La ‘cara b’ del país de las granjas, los molinos y las placas: récord de pobreza energética y carencias nutritivas al alza

Eduardo Bayona

Zaragoza —

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Más de 40.000 hogares aragoneses no pueden alcanzar el confort térmico, ya sea ante el frío o frente al calor, por carecer de los recursos económicos necesarios para costearse ese gasto en energía en un territorio en el que se produce el doble de electricidad de la que se consume, mientras, en otra paradoja todavía más extrema, a otras 15.000 familias no les alcanza para comer carne o pescado tres veces por semana cuando la producción cárnica que se realiza en la comunidad multiplica por más de veinte el consumo de sus habitantes.

Los datos sobre la extensión de esas manifestaciones de la pobreza, que vienen a confirmar los pronósticos que advertían de una ‘salida en K’, con mayor desigualdad y menor redistribución de la riqueza, de la superposición de crisis que lleva más de dos años desatada antes de que buena parte de los indicadores económicos superaran los registros previos a la iniciada en 2008, proceden de la última Encuesta de Condiciones de Vida del INE (Instituto Nacional de Estadística).

En ese estudio, basado en la recogida de datos de 2020, con lo que recoge los efectos del parón de la actividad por la pandemia pero no incluye los de la tensión inflacionista, que todo apunta a que estarán empeorando esos registros vistos el encarecimiento de la energía y de los alimentos, se cifra en un 3,3% y un 8,5% el porcentaje de los habitantes de la comunidad, lo que equivale a 43.736 y 112.654, que sufren respectivamente, pobreza energética y estrecheces alimentarias.

Las tasas de familias alcanzan, respectivamente, el 2,8% y el 7,6%, lo que sitúa el volumen de cada uno de ellos en 15.215 y 41.298, según los datos de población (1.325.342) y de hogares (543.400) del propio INE.

Enormes y crecientes producciones de carne y electricidad

Ese panorama se da en un territorio en el que tanto la producción de energía como la de alimentos ha experimentado un crecimiento exponencial en los últimos años, en el primer caso como consecuencia del despliegue de las energías renovables y en el segundo con la expansión de la ganadería intensiva o industrial, principalmente en el porcino, sector en el que en ninguna otra comunidad se producen más canales, y en menor medida del pollo.

Eso pone de manifiesto la ausencia de reservas estratégicas de esos géneros y de mecanismos de reparto por parte del mismo sector público que ha pilotado sus expansiones para hacer frente a situaciones de necesidad extrema, algo que tampoco existe en el caso de la energía para utilizar su disposición a bajo coste como factor diferencial a la hora de atraer actividad económica.

Según los datos de Red Eléctrica, la empresa semipública que gestiona la distribución de esa energía en alta tensión en España, la demanda localizada en Aragón ascendió el año pasado a 10.471,4 Gw.h, lo supone un 4,1% de la demanda de todo el sistema estatal y, al mismo tiempo, un 54% de la electricidad generada en el territorio, que alcanzó los 19.218 Gw.h (10.253 del viento), un 7,1% de los 259.904 del conjunto del Estado.

El último informe sobre La alimentación en España de Mercasa estima, con datos de 2021, en 55,4 kilos la cantidad media de carne que se consume por habitante en Aragón, lo que daría un total de 73.423 toneladas.

Esa cifra, a la que habría que sumar otras 35.651 toneladas de pescado, 105.629 de hortalizas y 141.679 de fruta, se queda 25 veces por debajo de las casi dos millones (1,86) de toneladas que animales para sacrificar que, según el Avance de Macromagnitudes del Sector Agrario que edita el Gobierno de Aragón, se producen en la comunidad: 1.459.156 de cerdo, 209.616 de pollo, 163.679 de ternero, 24.228 de cordero y 9.475 de conejo.

Una posición relativa acomodada pero con una inquietante evolución

El grado de intensidad de la manifestación de la pobreza en el ámbito alimenticio ofrece en Aragón uno de los indicadores más bajos del país, solo peor que los de La Rioja (3%), Baleares (2,9%), Castilla y León (2,4%) y Galicia (2,1%) y alejado del del 12,3% de Canarias y del 6,8% de Andalucía, aunque se trata de un registro en ascenso que ofrece el segundo peor dato de la serie, que arranca en 2004 (4,6%).

Ocurre algo similar con la llamada pobreza energética, que en realidad es la manifestación de la escasez de recursos en un ámbito al destinar los existentes a otros que se consideran más perentorios, capítulo en el que solo Navarra (5,5%) y La Rioja (7,2%) presentan tasas más bajas aunque, al mismo tiempo, se trata de la mayor cota de la serie, con un aumento del 46% frente a 5,8% de 2005, que era el mayor desde entonces.

Pese a aparecer en una buena ubicación relativa con el resto de las comunidades autónomas, los datos sobre las carencias materiales que sufren los aragoneses ofrecen inquietantes tendencias alcistas.

Así, un 21% de la población las sufre en al menos dos de los tiene conceptos que se utilizan para medir la pobreza, que son, además de los dos señalados, carecer de capacidad para afrontar gastos imprevistos, tener retrasos en pagos relacionados con el hogar (alquiler, hipoteca, suministros) o no poder permitirse disponer de un automóvil o un ordenador ni irse una semana de vacaciones.

Ese registro se encuentra ya en la horquilla de los años más duros de la pasada década, en el rango del 20,1% al 26,1% del periodo 2011-2015, mientras que la carencia en tres conceptos se dispara al segundo puesto con un 11,4%, entre el 11,3% de 2011 y el 11,4% de 2012, y la de quienes las sufren en cuatro de ellos (5,6%, 74.200 personas) se dispara al peor registro de la serie, con casi un punto y medio de ventaja sobre el 4,2% de 2013.