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El mejillón cebra y el cangrejo rojo avanzan en su invasión y colonizan un embalse estrenado hace cuatro años

El molusco ha colonizado en cuatro años el embalse de San Salvador, lo que amenaza las infraestructuras de regadío de más de 20.000 hectáreas en el sureste de Huesca

Eduardo Bayona

Según la ficha del Ministerio para la Transición Ecológica, el cangrejo rojo es una “especie territorial y agresiva, de hábitos crepusculares y nocturnos” y de difícil erradicación ya que “soporta bajos niveles de oxígeno, altas temperaturas y elevados grados de contaminación de agua”.  De pequeño tamaño, ya que su envergadura no suele superar los doce centímetros, se ubica en los sustratos blandos de lagunas, pantanos y ríos, en los que evita las fuertes corrientes. Su introducción suele ser “intencional para su explotación comercial en acuicultura”.

Del mejillón cebra, originario del mar Negro y el Caspio, asegura que es de solo tres centímetros de longitud, en los ejemplares de mayor tamaño, que se expande adherido a cascos de embarcaciones y a los equipos de los pescadores y que tiene también efectos secundarios económicos y ambientales.

Habita, ríos lagos y lagunas de agua tanto dulce como salobre donde “forma densas colonias y afecta gravemente a los ecosistemas acuáticos por el consumo de fitoplancton (alimento base de los peces), altera el ciclo del fósforo, aumenta la claridad del agua, incrementa la deposición de materia orgánica reduciendo la concentración de oxígeno en el fondo y favorece el crecimiento de algas y bacterias nocivas”. Además, “coloniza tuberías, filtros, depósitos, captaciones de agua, turbinas y motores”.

Su erradicación se da por imposible en el estado actual de las investigaciones sobre esta especie, ya que a su alta velocidad de reproducción se le añade el hecho de ser “muy tolerante a distintos grados de temperatura, de salinidad y a la desecación, así como al cloro”.

Un embalse colonizado

Ambas son dos de las especias más invasivas, y se demuestra en el embalse de San Salvador -un hito en la tormentosa política hidráulica en Aragón al haber sido el primer pantano cuya construcción fue consensuada entre los regantes y la montaña- que está, cuando apenas han pasado cuatro años de su entrada en servicio, siendo colonizado por el mejillón cebra y por el cangrejo rojo, cuyo asentamiento supone una amenaza para los dos principales beneficios que comporta la obra hidráulica.

En el plano económico, el mejillón cebra pone en peligro la gestión de las infraestructuras de regadío de más de 20.000 hectáreas de cultivos (frutales y forrajes, fundamentalmente) en las comarcas del Cinca Medio y el Bajo Cinca, en el sudeste de la provincia de Huesca, ya que, al expandirse las larvas con el agua que sale del embalse, disparan el riesgo de obturación de las redes de distribución entubadas de las comunidades de regantes, tal y como viene ocurriendo en otras zonas de Europa y de América en las que esta especie está presente.

El mejillón cebra lleva más de una década en la cuenca del Ebro, donde ya ha llegado a colonizar tanto en embalse de Reinosa, en su cabecera, como otros del Pirineo (Búbal y Lanuza en el Gállego, Barasona en el Ésera) cuyas aguas frescas no eran, en principio, propicias para su asentamiento.

Su presencia en Barasona, pantano que la CHE (Confederación Hidrográfica del Ebro) declaró oficialmente colonizado hace tres años y del que recibe sus aguas San Salvador a través de los canales de Aragón y Catalunya y de Zaidín, aparece eventualmente como el origen de su presencia en este último, en el que la navegación lleva prohibida desde su entrada en servicio precisamente para tratar de retrasar la llegada de la plaga.

Un voraz depredador

En el caso del cangrejo rojo, los riesgos afectan al rico ecosistema acuático que ha generado el pantano, cuya lámina hídrica de más de mil hectáreas, junto con la vegetación asociada, ha permitido el asentamiento de numerosas especies de aves y se ha convertido en un punto de parada para las colonias migratorias en sus rutas entre África y el norte de Europa.

El cangrejo rojo o americano, además de desplazar al cangrejo autóctono, es un voraz depredador tanto de la vegetación de ribera como de los huevos de los anfibios y los peces que habitan los ecosistemas acuáticos, lo que diezma estas especies al tiempo que reduce, por falta de alimento, el atractivo de las zonas que coloniza para las aves que se alimentan de ellas. También daña cultivos como el arroz si llega a implantarse en las explotaciones.

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