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“Desde la barra del bar: el arranque” (1)

14 de diciembre de 2025 07:00 h

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A finales de octubre, la Asociación Profesional de Empresarios de Cafés y Bares presentó el libro 'La Zaragoza contemporánea, desde la barra del Bar', una mirada a la evolución de este sector durante los últimos 50 años. Los bares, y por extensión mesones, tabernas y cafés, forman parte de nuestra vida cotidiana; territorios ambiguos, a medio camino entre lo público y lo privado, donde la borrachería y la pendencia han convivido con la tertulia edificante o la conspiración política. 

Es buena ocasión, por tanto, para desempolvar algunas historias que tienen como escenario garitos de Zaragoza. Acódense en la barra, que esta primera ronda va de mi parte.

El Rey del simpa y el honor del posadero

Como recordarán, hace un par de años se hizo famoso en Zaragoza el denominado 'Rey del simpa', un orondo mozo descarado que tenía por costumbre llenar el buche en los restaurantes e irse sin pagar. Encontramos un antecedente de tan singular geta en una noticia publicada en el Diario de Zaragoza en 1857.

Llegó un pollo a un figón de Zaragoza con aires de premura: 

“-- Enseguida ves y tráeme un almuerzo” – le dijo al mesonero. 

“--¿Acaso jamón con huevos?¿O mejor, pollos rellenos?- replicó éste. 

-- Cualquier cosa. Lo que importa es que lo traigas y … presto.” 

Tras engullir las viandas “fumó después un cigarro mientras reposó el almuerzo y después batió las palmas, y sin preguntar ¿qué debo? díjole enseguida al mozo: —Chico, no tengo dinero”.

Pueden imaginar la escena que se montó. Después de muchas amenazas, el dueño del mesón, comprendiendo que nada iba a sacar, cambió de tono y resignado dijo al gorrón: “Os dispenso, caballero”. Y así, el dueño sólo le pidió al granuja que guardase silencio sobre lo sucedido y diera idéntico chasco a algún otro compañero del gremio para no ser el único burlado. El joven le contestó que eso era sencillo: “Hace ya más de diez días que en otras fondas almuerzo y os cabe la fortuna de contaros en el décimo

Reyerta taurina en la calle del Peso 

El suceso llegó a aparecer en la prensa de Madrid. Una breve crónica en el diario 'El Sol' de 27 de diciembre de 1927, bajo el titular “Riña entre obreros”, daba cuenta de la bronca entre dos jóvenes en una tasca zaragozana. Del morboso interés por este episodio, sin duda habitual también en la capital, nos ofrece una pista el texto: “Discutían de temas taurinos”. Tascas, toros y navajas. Mimbres suficientes para armar una trama seductora para el lector. No es de extrañar que en su edición de la misma fecha Heraldo de Aragón le dedicara dos columnas centrales: “Un joven gravemente herido. Mucha pasión taurina y excesivo copeo.

Son las doce de la noche del día después de Navidad y en una taberna de la calle del Peso, actual del Blasón Aragonés (escenario de dos famosos crímenes) Julián Varges Ruiz y Miguel Perna Brujulada, “dos jóvenes trabajadores, de inmejorables antecedentes” dedican “unas horas a lícitos esparcimientos”. Tienen 19 y 24 años respectivamente y entre ellos existen “lazos de cierta camaradería”.

Al calor de unas rondas de copas, se habló esencialmente, de cosas de toreros. Se hizo crítica rigurosa y apasionada de Marcial Lalanda, Chicuelo, Villalta y Gitanillo”. Como es natural no hubo coincidencia de opiniones y viendo que el ambiente se caldeaba, el tabernero decidió desalojar el garito. Salieron los parroquianos a la calle. “Muy pocas palabras bastaron para que los Jóvenes protagonistas de este suceso se acometieran. Cuando los testigos presenciales se dieron cuenta, ya Miguel Perna estaba herido”. Es de notar la imagen goyesca que traza con agilidad el periodista. 

En su declaración, Julián, autor del pitonazo, esgrime en su defensa la actitud provocativa de Miguel que incluso llegó a abofetearle. Es entonces cuando Julián “sacó una navajita que llevaba y le dio dos golpes (…) una navaja diminuta: de esas que son reclamos industriales y que tiene cortapuros, sacacorchos, cortaplumas y navaja.” Puede intuirse la frustración del lector: ni sevillana, ni albaceteña, ni jerezana: ¡una moderna navajita suiza para dilucidar tamañas cuestiones!

¿Qué tuvo de particular esta crónica provinciana para que luciera en el liberal e influyente diario 'El Sol'? Desde hacía unos años la opinión pública mantenía un debate sobre el “flamenquismo”, es decir, la chulería atávica, sainetera y brutal, síntoma del retraso de España y reflejo de sus costumbres. Uno de sus mayores críticos fue el madrileño Eugenio Noel quien publicaría en 1913 'Escenas y andanzas de la campaña antiflamenca'. En este librito podemos leer: “Si una navaja tuviera patas y brazos y dos ojos de cefalópodo, sería semejante a un español de raza.” 

Chulería falangista en el café Negresco

Tras el golpe de julio de 1936, Zaragoza quedó sometida al terror paramilitar. El ejercito sublevado era consciente de la necesidad de contar con escuadrones que vigilaran a la población. Esta misión recayó sobre requetés, miembros de Acción Ciudadana y, en particular, de Falange. Sobre la brutalidad de los falangistas hay abundante documentación, pero siempre aparecen testimonios que subrayan su chulería y arbitrariedad. El suceso ocurrió el 24 de octubre de 1936. Ese día, un grupo de falangistas deambula entre bromas por la calle Cinco de Marzo. Son las primeras horas de la tarde del sábado y los cafés comienzan a llenarse de parroquianos en busca de la modorra del “Sol y sombra”.

Al pasar a la altura del número 11, cerca ya del paseo de la Independencia, uno de los pandilleros es empujado por otro con tan mala fortuna que viene a chocar con la puerta acristalada del bar Negresco. El estrépito de los vidrios hace salir al dueño, Vicente Ichaso, conocido hostelero de Zaragoza (…). Vicente recrimina a la cuadrilla y exige reparación, a lo que consienten los falangistas: “el que rompe paga y allí estaban para responder”. El dueño del Negresco avisa al cristalero quien tasa la reparación en 20 pesetas, con el acuerdo de que si el precio final variara se ajustarían las cuentas al alza o a la baja. “Conformes con esto entregaron el dinero y de ello les dio el correspondiente recibo”. ¡Y vaya si quisieron ajustar cuentas!

Dos días después, se presentaron en el bar tres individuos de Falange portando fusiles, “exigiendo la devolución de las 20 pesetas” y acusando al dueño de ladrón. Vicente protestó por la acusación y como respuesta los falangistas le requirieron “que se fuera con ellos”. El propietario del Negresco no se achantó y pidió que le “exhibieran la correspondiente y necesaria orden la Autoridad superior y competente para estas detenciones.” Por toda réplica, los matones contestaron que “mejor hubiera sido desde el primer momento haberlo resuelto a tiros”. Finalmente se marcharon.

Tuvo arrestos Vicente para encararse con los de camisa azul. Y suerte, la que no tuvieron muchos otros. La explicación resulta sencilla. Vicente Ichaso pertenecía a Acción Ciudadana, otra cuadrilla paramilitar. De inmediato puso los hechos en conocimiento del coronel Francisco Barba, jefe de Acción Ciudadana y presentó una denuncia ante el Gobierno Civil, de cuyo expediente se sirven estas líneas. El archivo conserva las notas que se remitieron tanto al capo de Falange en Zaragoza, Jesús Muro, como al propio General Cabanellas, cabeza militar del golpe en Zaragoza.   

El expediente no recoge los nombres de los responsables del altercado, ni si hubo sanciones. Lo que sí sabemos es que el café bar Negresco, inaugurado a finales de enero de 1935, fue traspasado. El “nuevo Negresco” comenzó a anunciarse como restaurante en el verano de 1939.

Y hasta aquí llegamos hoy, que ya es hora de echar el cierre. Les espero en el mismo sitio para la próxima ocasión.