Andalucía, bajo el estereotipo: “Tenemos que perder esa susceptibilidad, esa especie de baja estima”
¿La industria española se llevó al norte porque los andaluces solo somos buenos para montar una fiesta? ¿Los andaluces somos indolentes y vivimos de las ayudas? ¿Por qué se nos tacha de holgazanes? Un libro se adentra ahora en los orígenes históricos y literarios de los tópicos sobre los andaluces, esos mismos que se han encargado de alimentar desde algunos partidos, principalmente el PP. El nuevo título de la colección Imagen de Andalucía del Centro de Estudios Andaluces ('La cara oscura de la imagen de Andalucía. Estereotipos y prejuicios') aborda una cuestión que sirve igual de arma arrojadiza entre políticos que de motivo de indignación para miles de aludidos.
Su autor, Alberto González Troyano, analiza dónde y por qué se han incubado esos estereotipos, como el del 'señorito' andaluz o el sureño perezoso. Su intención no es tanto desmontarlos sino exponerlos para someter a debate su origen y permanencia. “Más que desmontar, he intentado que se reflexione sobre ello, plantearlo y llevarlo a un terreno donde se pueda discutir y hablar. No es un catecismo de cómo debemos de portarnos ni nada de eso. Los estereotipos están ahí desde hace dos o tres siglos, y tenemos que convivir con ellos. El problema es que los estereotipos no se los forja sólo uno sino que también es la mirada de otro la que los construye”, explica el autor a eldiario.es Andalucía.
'El andaluz lleva unos cuatro mil años de holgazán, y no le va mal' o 'la famosa holgazanería andaluza es precisamente la fórmula de su cultura' son frases de José Ortega y Gasset en 'Teoría de Andalucía y otros ensayos', de 1927. “Lo que he querido ver sobre todo es ver cómo en la construcción de esa imaginario andaluz hemos contribuido mucho los propios andaluces. Si se tiene esa imagen de nosotros es porque nosotros también nos hemos prestado a ello”, apunta González Troyano, profesor de Literatura Española en las universidades de Cádiz y Sevilla.
Y, ¿de qué manera nos hemos prestado los andaluces a que esos prejuicios perduren en el imaginario colectivo? El autor se explica: “Hay una frase de Luis Cernuda que yo cito mucho que es que a 'los andaluces nos ha gustado mucho disfrazarnos de andaluces'. Nos hemos sentido muy complacidos con esa imagen de ser un pueblo que le gusta la vida hedonista, que le gusta más la contemplación que la actividad, que hemos sido poco productivos de cara al modelo de hombre productivo que se ha dado en el norte, etc.”.
La imagen mitificada de Andalucía se retrotrae a la tradición romántica literaria y pictórica, según se recoge en el libro. Viajeros románticos (Gautier, Mérimee, Byron, Lewis, Ford etc.) inventaron un lugar exótico y espontáneo plagado de toreros, gitanos, bandoleros y señoritos. Una Andalucía pintoresca, castiza y agitanada que, de alguna forma, estaba reñida con el mundo de la modernidad y la industria.
La caracterización tópica de la comunidad autónoma fue aceptada por algunos autores locales, como Estébanez Calderón, pero también suscitó la reacción de otros como Blanco-White, Fernán Caballero, Cecilia Bohl de Faber, Juan Valera, Pedro Antonio de Alarcón, Arturo Reyes, José Mas o López Pinillo, que escribían sobre Andalucía para corregir aquellas “distorsiones extranjeras”.
“Todos, cuando hablamos de otros, seleccionamos siempre unos rasgos y nos olvidamos de otros. Desde que llegaron los románticos, a los andaluces nos han visto de unas determinadas formas y se han excluido otras. Y esas formas han dado pie a unos estereotipos, muchas veces interesados, sobre todo cuando de los románticos pasó a la calle y a otras regiones españolas”, indica el autor.
Los ilustrados Cadalso, Jovellanos y Tomás de Iriarte, o las novelas de autores como Eugenio Noel, Manuel Halcón, Manuel Barrios, Alfonso Grosso, los hermanos Álvarez Quintero y los Machado, abordaron la figura del señorito andaluz, cuya arrogancia iba acompañada a modo de contrapunto de unos tipos populares, coloristas, holgazanes y, sobre todo, sumisos que vivían a sus expensas.
Cambiar de imagen, cambiar de vida
Según González Troyano, “a los andaluces nos han querido ver de una forma y esa forma muchas veces es muy interesada. Le interesaba a catalanes, vascos, gallegos que los andaluces tuviéramos esa imagen de gente poco productiva, muy dada a los festejos, etc.”. “El problema es hasta qué punto a nosotros nos interesa cambiar de imagen porque queramos también cambiar de vida, nuestra visión del mundo o del trabajo. A lo mejor ser una persona más hedonista que competitiva es positivo. Tampoco hay que avergonzarse de eso”, sugiere.
“Hemos elegido un tipo de vida que ha venido también impuesto por las circunstancias, por la historia, por el reparto que ha habido entre las clases sociales andaluzas, con una aristocracia muy volcada en el mundo del campo y de lo rural frente a lo que podía haber sido una industrialización mucho más eficiente. Todo eso ha contribuido a que esos estereotipos estén ahí y no podemos hacer que los demás lo olviden. Lo que tenemos es que forjar otros estereotipos que sirvan para compensar los que tienen una cara muy negativa”.
¿Cómo se podría combatir? El autor señala que “lo primero es tener conciencia de ello, es decir, darnos cuenta de cómo se han forjado y en qué momento se originan. Eso ya es una forma de reaccionar. Luego, también hay que cambiar los hábitos. Muchos estereotipos de esos están justificados. Si nosotros tenemos unas tradiciones y esas tradiciones se imponen excluyendo otras, pues vamos a tener siempre esa imagen con la que nos reconocen los otros”.
Acerca de cómo se toman los andaluces algunos de los comentarios que se suelen hacer, el profesor recomienda que “tampoco hay que ser muy susceptible”. “Los estereotipos son cosas muy simplonas, que funcionan, que la gente utiliza porque no tiene otros recursos y, claro, tampoco puedes luchar contra ellos. Tenemos que perder también esa susceptibilidad, esa especie de baja estima. Pues también nosotros lo hacemos con otros, simplificando a gallegos o catalanes. Es una forma de relacionarse, tampoco tiene que alarmar mucho”.
Estereotipos “petrificados”
Preguntado sobre por qué ciertos políticos siguen tirando de esos tópicos, González Troyano señala que “el estereotipo es la forma que tú tienes de reconocer al otro y, mientras no se vayan olvidando y se vayan imponiendo otros nuevos, están ahí petrificados, porque nosotros no lo hemos combatido y porque contienen una parte de verdad”.
No se ha combatido porque otro de los tópicos que se analizan en el texto es el narcisismo de los andaluces ante sus tradiciones, contemplando complacidos y ensimismados su propio espectáculo, prefiriendo representar o aparentar que vivir. Sobre estos temas han escrito una larga nómina de autores como Luis Cernuda, Cansinos Asens, Caballero Bonald, Muñoz Molina, etc.
A esa imagen de la Andalucía anclada en su folklore se superpuso otra vinculada con las reivindicaciones agrarias del pueblo andaluz. Azorín, Clarín, Eugenio Noel, Pío Baroja y Blasco Ibáñez dibujaron una Andalucía trágica, negra, hambrienta e irredenta, teñida de ideas milenaristas y anárquicas, en una visión de Andalucía que también ha perdurado en el tiempo.