen cada 12 meses, en realidad muchos campos de girasoles sólo tienen esa tonalidad cada dos años, porque para los agricultores no es rentable plantarlos cada año, y buscan alternativas para evitar el barbecho y mantener con vida la tierra.

De momento, con los agricultores mirando al cielo caluroso con preocupación, el responsable de cultivos herbáceos en Coag-Andalucía, Ramón García, explica a eldiario.es/andalucía que las plantaciones de este producto en las ocho provincias andaluzas han sufrido una progresiva disminución en las dos últimas campañas, pasando de las 265.000 hectáreas sembradas en 2015 a las 240.641 del año pasado, para quedarse este año en 232.176. No obstante, las ocho provincias andaluzas siguen siendo el gran granero español para este producto.

Es un cultivo complicado en muchos sentidos. De hecho, ni siquiera existe un registro de los empresarios y trabajadores que viven del girasol en Andalicía: “muchos de los que plantan son autónomos, agricultores que se dedican además a otras labores, pero además es un cultivo que no da muchos jornales en el campo, aunque sí es diverso, con gente que se dedica a sacar la semilla, a la transformación o al transporte”, explica.

Con todos estos factores a tener en cuenta, son varias las incógnitas a resolver de cara a los resultados de la campaña de este año. En 2016 pasado se recogieron 240.000 toneladas de producto en todo el territorio andaluz, pero este año “todavía no se sabe el rendimiento que pueden tener las plantaciones, sobre todo por las altas temperaturas. Algunos campos están en plena floración, aunque hay algunos que están perdiendo la hoja amarilla y llegando a la madurez”.

Pocas ayudas

A los problemas que vienen del sol se unen los que vienen de las administraciones. Los agricultores tienen pocas opciones de ayudas oficiales, y entre ellas se encuentra el “greening”, popularmente conocido como “pago verde”, un pago anual por las hectáreas vinculadas al pago básico, que se abona dependiendo de las hectáreas que tenga el agricultor.

Tiene muchos matices, pero básicamente contempla que dentro de la diversificación de cultivos, el adicional deberá ser distinto al principal, es decir, que si el agricultor acumula menos de 10 hectáreas optará por un cultivo, mientras que si excede de esa cantidad y hasta 30 hectáreas se deberá acoger a dos, cobrando la parte proporcional. El agricultor debe dejar un área de interés ecológico, un 5 % concretamente de la superficie total, o bien plantando leguminosas o bien dejándolo en barbecho. Todo un galimatías de trámites que se traduce en unos 40 euros por hectárea aproximadamente, según los datos de 2016 y a la espera de que se cierren los de este año.

¿Sustituto del aceite de palma?

Los portavoces del sector citan varios motivos a la hora de analizar el descenso del número de hectáreas de este año con respecto al anterior, pero la necesaria alternancia quizá sea la principal: “se está sembrando más colza, además de que este año se ha ampliado la superficie de leguminosas, concretamente de garbanzos”, aunque se ha incrementado la superficie destinado a alto oleico, debido a la diferencia de precio con el aceite de oliva. Porque el aceite de alto oleico contienen una grasa que la hace parecido al aceite de oliva, de modo que muchos agricultores han optado por el 50 por ciento“.

Con todo, se espera que el aceite de girasol ocupe “el lugar que no va tener el aceite de palma”, dados los problemas en torno a este que se han dado en los últimos tiempos por las reticencias por su consumo, pero todo es un misterio aún en ese tema.

La clave es ¿se trata de un cultivo rentable? Los matices ahí sí que son variados. Es rentable si hay rendimientos aproximados en torno a los 1.000 kilos por hectárea, pero el coste del año pasado fue de unos 31 céntimos por hectárea, mientras que, con respecto a las semillas, hacen falta unos 90 euros para una hectárea. El intenso calor va en contra de los agricultores, sobre todo si se comparan, por ejemplo, con el olivar extensivo, que deja unos 6.000 euros de beneficio por hectárea. El alto precio de las semillas tampoco ayuda.

De esta forma, todavía es pronto para hablar de rendimientos. No se puede precisar aún el precio que tendrá el producto final, porque “las lonjas están aún sin operaciones, pero pensamos que hay motivos para que el aceite de girasol suba con respecto a las últimas campañas”. Lo que sea, se verá cuando comience la recolección y se inicie el trabajo en las cooperativas y lonjas de venta del producto final.

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