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Huerta Noble de La Redondela: un viejo hotel para 35.000 palomas

Huerta noble de La Redondela.

Fermín Cabanillas

La costa de Huelva esconde en una finca de la localidad de La Redondela uno de los tesoros arquitectónicos más importantes y a la vez más desconocidos de la comarca. Son muy pocas las personas que alguna vez han visitado y disfrutado del palomar más grande de los que se han construido en Europa y en cuyos nidos llegó a vivir una población de más de 36.000 palomas.

Se trata de un edificio que desde 2002 está protegido por la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía e inscrito en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz como Lugar de Interés Etnológico. No ha sido un proceso fácil, ya que se encuentra en una finca privada, llamada la Huerta Noble.

En sus orígenes, que se remontan a la mitad del siglo XVIII, este lugar fue un complejo agrario-industrial con una arquitectura rural definida y compleja en el que se relacionaban los espacios tanto productivos como constructivos en busca de una mayor rentabilidad económica.

En la actualidad, de las primitivas instalaciones se conserva la cerca perimetral de dimensiones rectangulares donde se encontraban catorce azulejos realizados en Holanda en la segunda mitad del siglo XVIII y que representan un vía crucis. La obra están en proceso de restauración. También se conservan la casa principal, la capilla, una pequeña casa de labor, el antiguo molino de aceite, la noria y la alberca y un palomar o columbario.

Entre las razones por las que la Junta protege la Huerta Noble, destaca el hecho de que constituye un ejemplo arquitectónico de una tipología de explotación agrícola muy escasa en tierras onubenses por combinar el cultivo de la tierra con la explotación ganadera, en este caso de las palomas, al mismo tiempo que servía de espacio en el que se transformaban los productos.

Sin embargo, la protección dictada por la Junta de Andalucía no ha evitado el abandono del edificio, hasta el punto en que un grupo de vecinos de La Redondela sostiene una plataforma con la que intentan salvar el palomar. Ahora se han propuesto mantenerlo en pie mediante el apadrinamiento de los nidos. Al precio de tres euros cada nido, cantidad que se considera “simbólica”, los organizadores defienden que si se busca un padrino para cada uno de ellos se podría comenzar a hacer realidad el objetivo de la conservación. Los nidos podrían ser también un regalo para los niños del pueblo, que así tendrían una motivación para cuidar el edificio en el futuro.

Construido en el siglo XVIII

El singular complejo agrario fue construido en la segunda mitad del siglo XVIII por Manuel Rivero, propietario original, que combinó el cultivo de la tierra con la explotación ganadera, por lo que dotó al complejo de todas las instalaciones necesarias para la transformación de los productos.

Acceder a esta joya arquitectónica no es complicado. Se trata de salir de La Redondela por la carretera que accede a la barriada de Pozo del Camino (Isla Cristina-Ayamonte) y tomar un desvío a la izquierda a unos 500 metros del casco urbano redondelero. Al ser una finca privada hay que pedir permiso para llegar al palomar, pero no suele ser complicado el contacto. Además, al tener actividad agrícola, en la zona suelen estar abiertos los accesos.

Eso sí, el acceso al palomar no está en las mejores condiciones y tiene demasiados ramajes como para entrar cómodamente. Una vez dentro, superada cierta sensación de claustrofobia, se puede disfrutar de un edificio único en Europa.

Entre sus características principales destaca que su planta es de forma rectangular, de 28,50 por 14,40 metros y una altura de 5,50 metros. La altura, precisamente, es una de las cosas que más llama la atención cuando se está entre sus pasillos. Desde su construcción, en 1760, fue habitado por palomas Zuritas (Columbia Libia), procedentes de Egipto. Son aves muy apreciadas para el tiro pichón por la velocidad que alcanzan en el vuelo.

Mantener las palomas controladas no era baladí. Eran destinadas al consumo humano o bien para el tiro pichón, y se vendían con destino a Sevilla, Huelva y Ayamonte. Además de eso, sus heces se aprovechaban como abono para la huerta.

El palomar estuvo activo hasta 1977 aproximadamente, cuando se extinguió la colonia de palomas a causa de la caza furtiva, y desde entonces está abandonado aunque abierto a la curiosidad de los visitantes.

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