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Así vive María, la última inquilina de la Casa del Aire, símbolo contra la especulación urbanística

Pablo Núñez

“Cuando terminemos, tenemos una reunión con el abogado de Civil para poner otra denuncia. Hace dos días fue con el Ayuntamiento. El mes que viene tenemos otra”. Desde 2004, cuando Arrendamientos Puerta Elvira compró la Casa del Aire para un año después venderla a la inmobiliaria Edivara S.L, la rutina la familia Prieto -inquilinos desde hace décadas- ha estado marcada por una lucha constante por poder vivir en condiciones decentes en su hogar de toda la vida. Manuel Prieto, con contrato indefinido en una de las viviendas del edificio, llevó el peso, hasta su fallecimiento en 2016, de más de una década de litigios contra una inmobiliaria “que sólo quiere declarar la vivienda en ruinas para tirarla y edificar un bloque de pisos; este inmueble y esta zona son un caramelo para ellos”.

Lo cuenta Juan, miembro de Solidarios con la Casa del Aire, asociación creada de “forma altruista” al amparo de Stop Desahucios con el fin de asegurar un futuro del inmueble “para sus vecinos”. Además, acompaña y ejerce como portavoz de María, hija de Manuel y heredera de una pugna que, por momentos, reconoce haberle “afectado psicológicamente”.

La Casa del Aire es, en efecto, un 'caramelo' urbanístico. Situada en el número 7 de la Calle Zenete del Bajo Albaicín, en pleno corazón del barrio, data del siglo XVII y se considera la última 'casa de paso' que queda en pie en el distrito; un tipo de viviendas cuyas zonas comunes se utilizaban para acortar el camino y reducir la fatiga asociada a las empinadas cuestas características de la zona.

“Acoso inmobiliario”

Cuando Arrendamientos Puerta Elvira obtuvo en 2004 los derechos del inmueble, “intentaron presentar un informe de que la casa estaba en ruinas, dejando claras sus intenciones de derribar, aunque aún vivían allí doce personas”. Algunos vecinos “llegan a un acuerdo con ellos y se van”. Otros, “les plantan cara”, recuerda. “Se presentó un contrainforme en el que se dejaba claro que la vivienda era habitable”. El contrainforme prosperó pero la situación seguiría enquistada; el edificio cambiaba de nuevo de manos, la inmobiliaria Edivara se hacía con él. Quedaba lo peor.

La actitud de los nuevos dueños “fue la misma” e incluso incurrió en “acciones de acoso inmobiliario”, continúa narrando el portavoz de Solidarios. “Todo ha sido hostigamiento por su parte: desde no reconocer los contratos de los inquilinos, especialmente el de Manuel, hasta no recoger las rentas para desahuciar por impago, cambiar cerraduras sin avisar, dejar las ventanas abiertas para que entren palomas y conseguir así que se deteriore el inmueble o incluso acciones de acoso psicológico”.

Juan señala que a Manuel y Clara, penúltima vecina con contrato, les sometieron en 2010 a una especie de arresto domiciliario. “No les dejaban recibir visitas”, afirma.

Así, implicados y compañeros deciden interponer en 2012 la primera querella de acoso inmobiliario en Andalucía, la cual, aunque fue “admitida a trámite”, tuvo una resolución no favorable para ellos. Al poco tiempo se sucedieron hasta tres desalojos que terminaron dejando a Manuel solo en el inmueble. Eldiario.es/Andalucia ha intentando ponerse en contacto con la empresa Edivara S.L sin éxito.

“Ni habitable ni en ruinas”

Solidarios, en colaboración con Manuel, logran en 2010 que el Ayuntamiento decrete el incumplimiento de mantenimiento por parte de la Inmobiliaria Edivara. Siete años más tarde y “sin intención explícita por parte de la empresa de mantener un edificio del cual se han desentendido y están utilizando como aval”, el Ayuntamiento de Granada, por ejecución subsidiaria, “interviene de forma excepcional para garantizar la seguridad estructural del inmueble”, según afirma Miguel Madrid, concejal de Urbanismo.

Tras la 'intervención', con su padre ya fallecido, a María le dan las llaves. Pero se encuentra que los técnicos del Ayuntamiento han dejado la casa “menos habitable de lo que estaba”; los techos, elemento crítico del edificio, están apuntalados de tal forma que “es imposible poner ni una mesa, ni una cama”, señala la granadina, de 28 años y actualmente “viviendo con su madre a la espera de que le den una solución”.

Jemi Sánchez, concejal de Servicios Sociales, reconoce que el inmueble “no se encuentra ni en ruinas ni habitable”, así como que María se encuentra en una “situación excepcional”. “Hemos hecho un informe de acuerdo a su caso y la hemos aupado a las primeras posiciones de la lista para mediar con la Junta de Andalucía y buscarle una vivienda social. Las únicas que hay disponibles están en la Zona Norte, no podemos hacer más”, sentencia. Ante esto, María lamenta que “no le dejen vivir en su casa y tampoco en su barrio”.

Meses decisivos

Pese a los varapalos sufridos durante el proceso y la actitud de una inmobiliaria que, “bajo el pretexto de no tener dinero para la reforma, no quiere saber nada de mantenimiento”, Solidarios y María adelantan que “van a agotar todas las vías posibles”.

Por un lado, para conseguir que María pueda aprovechar, viviendo en la “casa de su infancia”, los dos años que le quedan del contrato de su padre según ley. Por otro, “para expropiar el edificio a sus dueños y darle un uso social a través de un proyecto elaborado desde Solidarios con la Casa del Aire”. Para tal fin, tras la mediación de Servicios Sociales, tuvieron la semana pasada una reunión con técnicos municipales y concejales; “y nos han citado, de nuevo, en un mes en el Ayuntamiento”, asegura el portavoz.

Desde Urbanismo insisten en que “la expropiación que se solicita es difícil porque no se tiene actualmente la capacidad económica para hacerlo y hay obstáculos burocráticos diversos. Hay temas que dependen de la Junta de Andalucía. Aun así no se descarta ni nos cerramos a nada; estudiaremos todas las posibilidades”. Miguel Madrid cree que hay que analizar detenidamente qué es lo mejor para un edificio en el que “los granadinos, por el incumplimiento de sus dueños, hemos gastado dinero”.

¿Hay esperanza real de conseguir los objetivos? La asociación Solidarios cree que, aunque no haya capital económico como esgrimen desde el Ayuntamiento, sí que hay capital social: “Queremos juntar todas las inteligencias para que la Casa del Aire vuelva a ser una casa llena de vida; nos gustaría convertirla en una vivienda para personas en situación de vulnerabilidad, víctimas de violencia de género, menores no acompañados o víctimas de desahucios en determinadas circunstancias”. Además, subrayan, “tendría una doble dimensión como local llevado por asociaciones del barrio. Un lugar donde generar proyectos que fomenten el Albaicín y regeneren el tejido vecinal, perdido en medio del proceso de turistificación que está sufriendo”.

Por su parte, María, mientras recuerda cómo era su hogar cuando era pequeña, -“con niños jugando, barbacoas y 'bingos' en el patio”-, evoca el recuerdo de su padre: “De tener una casa llena se vio solo, sin vecinos, con todo tapiado, oscuro, años sin luz en la escalera: un cambio drástico”. Ahora, ella, sigue peleando: “por él estoy aquí”.

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