El Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) cuenta con 24 institutos o centros de investigación -propios o mixtos con otras instituciones- tres centros nacionales adscritos al organismo (IEO, INIA e IGME) y un centro de divulgación, el Museo Casa de la Ciencia de Sevilla. En este espacio divulgativo, las opiniones de los/as autores/as son de exclusiva responsabilidad suya.
150 aniversario del nacimiento de Antonio Machado (Sevilla, 1875): la vida es corta y el arte largo
Antonio Machado escribió en una temprana Biografía, fechada en Baeza al inicio del año 1913, cuando contaba treinta y ocho años: «Nací en Sevilla el año de 1875 en el Palacio de las Dueñas. Anoto este detalle no por lo que tenga de señorial (el tal palacio estaba en aquella sazón alquilado a varias familias modestas), sino por la huella que en mi espíritu ha dejado la interior arquitectura de ese viejo caserón». El pasado 22 de junio se publicó una misiva inédita del poeta en un medio de comunicación enviada a Manuel Bartolomé Cossío. Se trata de dos cuartillas manuscritas, una por ambas caras, puesta a la venta en una subasta y firmada también en Baeza el 18 de febrero de 1919.
Hasta el conocimiento de este documento teníamos algunas referencias breves sobre el historiador del arte, Manuel B. Cossío. En el texto Sobre Pedagogía (1913) Machado alude al maestro, amigo y sucesor —tras la muerte de don Francisco Giner de los Ríos en 1915— de la Institución Libre de Enseñanza (ILE), heredera en parte del krausismo. El documento es valioso pues se trata de la única carta que conocemos dirigida al gran pedagogo, y que viene a confirmar las tesis defendidas en el ensayo de reciente publicación Así habló Juan de Mairena: Cantares de un filósofo (Granada, Comares, 2024) del profesor Valentín Galván que entroniza al poeta en el panteón ilustre de los filósofos, es decir, como un clásico del pensamiento. Este sábado 26 de julio recordamos el 150 aniversario del nacimiento del poeta-filósofo. La exposición ya clausurada «Machado: Retrato de familia» ha despertado el interés de miles de personas que acudieron no solo a mirar sino a reflexionar sobre el espíritu de los Machado. A esta contribución fundamental a la efeméride se suma estos Cantares de un filósofo que indaga y restituye de manera coherente la hondura de la faceta filosófica del poeta. Fusión de pensamiento y sentimiento, de cerebro y corazón de quien vislumbró que los grandes filósofos son «poetas que creen en la realidad de sus poemas», y los grandes poetas son «metafísicos fracasados» (p. 136).
En cuanto al documento epistolar subastado hace referencia a la obtención de su licenciatura en Filosofía a finales de 1918: «Terminé mis estudios de licenciatura y aún compré el inevitable pergamino para poder presumir de licenciado. No me agradaría ya gastar demasiado tiempo —la vida es corta y el arte largo— en nuevas preparaciones para examen que dejan muy poco provecho al espíritu». El pensador del quizás, así lo nombra Galván, una vez más hace gala de su aversión al mundo académico; en este caso a la compra de un título y a la inutilidad de los exámenes. Ambos hermanos se formaron en la ILE, reconocida como una auténtica revolución cultural basada en una educación activa e integral que alentaba el diálogo persuasivo y sencillo entre maestros y alumnos: «Me eduqué en la Institución Libre de Enseñanza y conservo gran amor a mis maestros: Giner de los Ríos, el imponderable, Cossío, Caso, Sama (ya muerto), Rubio, Costa (D. Joaquín, a quien no volví a ver desde mis nueve años» (p. 120). Enseñanza socrática que, sin duda, influyó en la Escuela Popular de Sabiduría y en el maestro Juan de Mairena, el alter ego filosófico de Antonio Machado.
Aconsejado por Manuel Cossío y su afecto filial, Machado decidió matricularse en el programa de Doctorado. En particular cursó las asignaturas de Estética; Metafísica que impartía Ortega y Gasset a quien envió otra misiva con sus inquietudes filosóficas: «He leído algo de los grandes filósofos, con excepción de Aristóteles, aunque desordenadamente, pero con afición desinteresada. Ninguno me agradó tanto como Kant, cuya Crítica de la razón pura he releído varias veces con creciente interés» (p. 11); Pedagogía en cuya materia el historiador del arte recomienda al poeta «unas cuantas bellas lecturas de Herbert, Natorp y Davidson» (p. 10); y en Filosofía del Derecho que dictaba don Francisco Giner de los Ríos —fallecido en 1915— que recuerda de manera entrañable por su sabiduría y compromiso moral. La carta olvidada al pedagogo se expresa en estos términos: «Por estos días, bien lo sé, cumple el IV aniversario. Era esta buena ocasión de ofrendar los frutos del espíritu a la memoria del maestro de todos».
En 1931 Manuel Cossío fundó el Patronato de Misiones Pedagógicas con el objetivo de aproximar la cultura y la educación, configurada como un privilegio de las clases acomodadas, a los lugares más recónditos de nuestra geografía rural. Antonio Machado contribuyó a estas misiones ambulantes mostrándose completamente de acuerdo con sus reflexiones: «Es preciso enviar los mejores maestros a las últimas escuelas, ha dicho el ilustre pedagogo español [se refiere a Manuel Bartolomé Cossío]. En efecto, si la ciudad no manda al campo verdaderos maestros, sino guardias civiles y revistas de toros, el campo mandará sus pardillos y abogados de secano, sus caciques e intrigantes a las cumbres del poder, y los mandará también a las Academias y a las Universidades» (p. 121). Esta fe en la educación como poder transformador de la sociedad no le resultaba suficiente al poeta porque «no basta enviar maestros: es preciso enviar también investigadores del alma campesina, hombres que vayan no sólo a enseñar, sino a aprender» (p. 121). Muy próximo a Demófilo y a sus valores creadores reclamaba «un tratado de psicología campesina».
Cantares de un filósofo que se identifican con el saber metafísico del pueblo transmitido en proverbios, cuentos, leyendas, mitos, etc. y enfrentados a una razón occidental que había construido su propia verdad: «Se miente más de la cuenta, también la verdad se inventa» (p. 132). Manuel Bartolomé Cossío fue el primer «ciudadano de honor» nombrado por la República en 1934, República que también fue generosa con Miguel de Unamuno y Ortega y Gasset, ambos reconocidos igualmente en 1935. La sublevación militar de 1936 truncó los logros pedagógicos de la ILE y de las Misiones Pedagógicas. La reacción católica, ya iniciada en el último tercio del siglo XIX y primeras décadas del XX, temió por sus privilegios seculares frente al modelo que defendía la coeducación, la enseñanza laica y racionalista. Asimismo, el régimen franquista inició una persecución fanática e incluso señaló a la ILE como responsable de la contienda. En el Boletín Oficial del Estado (10/12/1936), publicado en Burgos, sede del gobierno de Franco, leemos: «Es necesario garantizar a todos los españoles (…) que no se volverá a tolerar, ni menos a proteger y subvencionar a los envenenadores del alma popular, primeros y mayores responsables de todos los crímenes y destrucciones que sobrecogen al mundo (…). Los individuos que integran esas hordas revolucionarias (…) a través de instituciones como la llamada Libre de Enseñanza, forjaron generaciones incrédulas y anárquicas».
La ideología del Nuevo Estado no podía sospechar que el germen de la labor intelectual de la ILE echaría nuevas raíces tras la huida forzada y el viaje trasatlántico del exilio republicano. Valga como ejemplo La Escuela Libre de la Habana promovida en 1939 por José Rubia Barcia, apoyada con entusiasmo por intelectuales españoles y cubanos, a cuya junta directiva pertenecieron María Zambrano, Carmen Aldecoa, Concepción Albornoz, Herminio Almendros, Ricardo Balcells, etc.; institución que sirvió a su vez como impulso académico en otros tantos países del continente americano. Cuando murió el gran inspirador de la ILE, don Antonio Machado escribió el célebre poema A Don Francisco Giner de los Ríos. Su lectura puede ser un fiel reflejo hermanado del gran poeta y filósofo: «Vivid, la vida sigue, / los muertos mueren y las sombras pasan; / lleva quien deja y vive el que ha vivido (…) / Y hacia otra luz más pura / partió el hermano de la luz del alba (…) ¡Oh, sí!, llevad, amigos, / su cuerpo a la montaña, / a los azules montes / del ancho Guadarrama. / Allí hay barrancos hondos / de pinos verdes donde el viento canta. / Su corazón repose / bajo una encina casta, / en tierra de tomillos, donde juegan / mariposas doradas... / Allí el maestro un día / soñaba un nuevo florecer de España».
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