¿Despilfarro o ciclo natural?: El discutido destino de 200.000 litros de agua diarios en Huesca
En tiempos de sequía en todo el país, unos 200.000 litros de litros de agua de gran calidad y pureza que nacen en el acuífero de una localidad próxima a Huesca, San Julián de Banzo, no se destinan a consumo humano ni se canalizan adecuadamente para su utilización en la capital oscense o sus proximidades. Años de inacción de las instituciones y el deterioro de los materiales que deberían conducirla correctamente para este fin han llevado a una situación que los vecinos denuncian y lamentan. Según sus estimaciones, en un día cualquiera del caluroso mes de agosto se desperdician sin alcanzar este fin más de 90.000 litros, una cantidad que se puede triplicar en época de lluvias.
Huesca está rodeada de agua. Alrededor de la ciudad confluyen los manantiales de San Julián de Banzo y Las Paulesas y los embalses de Vadiello y Valdabra, además de los ríos Guatizalema, Calcón, Flumen e Isuela. Con todo, los problemas de suministro han sido constantes en los últimos años y la capacidad de los embalses aparece muy mermada por la escasez de precipitaciones.
Este verano, Vadiello ha presentado como promedio cuatro hectómetros cúbicos frente a una capacidad de 16. Según las estadísticas, un oscense consume 133 litros de agua al día, por encima de la media nacional. El embalse de Montearagón todavía no está en funcionamiento, triplicó el coste previsto inicialmente y permanece en suspenso desde 2009 por la sequía y unos deslizamientos detectados en sus laderas.
En 2005, en un contexto similar al actual, se llevó a cabo una obra de urgencia para combatir la escasez de agua en Huesca. Se puso en funcionamiento una tubería de siete kilómetros de longitud entre el embalse de Valdabra, en el Canal del Cinca, y la ciudad con un coste de 4,4 millones, 1,8 de los cuales los asumió la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE) y el resto entre el ayuntamiento oscense y la sociedad de Suelo y Vivienda de Aragón, adscrita al ejecutivo autonómico.
La ampliación de la potabilizadora de Valdabra a finales del año pasado contribuyó a aliviar una situación crítica en la que el consumo se había reducido a la mitad, de 22.000 metros cúbicos de agua en verano a los 11.000 de los meses posteriores.
Mientras, San Julián de Banzo, a 17 kilómetros de Huesca y encuadrada en el término municipal de Loporzano, se lamenta por su situación. En noviembre de 2022 el Consejo de Ministros, a propuesta del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO), incluyó su acuífero en el Catálogo de Reservas Hidrológicas.
Un registro que evidencia su condición privilegiada: se trata de una de las descargas con mayor aportación que drenan la Sierra de Guara. Existen surgencias –movimientos de aguas profundas hacia la superficie– de la misma categoría, pero que posiblemente no alcanzan un control o el grado de conocimiento acerca de su funcionamiento hidrogeológico como el que se tiene para esta fuente, según refleja el informe oficial. Así, están prohibidas las granjas en la zona de recarga y se trata de impedir que la mano del hombre altere su equilibrio.
Y, sin embargo, su agua se desaprovecha en buena medida. Uno de los afectados que levantan la voz sin que las autoridades le hayan tenido en cuenta es José Antonio Gracia, quien se presenta a sí mismo como “zahorí profesional”. Tiene 74 años y se dedica a esta labor –una pseudociencia sin aval científico– desde 1986. También acumula muchos años de lucha desinteresada por que el agua de este acuífero se canalice de una manera adecuada. Diferentes equipos de gobierno del Ayuntamiento de Huesca, tanto socialistas como populares, han desoído a este vecino de la localidad de Barluenga, muy próxima a San Julián de Banzo.
El mal estado de las tuberías, los sifones y las acequias en el entorno de esta población provoca que el agua escape del control humano y termine “en un barranco”, como señala Gracia. Otras fuentes indican que el agua nunca se desaprovecha ni se pierde. Francisco Carreño, profesor de la Universidad Rey Juan Carlos, apunta que las aguas subterráneas como las que provienen de acuíferos suman otros fines valiosos: “El agua no se pierde. Los acuíferos son más seguros ante la contaminación, se produce una menor pérdida de agua por evaporación y generalmente su calidad es mayor que las aguas superficiales”. Esta puede extraerse por medio de pozos, burbujea naturalmente a través de un manantial o se descarga en lagos o arroyos. El agua subterránea ayuda a reponer y mantener los niveles superficiales de agua y a que los ríos fluyan.
José Antonio Gracia recurre a una medición artesanal para estimar la pérdida de alrededor de 90.000 litros de agua solo el pasado 24 de agosto. Invierte 11 segundos en el llenado de un cubo de agua; de ahí, con una simple regla de tres se infiere esa cifra. “Es agua que se ha desviado porque el reventón inundaba los campos. Se ha hecho una balsa donde los agricultores cogen agua con cubas y la emplean para sus regadíos”, apunta este vecino.
Cuando realizó un diagnóstico del problema, el Ayuntamiento de Huesca, gobernado entonces por el PP con la alcaldesa Ana Alós, concluyó que apenas se habían detectado unas “humedades” y adoptó una solución que para Gracia resultó “muy insuficiente”. También, “por las denuncias de aquellos propietarios de terrenos que se inundaban periódicamente”, se optó por llevar a cabo unas obras después de las que el agua “se acaba perdiendo por un barranco”, sin posibilidad de encauzarse para un uso racional.
Se cegó la canalización antigua y el empeño de la nueva acequia, con lo que se evitó que “las fugas se viesen desde la carretera”, desemboca en una balsa. Una alternativa sencilla pasaría por “hacer una zanja y unir las dos vías”, unos trabajos que en opinión de este vecino no supondrían un elevado coste ya que “Vadiello se queda pequeño”. De manera más general, la solución pasaría por “hacer más pantanos, aunque suene impopular, y regularizar el agua. Menos problemas tendríamos para beber. Y si no nieva, no se llenan los acuíferos”.
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