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Pemán, un escritor olvidado y “mediocre” al que la disputa política se empeña en resucitar

Retrato del escritor y académico, José María Peman. Efe/md/Archivo

Alejandro Luque

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No hay nada como una disputa política para entretenerse en verano. Y para resucitar a figuras que llevaban décadas durmiendo el dulce sueño del olvido. Esa es la opinión mayoritaria del mundillo cultural gaditano, que en las últimas semanas ha asistido con perplejidad a la polémica suscitada por la retirada de varios recordatorios públicos a la figura de José María Pemán (1897-1981), un escritor que tuvo fama y visibilidad durante el Franquismo, pero que con la llegada de la democracia pasó a ocupar un lugar marginal en bibliotecas, librerías e instituciones educativas.

Nadie se acordaba de Pemán, salvo quizá sus parientes más próximos, cuando el pasado mes de junio el Ayuntamiento de Cádiz, en aplicación de la Ley de Memoria Histórica, retiró un busto del autor, su nombre del teatro del Parque Genovés y –lo que ha sido más controvertido– la placa de su casa natal, obra del escultor Juan Luis Vassallo. Una acción, esta última, que ha sido criticada por la Junta de Andalucía como el resultado de una interpretación “errónea” de la citada ley, ya que el propósito de la norma es evitar “la exaltación de la sublevación militar, la guerra y la posterior represión” y que “se pueda dañar la dignidad de las víctimas”, algo que no sucede con “una placa que se limita a indicar el lugar de nacimiento del gaditano José María Pemán, en su condición de poeta”, subrayó el Gobierno autonómico.   

El melón, en todo caso, estaba abierto. El consistorio encabezado por José María González, “Kichi”, se mostraba dispuesto una vez más a librar su batalla en el callejero urbano, en la estela de hitos más o menos sonados como cambiar el nombre de la Avenida Juan Carlos I por el de Sanidad Pública, o el del estadio Ramón de Carranza –nombre de un alcalde de la ciudad de Cádiz entre 1927 y 1931 en una primera etapa y en una segunda entre 1936 y 1937– por Nuevo Mirandilla.

“Jerarca del fascismo”

Esta vez le tocó a Pemán, figura de vida tan larga como controvertida, que concita en la misma biografía arengas escalofriantes en las vísperas de la Guerra Civil y actitudes conciliadoras en sus últimos años. José Pettenghi Lachambre, docente y escritor próximo a Podemos, hijo de un militar que combatió con los sublevados, escribió una columna en la que se refería a Pemán como “un intelectual orgánico”, “un jerarca del fascismo”, “autor intelectual de la purga del magisterio nacional”, de cuya actuación pública “jamás se disculpó. Aún en 1971 decía que 'la guerra la ganó España'. Hábil y escurridizo, fue escribiendo su biografía en función de sus necesidades”, subrayaba.​ “Hoy, una ley manda quitar sus nombres del espacio público. Sin venganza, sin borrar ni desvirtuar el pasado. Solo mostrando que la Historia se construye con sus propios materiales”.

Esta columna circuló por las redes sociales, ya que según Pettenghi, el medio al que iba destinada, el Diario de Cádiz, se rehusó a publicarla. “Ello motiva mi decisión de poner fin a 17 años de colaboración” con esta cabecera, apostillaba el autor. Un episodio que recuerda al vivido por el dibujante Andrés Vázquez de Sola en los años 90, cuando cesó su colaboración con el mismo diario al negarse la dirección a publicar una caricatura de Pemán como una tortuga cuyo caparazón recordaba en sus geometrías a unas cruces gamadas.

Precisamente en una cabecera hermana del Grupo Joly, el Diario de Sevilla, el pasado 18 de junio el periodista Luis Sánchez-Moliní arremetía contra el Ayuntamiento gaditano señalaba su “viruela del sectarismo y el uso sistemático de la mentira histórica” por la retirada de la placa, y exaltaba a Pemán como “probablemente el mejor articulista andaluz de su tiempo”. Y añadía: “Si la Junta de Andalucía tuviese algún tipo de sangre cultural en sus venas, éste sería el momento de reeditar las obras completas de don José María y colocarlas en todas las bibliotecas públicas de la comunidad”.

La Junta no ha llegado a tanto, pero este mismo lunes celebraba en el Oratorio de San Felipe de  Cádiz un acto de desagravio presidido por la consejera de Cultura, Patricia del Pozo. En este homenaje, Del Pozo destacó “los valores de generosidad y concordia” que representa el autor gaditano y que “encarnan en buena medida el espíritu de la España actual”. “Estamos homenajeando, pese a quien le pese, a un escritor insigne que llevó a Cádiz y a Andalucía a gala y que fue un enamorado de su patria y que luchaba y soñaba por la restauración de la Monarquía y de la democracia constitucional”, afirmó la consejera, quien anunció de paso la próxima celebración del encuentro anual “Letras para la Concordia” que espera contar con el apoyo de las familias de Pemán y Rafael Alberti.  

Tres Pemanes

¿Y los expertos qué opinan? La profesora de la Universidad de Cádiz Ana Sofía Pérez-Bustamante, responsable de la antología 24 cuentos de José María Pemán y de la Biblioteca Pemán (ocho volúmenes de obra escogida), considera que antes de esta polémica al autor de El divino impaciente y El Séneca “no se le leía”, y ante la idea de reeditar sus obras completas, se encoge de hombros. “En gran medida es hojarasca. Con su interés histórico, pero en buena parte anacrónica incluso en su época”.

Bustamante define al personaje como “alguien que se inicia en la escritura con notoriedad pública como publicista vinculado a la Asociación Católica Nacional de Propagandistas, cuyos valores siempre defendió, aunque con un antes y un después del Concilio Vaticano II”. “Básicamente encontramos tres Pemanes distintos: uno, el agitador político de los años 30, de nefasta memoria. Dos, el propagandista religioso y sentimental, a veces bienintencionado pero muy obsoleto. Y por último, el observador irónico de usos y costumbres, el cronista agudo de trastiendas, que resulta ingenioso, divertido, brillante, aunque puede ser difícil deslindarlo de los otros dos”. Bustamante entiende que el argumento de quitarle el nombre al teatro Pemán se debe a que “fue una de las voces que incitó a la derecha nacional-católica a rebelarse, aunque con el tiempo rectificó. Pero esto es como todo, la biografía de una persona se puede usar como queramos”, afirma.

“Lo de retirar la placa, eso sí, me parece mezquino, porque se quiera o no Pemán pertenece a la historia y al patrimonio de Cádiz, a la que siempre cuidó. Librar una batalla contra un muerto tan muerto me resulta demagógico y oportunista”. Y lamenta que, al parecer, “no haya forma de cerrar la guerra civil como debe ser, con decoro y justicia simbólica para las víctimas. Todo esto es estéril y cansino”.

Ripios y tópicos  

“Ignorancia y sectarismo”, así resume el escritor sevillano Juan Lamillar, que estuvo al cuidado de la edición de las Siluetas literarias de Pemán, la retirada de la placa de su casa natal. Reconoce que “en la guerra fue tremendo”, pero “con el tiempo evolucionó y formó parte del consejo privado de Don Juan, haciendo equilibrio entre éste y Franco. ¿Tuvo una etapa fascista? Pues sí. Tal vez no llegó nunca a ser un demócrata al cien por cien, pero en su evolución fue una figura similar a Dionisio Ridruejo, porque la gente evoluciona”.

Defensor de los artículos de Pemán como lo más salvable de su producción, “con retratos magníficos de las situaciones y gentes que había conocido”, Lamillar cree que toda esta polémica “es como aquello que ocurrió en Sevilla con Agustín de Foxá, que al día siguiente se agotaron las pocas obras suyas que había publicadas, y luego otra vez el silencio”.

El poeta gaditano José Ramón Ripoll recuerda haber conocido de joven a Pemán. “Fue muy amable conmigo, pero yo buscaba voces que me ayudaran a buscar mi camino, y lo que encontré en él fueron ripios y tópicos”.

“El Ayuntamiento de Cádiz ha destapado la caja de Pandora. Pemán estaba olvidado y ahora los pemanianos, y también gente a la que le importaba un rábano Pemán, lo han cogido como bandera política. Con todo, confío en que sea flor de un día, porque más allá de los homenajes esto no tiene recorrido alguno. Ni siquiera la gente que apreciaba al escritor ha ido a estas convocatorias, porque el electoralismo se huele a leguas”, añade.

Ripoll reconoce también que Pemán pasó de escribir textos de una ferocidad pavorosa en los años 30 –con llamadas a la limpieza del “enemigo” incluso una vez concluida la contienda– a mostrar al final de su vida un perfil conciliador, reflejado en la famosa foto de los carnavales de 1981, junto a un poeta en sus antípodas ideológicas como era Rafael Alberti. “No le hubiera gustado estar en medio de esta batalla política”, dice.

“La raza hispana”

No es menos cierto que Pemán fue defendido, antes y después de su muerte por escritores jóvenes y progresistas a los que prestó su apoyo, como Fernando Quiñones, “y que tuvo contratadas en su casa, sin trabajar realmente, a esposas de presos republicanos y a viudas de fusilados con el único objeto de que pudieran obtener una pensión”, apunta Ripoll.  

“El Ayuntamiento ha cumplido su deber aplicando la Ley de Memoria Histórica, pero podía haber sido más táctico”, prosigue Ripoll. “La placa no molestaba a nadie, porque lo que homenajeaba era la figura literaria, no política. Se podía haber quitado la alusión al ‘cantor excelso de la raza hispana’, pero Rubén Darío también habla de raza hispana en algunos poemas, y no vamos a ir por ahí borrándolos”.

Lo cierto es que ningún manual de literatura de los últimos 50 años se refiere a la figura de Pemán, y ningún profesor en su sano juicio se atreve a comparar su obra con la de los poetas del 27, que fueron los de su edad. Con todo, Ripoll asegura que “no me despierta ningún sentimiento de animadversión. Más que la memoria histórica, será la propia memoria la que nos haga olvidar una obra tan mediocre”.  

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